Número 81, noviembre 2016

La tiranía del billete
Guillermo Cardona

Las efigies acuñadas en monedas en honor de emperadores romanos, faraones egipcios, zares rusos, emperadores japoneses y chinos, reyes europeos, kanes y califas orientales hacen las delicias de quienes coleccionan monedas (numismática); mientras que ciertos errores en la impresión o en la fecha de expedición, y motivos como flores o animales exóticos, planetas, escritores y figuras históricas, llaman la atención de los coleccionistas especializados en billetes (notafilia), una ciencia o una afición no tan antigua, pues la costumbre de emitir billetes de manera sistemática a través de bancos centrales en Estados más o menos constituidos se consolidó solo a partir de la segunda mitad del siglo XIX. Su propósito, remediar la escasez de monedas de oro y plata. Funcionaban como un documento de crédito en contra del tesoro del Estado y, en su evolución, sirvieron a la burguesía que emergía como clase dirigente en la sociedad del librecambio para lo mismo que le habían servido sus troqueles a los reyes y emperadores de la antigüedad: controlar la economía, evitar la evasión de impuestos y la fuga de capitales y, sobre todo, garantizar que las ganancias quedaran en pocas manos.

En las últimas décadas, en la numismática y la notafilia internacional, salvo aquellas naciones donde aún subsiste la monarquía y es de obligatorio cumplimiento que la familia real aparezca hasta en la sopa, son excepcionales las monedas que llevan la efigie del mandamás de turno. Son más comunes los héroes militares y los líderes de ciertas gestas nacionales o la aparición de personajes que hicieron grandes contribuciones a la ciencia o el arte, muertos ilustres.

De modo que los billetes emitidos y protagonizados por dictadores y ayatolas que se hicieron célebres no precisamente por su sabiduría y bondad, resultan ser piezas extravagantes y no necesariamente muy valiosas en el mundo de quienes compran y guardan billetes como si fueran fotos de familia.

Gracias a la colaboración del coleccionista Bernardo González White, a su amplio conocimiento del tema y a su costumbre de buscar el papel moneda de otros países a lo largo de cuarenta años e innumerables viajes, hoy podemos compartir con ustedes algunos billetes donde quedan para la posteridad las estampas de unos cuantos sátrapas que hicieron de las suyas en los últimos tiempos. En los trazos, los colores y los refinamientos pictográficos se evidencia así mismo la codicia, la megalomanía, la vanagloria y esa cierta ridiculez de quienes se creyeron eternamente amados por su pueblo.

Para que no se nos olvide que esos excéntricos payasos del circo del poder existen todavía y que aún después de que se van y pierden hasta el billete, las consecuencias de los daños que hicieron persisten en el tiempo. Una lección de lo que los economistas llaman devaluación.

Lluvia de billetes

Billete de 25 dinares, el único en Irak que lleva la figura de Sadam Huseín (Takrit, 1937 - Bagdad, 2006) con uniforme militar. Fue dictador de su país de 1979 a 2003, cuando Bagdad cayó bajo dominio de tropas estadounidenses. Tiempo después fue capturado y ejecutado por orden del presidente norteamericano George W. Bush. Durante su largo mandato, Huseín comprometió a su país en la guerra con sus vecinos iraníes y alcanzó a invadir Kuwait, además de atacar con armas químicas a tropas chiitas que enfrentaban al régimen en su propio país. Este billete en particular alcanzó un gran valor hasta que los norteamericanos, durante la Guerra del Golfo en los noventa, decidieron realizar una edición masiva por su propia cuenta y lanzar los billetes desde aviones en pueblos y ciudades iraquíes. Esto obligó a retirarlo de circulación. La lluvia de dinares afectó seriamente la economía local y por supuesto bajó de manera drástica la cotización entre los coleccionistas internacionales.

 

Con ocho años basta

Billete de 5 shillings del Banco Central de Uganda, bajo el régimen de Idi Amín Dada (Koboko o Kampala, 1925 – Yeda, Arabia Saudita, 2003), dictador militar y tercer presidente de Uganda después de la independencia del Reino Unido, entre 1971 y 1979. Se presentaba a sí mismo como “Su Excelencia el presidente vitalicio, mariscal de campo Alhaji Dr. Idi Amín Dada, señor de todas las bestias de la tierra y peces del mar y conquistador del imperio británico en África en general y en Uganda en particular”, sin olvidar nunca que era pretendiente legítimo al trono de rey de Escocia. Durante su mandato no se privó de ningún crimen y se le acusó entre otras atrocidades de canibalismo. Fue derrocado en medio de una gran euforia popular pues en sus ocho años al frente del gobierno acabó con la economía y la infraestructura del país. Murió en el exilio bajo la protección de la monarquía saudí.

 

Del billete morado a la pastilla azul

Billete de un dinar, Libia, donde posa como un divo Muamar Gadafi (Sirte, 1942 – 2011). Gobernó su país entre el 1 de septiembre de 1969 y el 20 de octubre de 2011, con el título de Hermano líder y guía de la Revolución de Libia. Detrás de su panarabismo y su discurso de izquierda, se ocultaba un hombre calculador que no se detenía ante nada para lograr su propósito de perpetuarse en el poder que ejerció con mano de hierro durante más de cuarenta años, tiempo en el cual amasó una fortuna calculada en 150 mil millones de dólares. Tal fortuna se les esfumó a los hijos que le sobrevivieron (tres fueron asesinados, cuatro están en el exilio, uno continúa desaparecido). De acuerdo con el investigador ruso Anatoli Yegorin, autor del libro La derrota de Muammar Gaddafi, cuando ya estaba claro que los miembros de la Otán harían todo lo posible por derrocar al dirigente libio, su dinero empezó a desaparecer; los banqueros occidentales vaciaron sus cuentas y trataron de lavar el dinero en zonas de libre comercio, mientras que oficiales libios sacaron del país a través del desierto miles de dólares y lingotes de oro. Nadie sabe a ciencia cierta dónde fue a parar dicha fortuna. Al final de sus días se conoció su afición por el viagra. Tomaba más de dos pastillas diarias para mantener su régimen de sadismo sexual; las mujeres que tenían relaciones con él salían de sus aposentos directamente para urgencias. Murió a manos de milicianos del Consejo Nacional de Transición, CNT, de dos disparos a quemarropa, en el estómago y en la sien.

 

La imagen del país más hermético del mundo

Billete de 100 won, Corea del Norte. Desde 1948, este país del sudeste asiático ha vivido bajo la dinastía de los multimillonarios Kim. Primero fue Kim Il-sung, El presidente eterno, quien aparece en el billete y que instauró un régimen de ideología socialista “juche” (autosuficiencia) que derivó en una monarquía estalinista hereditaria. En 1994, le sucedió su hijo, Kim Jong-il, El amado líder, quien falleció en 2011 y permitió el ascenso al trono de su hijo y heredero, Kim Jong-un. Durante casi setenta años Corea del Norte ha permanecido completamente aislada de la comunidad internacional y poco se sabe de lo que allá ocurre realmente. Se sabe que las infracciones, por menores que sean, se castigan severamente y que los familiares del inculpado entran con el delincuente en campos de concentración. De Kim Jong-il dicen que empezó a caminar cuando tenía solo tres semanas y que habló a los dos meses de vida; gastaba setecientos mil dólares al año en coñac, y tenía un ejército de esclavas sexuales. Del nuevo retoño en el poder, Kim Jong-un, se sabe que le fascinan los parques de diversiones, los dispositivos móviles y los videojuegos, que es fanático del baloncesto y se acompleja de sus 1,74 centímetros de estatura; debió ser operado de los tobillos por el abuso de plataformas en sus zapatos. Como no confía ni en sus peluqueros, se motila él mismo y su corte es obligatorio para los coreanos varones. Más de ochenta funcionarios de altos cargos del Estado han sido ejecutados por diferentes motivos; entre otros el tío del joven dictador, que era ministro de defensa y fue acusado de “alta traición” por haberse quedado dormido en un desfile, y el arquitecto del aeropuerto de la capital, Pionyang, porque al pequeño Kim no le gustó el proyecto.

 

Billetes sin cara, solo sello

Billete de 50 nuevos zaires, la moneda que se inventó Mobutu Sese Seko Nkuku Ngbendu wa Za Banga (Lisala, Congo Belga, 1930 – Rabat, Marruecos, 1997). “El guerrero todopoderoso que, debido a su resistencia y voluntad inflexible, va a ir de conquista en conquista, dejando el fuego a su paso”. Fue el primer y único presidente de la República de Zaire, actualmente denominada República Democrática del Congo, entre noviembre de 1965 y marzo de 1997. El régimen de Mobutu fue la materialización misma de la cleptocracia. Durante su mandato amasó una fortuna cercana a los cinco mil millones de dólares. Fue derrocado en 1997 por Laurent Désiré Kabila que resultó peor y dejó a su paso cuatro millones de personas asesinadas. Mobutu murió en Marruecos de un cáncer de próstata que lo acompañó desde 1962. Al llegar Kabila al poder, una de sus mayores preocupaciones fue eliminar cualquier rasgo de Mobutu de la vida cotidiana del país, una labor complicada cuando todos y cada uno de los billetes que circulaban tenían la imagen del antiguo dictador. No había dinero para emitir nuevos billetes y el diseño de la nueva moneda podría tardar meses. ¿Qué hacer? La respuesta de Kabila fue sencilla y radical: ¡Abrámosle un hueco a todos los billetes del país para no tener que ver la cara de ese infeliz! Y así fue. Todos los billetes del país empezaron a tener un orificio y circularon así hasta que el gobierno emitió una nueva moneda casi un año después. UC

 
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