La lectura del número anterior dejó sorpresas, inquietudes, debates y algo de dolor. Uno de los textos publicados era una diatriba, en clave literaria, escrita por un alumno contra uno de sus profesores en la Universidad Nacional. Un apodo servía como título y primera acusación: Juan Malo, era el escueto encabezado de la historia. Se trataba de un reproche incendiario que mezclaba realidad y ficción, que tenía las verdades de quien se sienta frente al tablero, salpicadas de las mentiras de quien se sienta frente al teclado. En nuestro comité editorial sabíamos que se trataba de un cuento que comenzaba con una mentira inmensa: la muerte del protagonista que en realidad estaba vivo. Se discutió sobre la conveniencia de publicar el texto y al final, por decisión dividida, resolvimos incluirlo en nuestra edición número 80. Lo que en realidad no sabíamos era que Juan Malo fuera un personaje tan conocido, y tan admirado por muchos, y que Universo Centro tuviera tantos lectores que creyeran a pie juntillas todas nuestras historias.
Recibimos múltiples mensajes, correos y reproches por el trato que se le había dado al personaje de la vida real mientras nosotros pensábamos en las peripecias del personaje de un cuento, de una pequeña venganza literaria. Tal vez nuestro soporte, el vilipendiado y venerado papel periódico, haga creer a muchos de nuestros lectores que todas las historias de UC son noticia, crónica, reseña, perfil o investigación que sigue al pie de la letra las desgracias y las dichas del día a día. Los correos de reclamo y las sugerencias de enmienda llamaron al texto columna, reportaje, noticia, y se encargaron de señalar las mentiras y la prueba reina de que Juan Malo caminaba por el barrio. Llegaron también las amenazas de acciones legales y de posibles cartas de advertencia para quienes ponen un aviso en nuestras páginas, que señalarían la desidia y la irresponsabilidad del periódico.
Pero Universo Centro ha sido siempre una mezcla de mentiras e intentos de verdad, aquí han tenido espacio los poemas, las crónicas, los cuentos, las exageraciones de las aventuras personales, los cuentos y los textos que caminan por la cornisa que impide una etiqueta segura. Esa mezcla es una de sus particularidades y ha permitido tener a cerca de cien autores entre periodistas, escritores, lectores y simples mecanógrafos con ganas de contar una historia cierta o falsa.
Somos conscientes de que el texto de Juan Fernando Ramírez sobre su profesor era un caso particular. Por momentos un papel mojado contra el tablero, arrebato de estudiante, por momentos una especie de denuncia, al rato una anécdota, más tarde una conversación con el protagonista. Es cierto que se prestaba a confusiones y que debimos hacer una advertencia en la página o, por qué no, cambiar el nombre del protagonista para correr las posibles afrentas un paso más al lado de la ficción. Dijimos al principio que las lecturas habían dejado algo de dolor y queremos ofrecer disculpas por eso. Nadie en Universo Centro cree que valga la pena provocar dolores innecesarios y la publicación nunca tuvo un ánimo injurioso. Siempre creímos, y seguimos creyendo, que el cuento tenía un valor literario. Como lo tienen las páginas de Fernando Vallejo contra su familia y contra la humanidad entera sin que eso merezca el llamado de sus hermanos a la fiscalía. La literatura tiene las licencias de la invectiva y la crueldad. Es parte de su lenguaje. Esa licencia ha alimentado muchas de sus páginas, es un aguijón a nuevas letras, siempre más efectivo que las denuncias que se archivan en los juzgados.
Tal vez este episodio nos sirva a todos. Al interior del periódico han crecido las discusiones y el cuidado frente a los textos híbridos. Nunca con el ánimo de la autocensura pero siempre, de ahora en adelante, con el tacto necesario para tratar historias que contengan ofensas personales. Para los lectores vale la pena un llamado de atención a leernos con más inclinación a la desconfianza, con espacio para el juego y la mentira. No queremos llenar el periódico de advertencias y cintas de colores que señalen los diversos géneros. No somos un noticiero ni un medio exclusivamente periodístico, nos gusta el desorden y la posibilidad de las dudas al momento de la lectura. No coman cuento.