Número 81, noviembre 2016

CAÍDO DEL ZARZO

Héroes de papel
Elkin Obregón S.

Una amiga mía tiene, entre otros encargos, el de adquirir libros para una entidad cultural de la ciudad. Me dice que se cansó de pedir en las librerías obras de teatro.Simplemente, no las hay, nadie las publica ya.

No siempre fue así. Editoriales como Losada, Sopena, Suramericana, Espasa, Calpe, Aguilar tenían colecciones dedicadas a la dramaturgia. Cada semana se nutrían nuestras librerías de títulos que eran un festín. Desde clásicos griegos hasta los grandes modernos, empezando por Ibsen y siguiendo con O’Neill, Arthur Miller, Tennessee Williams, Jean Anouilh, Ghelderode, Shaw, Priestley. Sin olvidar al autor de moda, Bertolt Bretch, ni a los creadores del llamado teatro del absurdo, Beckett, Adamov, Ionesco; e incluyendo a don Ramón del Valle Inclán, muchas de cuyas obras abundan en piruetas escenográficas que las hacen prácticamente irrepresentables.

Más de un lector llegó al teatro gracias al libro (y también, es justo decirlo, gracias a la televisión. En sus primeros años, y por causas que no vienen a cuento, nuestra tele abrió campo a directores como Romero Lozano, Fausto Cabrera y Julio Echeverri Saavedra, entre otros. Supliendo con talento las precariedades de esas épocas, tenían ellos espacios donde montaban lo mejor del teatro universal, libres de rating y camisas de fuerza. Además, se forjaron allí estupendos actores, antes de naufragar en el mar de las telenovelas). Después, algo pasó, y no solo aquí. La gente perdió interés en el teatro escrito, le tomó asco, no sé por qué razones, sin duda complejas. Pongo un solo ejemplo, que resume todos: una amiga mía vio en mis anaqueles el Teatro completo, de Antón Chejov, editado por Aguilar, y me pidió que se lo prestara; se lo presté, y al día siguiente me lo devolvió, diciéndome que se había sentido incapaz de leerlo. Se privó así de La gaviota, de El jardín de los cerezos, de Tío Vania, tal vez para siempre.

Presunto lector, óyeme un consejo. Olvida tus prejuicios, y compra un libro de teatro; no lo hallarás en las librerías de nuevo, pero sí en las de viejo, y en las bibliotecas públicas. Quizás le cojas el gusto a esas figuras, a esos escenarios y a esas tramoyas de papel. Recuerda que el papel puede con todo.

Y si tal es tu afición vuelve a ver funciones de teatro. Hoy aquí la gama es amplia; hay muchos grupos, todos muy buenos, muy creativos, y llenos de un entusiasmo casi mesiánico. Pero ese es un tema que se me sale de las manos. Llamemos a Ramiro.

 

Elkin Obregon

 
 
CODA

Una anécdota con Aurita López
Un comentario mío en una entrevista para El Mundo molestó mucho a Aurita López. Por esos días me crucé con ella en la calle, y ni siquiera me miró. Un tiempo después volví a verla en una reunión que organizó el periódico con sus colaboradores. Aurita se acercó al grupito donde yo estaba y entró tranquilamente en la conversación. “Me alegra mucho verte —le comenté—, porque creía que estabas brava conmigo”. “Estaba —me dijo—. Pero ya no”.UC

 
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