Número 51, diciembre 2013
¡Mataron a Pablo!
Victoria falsa
Humberto Coral. Ilustración: Aurélie Carmouze
 

 
Desgraciado el país que necesita héroes.
Bertolt Brecht

 

 
En este país, ser hijo de un integrante de las fuerzas militares y de policía significa dormir con el miedo a la muerte; dolorosamente, cuando llega nuestro inconsciente ya está preparado para la noticia. Dicen que la "conciencia" (entender razonablemente lo que pasa a nuestro alrededor) llega a la edad de nueve o diez años, pero en Colombia los niños de cuatro años ya saben que nos estamos matando; lo que no entienden, y los adultos tampoco, es por qué.

Tenía ocho años y mi papa pertenecía al cuestionado Bloque de Búsqueda, grupo élite conformado por los mejores efectivos de la Policía y el Ejército. Pablo Escobar me daba miedo, no porque conociera plenamente su repertorio criminal, sino por esas propagandas de los dos únicos canales de la época, Canal 1 y Canal A, donde el gobierno ofrecía recompensa por su cabeza.

Del 2 de diciembre de 1993 recuerdo un país enterrado, acorralado por sí mismo, que le echaba la culpa de todos sus problemas a una sola persona: Pablo Escobar. Más adelante nos dimos cuenta de que la muerte del capo solo sirvió para que surgieran más "mini capos" con mayor capacidad para asesinar pero menos propaganda y show.

Por la labor de mi papá, a mi mamá le tocó recorrer el país con él, especialmente el Magdalena Medio, por los lados de Barrancabermeja, La Dorada, Puerto Triunfo, etc. Pertenecía al Goes, al CEA, al Unase, al Copes y no sé cuántas siglas más destinadas a un solo propósito: cazar a Escobar.

En 1993 mi padre decidió que era hora de que nos radicáramos en un solo sitio, una ciudad segura, pequeña, alejada de la que para muchos era la ciudad más peligrosa del mundo: Medellín. Pablo andaba suelto después de burlarse del país con su Catedral, pero en Medellín el miedo no era solo por él sino también por Los Pepes, que más tarde se convertirían en las AUC. Las mismas de las Convivir, las del Pacto de Ralito, las autoras de masacres, las que llevaron tantas personas al poder. Los Pepes (Perseguidos por Pablo Escobar) no eran perseguidos sino narcotraficantes que querían monopolizar el negocio de la droga; a eso se debió su guerra contra el Cartel de Medellín, del que en mayo de 1993 ya no quedaba nada. Después de La Catedral había que "dar de baja" a Escobar. Él era la personificación del horror para miles de víctimas y, de una u otra manera, con Escobar muerto se calmaría la sed de venganza del país.

Eran las 4:00 p.m. y nos encontrábamos en un centro comercial de Ibagué cuando en la radio retumbó la noticia: "¡Cayó Pablo Escobar…!". La señora dueña del local donde estábamos exclamó: "¿Por qué en este país todo se soluciona así?". Seguimos recorriendo el lugar, pero no vi a nadie sonriendo ni feliz. Solo vi rostros que anunciaban tiempos más difíciles, para el país y para mí…

Esa noche hablé con mi papá, cariñoso como siempre con mi hermana. No tocó el tema y se despidió. Las noticias del Canal A mostraban una Medellín desolada y un país en toque de queda psicológico. Días después, por teléfono, le pregunté por el hecho, y dijo que habían ganado los buenos. La última vez que lo vi fue en marzo de 1994. Fue una hermosa despedida: desde un avión extendió su mano para decir adiós. El 23 de abril de ese año mi papá fue asesinado.

El 2 de diciembre Colombia pensó que algo había cambiado, pero lo único que en realidad cambió fue el autor de la violencia. Para mi familia sí hubo un cambio… Ese fue el inicio del fin.  UC

 

 

Ilustración: Aurélie Carmouze

 

 
blog comments powered by Disqus
Ingresar