Número 50, octubre 2013

Balada trivial de Barrio Triste
Carlos Bueno Osorio

 
Libardo Parra fotografiado por Benjamín de la Calle, 1926.
Libardo Parra fotografiado por Benjamín de la Calle, 1926.
 

En los dorados años treinta del siglo XX un trovador bohemio rebautizado Tartarín Moreira caminaba diaria y nochemente desde el frenesí del barrio Guayaquil –una ciudad dentro de la ciudad– hasta su alojamiento en el céntrico sector de San Benito. En su recorrido padecía un sector de edificios, fábricas y depósitos tibiamente poblado, al que inmortalizó con el nombre de Barrio Triste. "Vecino al de Guayaquil […] a Barrio Triste le falta lo que a Guayaquil le sobra".

Libardo Parra Toro, nacido en Valparaíso, Antioquia, en 1898, y fallecido en Medellín en 1954. Personaje de melancólica mirada y sombrero de medio lado, tomó el seudónimo que lo haría famoso de la novela de Daudet, Tartarín de Tarascón. Fue uno de los integrantes más jóvenes del grupo Los Panidas, famoso por sus poemas y escritos y por las juergas que armaban en el Café El Globo o en el estadero El Jordán, en Robledo. Después de mucho deambular en la bohemia, y de ganarse la vida como detective, secretario y escribiente en notarías y juzgados, terminó en la miseria.

Sin embargo, Tartarín fue fiel a su ideal romántico de la vida, como en el poema de León de Greiff que cantaba a los hijos del dios Pan: "músicos, rapsodas, prosistas, poetas, poetas, poetas, pintores, caricaturistas, eruditos, minios estetas; románticos o clasicistas, y decadentes –si os parece– pero, eso sí, locos y artistas, los Panidas éramos trece".

El escritor Jairo Morales recuerda cómo Tartarín, elegante y bohemio, sabía ser uno de tantos perdidos en los suburbios que más amaba de la ciudad, y saboreaba solitario una copa rinconera mientras veía, irónico y escéptico, discurrir las cosas. También sabía ser un señor en las mansiones adonde se le invitaba, cómplice distante, fiel a un dolor sin nombre preciso. El precio fue la miseria final. En sus últimos días, abandonado y enfermo, aterrado por los estragos del tiempo en su rostro y consecuente con su espíritu de dandi, Tartarín introducía en su boca cauchos para ocultar el hundimiento de sus mejillas.

Era un poeta menor cercano a los músicos populares, letrista de bambucos, tangos y pasillos. Algunas de sus letras llegarían a manos de Gardel, cuya muerte propició que las grabara Agustín Magaldi. Al menos por sus tangos y pasillos, Tartarín sigue vivo en la mitología citadina, y un barrio de mecánicos y obreros prolonga hoy su mito.UC

 
 
 
 
 
Barrio Triste
 
De hastío seca la copa
taciturno, a pasos lentos
sigo adelante mi ronda
por Barrio Triste...

¡Y qué triste!
El nombre mide su
forma real, porque la tristeza
se agazapa entre las sombras,

y en sus días el silencio
como un ofidio se enrosca.

Si suave brisa, un rumor
produce al besar las hojas
medio resecas de un árbol
de muchos que el barrio adornan,
no sabe uno si suspira
la angustia de hallarse sola,
o es que hundida en su orfandad
es la quietud que solloza.
Y estáticas centinelas
desde sus cimas remotas,
las estrellas, compasivas,
de su abandono se asombran.
 
.........
Veo, al doblar sus calzadas
que en cada esquina se apostan
ausencias de hombres que nunca
tuvieron allí una novia;
de ansiedades de retorno
a sitios que a nadie alojan,
ausencia de bienvenidas,
de adioses y llanto a solas...
 

 
Barrio Triste;
nadie lleva de tu historia
sobre un pañuelo de lino
el llanto de una congoja.
Cupido olvidó sus flechas
para que no hubiesen bodas,
y la cigüeña tenía
para ti, sus alas rotas.

Vecino al de "Guayaquil",
(mambo, rumbas, pianos, broncas,
taxis, crápulas, bohemia,
música, músicos, fondas,
risas, voces, carcajadas,
el tácito "qué me importa"
de tantos que en los relojes
no ven minutos ni horas),
a Barrio Triste le falta
lo que a Guayaquil le sobra.
 
Y es poco: le bastaría
que iluminasen sus sombras
ojos de cinco ventanas
con ojos de algunas novias;
labios que el Ave María
ungiese y en altas horas
de la noche, una oración,
una siquiera, una sola
que llegase hasta el oído
de quien, como yo,
en mi ronda, dijese
que en "Barrio Triste" l
a Ley de Dios se prolonga...
.........
¡En Barrio Triste murió
recién nacida su historia...!

Tartarín Moreira

 
 
 
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