En octubre de 1912 la señora Isabel Parra de Vidal fue aplastada por una turba de ciudadanos que intentaba entrar a la proyección de la película La pasión de Jesús en el Teatro Circo España de Medellín. La ciudad, alarmada por la muerte de la anciana, debatía maneras de controlar los desórdenes, al parecer ocasionados por la venta excesiva de boletas. Ya había tradición de espectáculos masivos en Medellín, en el antiguo Teatro, en el Circo y en los parques: retretas, ópera, zarzuela, teatro, circo, toros y bailes, entre muchos otros, pero nunca había sucedido algo tan grave. Los pobladores se atropellaban boleta en mano y codo alzado para entrar por encima del que fuera, literalmente, y ocupar uno de los cinco mil cupos de las graderías del Teatro Circo España para ver la película bajo las estrellas: se estaban convirtiendo en espectadores de cine.
La historia de esta “conversión” empezó el 22 de marzo de 1895, cuando los hermanos Lumière proyectaron en París la película La salida de los obreros de la fábrica, primera filmación secuenciada de imágenes fijas que, proyectadas a dieciocho cuadros por segundo, recreaban la sensación de movimiento. La proyección, que se realizó gracias al cinematógrafo (máquina patentada por los Lumière), se repitió en Europa con Sociedad espectadora insistencia junto a otras películas como La llegada del tren y El desayuno del bebé, todas documentales, mudas, en blanco y negro.
En 1897 pisó tierra colombiana, en el puerto de Colón, el vitascopio de Edison, que no era exactamente el cinematógrafo de los Lumière sino otra máquina de proyección de imagen en movimiento. Fue de Colón a Barranquilla, y luego a Bogotá y Bucaramanga. La misma máquina hacía una gira que anunciaba el futuro itinerante de las proyecciones de cine en la década siguiente. No se vendían proyectores, ni había películas, ni salas, ni luz, ni operarios, ni empresas de exhibición.
El sacerdote Humberto Bronx sostiene que la primera función se presentó el 1 de noviembre de 1898 y luego se hicieron otras funciones en Rionegro. Los proyectores iban de un lado para otro, como una compañía de circo, lanzando sobre telones blancos imágenes en movimiento por un rato, y luego partían con su magia a otra parte. Hasta ese momento se parecían más al circo y a los magos; no interesaba tanto el contenido de las películas como las virtudes mágicas del aparato, lo maravilloso de sus efectos.
La realidad en Colombia, o por lo menos en Medellín, en ese sentido fue muy diferente al caso francés, donde un poco más de un año después de la primera exhibición de cine de los Lumière se realizó la primera proyección paga y se creó una industria de producción sistemática de películas, de exhibición y de consolidación de públicos.
Cuando murió doña Isabel, ya hacía diez años Georges Méliès había producido El viaje a la luna, historia de ficción en cine rodada y proyectada con gran éxito en Europa en esa primera década de 1900.
El de la producción de películas de ficción no es un dato más. La magia transformadora del cine radicó más en la capacidad de contar historias que en la de proyectar imágenes en movimiento. Dicho de otro modo, el poder del cine no estuvo tanto en el cinematógrafo como en el cineasta. Las películas de Georges Méliès fueron exhibidas en Medellín en 1904 en un proyector Pathé, en un evento que la prensa local reseñó así:
“Ante selecta y numerosa concurrencia exhibieron la primera vez en nuestro teatro, los señores Emilio Sposito B. y Julio A. Pocaterra, el cinematógrafo Pathé. El público en su totalidad iba casi predispuesto en contra del espectáculo, sin duda por la experiencia que le dejaron otras representaciones de esa índole. Y hubo de sufrir, sin embargo, un agradable desengaño: pues salió perfectamente satisfecho. Son de recomendarse con especialidad los cuadros animados del viaje a la luna, de Julio Verne, los bailes y las vistas en colores que son muy hermosas y se proyectan con bastante perfección”.
La referencia a las “vistas” de colores posiblemente obedece a que el mago Méliès pintaba a mano los cuadros en algunas de sus historias. Mientras en Europa ya había industria, producción, espectadores y salas, y se contaban historias a través del cine, en Medellín el público seguía encantado con toros, magos y prestidigitadores y, ocasionalmente, algunas peleas de boxeo.
Todo eso empezó a cambiar con la confluencia de varios acontecimientos: la consolidación de un público para el cine, el surgimiento de empresas de distribución, la creación o adecuación de sitios para la exhibición cinematográfica, la pretensión de usar el cine como instrumento de proyectos educativos, el uso del cine como complemento de espectáculos de entretenimiento y la producción propia.
Las prácticas colectivas de entretenimiento social previas a la llegada del cine evidenciaban una sociedad parroquial, no una sociedad espectadora, pero sentaron las bases para el surgimiento de un interés generalizado por ver películas, valorarlas y criticarlas, amar y odiar a los héroes, extasiarse en la sala, superar el tedio en silencio pero acompañado de los otros y de sus propias motivaciones profundas y temores; es decir, de una sociedad transformada en sociedad espectadora por sus modos de ver.
Las primeras exhibiciones las hacían negociantes ambulantes, la mayoría extranjeros (aunque se tiene registro de por lo menos un emprendedor local, el Sr. Ricardo Abreu, quien en abril de 1913 compró un proyector y se dedicó a hacer giras por la región), que se veían obligados a repetir muchas veces la misma película y con frecuencia tenían problemas técnicos. Si la proyección era en el circo, sucedía al aire libre y estaban sometidos al clima. Las fuentes de energía para alimentar el motor de los proyectores no eran estables, pues hasta 1915 las quejas por la inestabilidad y ausencias de luz eran frecuentes. Los proyectores de carbón no eran prácticos para las proyecciones de cine. Adicionalmente, los proyectores no eran máquinas para soportar los viajes, el trajín y el genio del público y de los mismos operarios.
Luego de las proyecciones que exhibían las cualidades mágicas del aparato, vinieron las que eran complemento de otras actividades: el cine como gancho para charlas educativas y como acompañamiento de espectáculos de entretenimiento. Por ejemplo, la Compañía de Teatro Barragán usaba el cine en medio de las representaciones teatrales, y también era usado con frecuencia como remate de las corridas de toros.
Cuando se empezaron a hacer proyecciones sistemáticas de películas, en las cuales el cine era el único protagonista del espectáculo, se anunciaban “vistas” nuevas, lo que indica que la repetición era frecuente. También se promocionaban proyectores de buena calidad, lo que evidencia que muchos se dañaban, frustrando el espectáculo y a los espectadores. Es importante tener en cuenta que el término “vistas” se usaba indistintamente para cine, fotografías, ilustraciones y dibujos.
Un ejemplo de lo dicho es la forma como la prensa local registraba las proyecciones en 1908. Al referirse al espectáculo cinematográfico, son frecuentes las referencias a la escasa concurrencia y al funcionamiento deficiente de los proyectores: “en las vistas cinematográficas se notó más claridad y mejor funcionamiento que en las de la primera”; pedimos “que en las próximas representaciones haya más correcciones en el manejo del aparato”.
Hasta 1913 se observan referencias a cuando las temporadas de lluvia coincidían con las de proyección de cine, situación desastrosa pues el Circo España era descubierto. No son escasas las menciones a la poca asistencia y a la lluvia que hacía de la proyección una “mala noche”:
“Con regular público se dio la función del jueves a pesar de la lluvia. Las vistas fueron del agrado del público, por lo general, aunque hubo algunas ya conocidas”.
Un acto más en el teatro
Las primeras veces en que el protagonista del cine no fue el proyector ni el proyeccionista sino las películas tuvieron lugar en medio de otros espectáculos públicos que consideraban al cine como un acto más; se presentaba el contenido de la obra que fuera (teatro y toros, principalmente) y en algún momento de la presentación se proyectaban películas del cinematógrafo.
El uso del cine como complemento de las obras de teatro empezó tímidamente con presentaciones de la Compañía Fábregas, y principalmente en 1913 con las presentaciones de teatro de la Compañía Barragán, que incluían proyecciones de películas de cine como si fueran un acto más de la representación teatral. No se usaba el cine para ambientar la presentación de la obra, sino que se interrumpía la representación en vivo mientras el público apreciaba unas imágenes en movimiento, o la película hacía parte de una serie de actos de representación. En Medellín, el uso del cine dentro de la representación teatral no fue sistemático ni se prolongó en el tiempo. No hay registros de estos usos hasta los años finales de la década del 10.
Un acto más en los toros
En los toros, en cambio, el cinematógrafo acompañó las corridas durante varios años consecutivos hasta que incluso se hizo normal ver anunciada la corrida con el nombre de la película. Las proyecciones y corridas sucedían en el Teatro Circo España, por lo que se supone que empezaron realmente en 1910, cuando se inauguró este sitio, y se tienen registros hasta la corrida de junio de 1916 en la que alternaron Almaceño II y Volantín con la película Lucha y corazones.
Se llevaba a cabo la corrida de toros, y luego, al caer la luz del día, se proyectaba cine contra un telón en medio de la arena o contra un costado de las graderías. Esta situación también es reseñada por Humberto Bronx en Breve historia del toreo en Medellín: Gabriel Castro ‘El Picador’ (1959).
Durante las corridas de toros y las proyecciones de cine en el Circo España los pobres ocupaban el tendido de sol, por lo que resultaban ubicados en la parte posterior de la sábana de proyección; es decir, veían la película por la parte de atrás del telón y, por tanto, las imágenes al revés de como fueron rodadas. A raíz de esta situación se han tejido teorías sobre las formas de ver cine de los pobres que merecen ser cuestionadas, como, por ejemplo, que debían usar espejos para entender la película. No hay registros de tal situación, y no tendría sentido, pues las películas no venían subtituladas sino, ocasionalmente, con intertítulos en inglés, de manera que daba lo mismo hacerse frente a la sábana o atrás de ella; igual nadie iba a poder leer. Y aunque las personas ubicadas en el tendido de sol veían la película al revés, esta situación solo cambiaba la dirección de las acciones, y no era necesario un espejo para comprender el relato.
Adicionalmente, hay que considerar que al principio la gente no iba a ver cine sino la corrida. Los precios de las boletas en el Circo España eran a veces diferenciales y a veces únicos; de hecho, hay muy pocos registros de tarifas diferenciales para sol y sombra. Esta aclaración es importante porque el cine fue un espectáculo caracterizado por juntar a las distintas clases sociales. No fue el primero en hacerlo, pero sí es una característica de la sociedad espectadora: la segregación en las salas no funcionó (ni en el circo España) y no se pretendió hacerla, pues en las formas de organización de los asistentes el cine heredó más la tradición del circo, el vaudeville y los espectáculos populares, que las formas de asistencia a espectáculos de la élite “culta”.
El uso que los empresarios de los toros dieron al cine se diferencia del que se le dio en las obras de teatro en que el cine no era un acto solamente, sino el acto final, a oscuras, luego de la corrida. Es posible imaginar a los asistentes presenciando la proyección después de la algarabía, del clímax ante la espada, luego de la muerte del toro… Tal vez allí (y no en el teatro) los medellinenses empezaron a aprender a hacer silencio en cine.
El cine como magia
No se tienen registros del uso del cine en otros espectáculos públicos del Circo España como el boxeo, o demás actos deportivos, pero sí por parte de cirqueros, magos y prestidigitadores. En la primera década del siglo XX, y aún hasta la primera mitad de la segunda década, fue corriente la comunión bajo una misma carpa del cine y el circo. Se sabe del éxito rotundo que tuvo en febrero y marzo de 1915 la proyección de la película Los Zubagos como parte del espectáculo que ofrecía en la ciudad el Circo Tatalí.
Los magos y prestidigitadores que con más frecuencia visitaban Medellín eran el Profesor Arak, el ilusionista Sr. Frídolli, el faquir Capitán Segrera y la Compañía de Acrobacia Rómulus. Hay registros del uso del cine por parte del mago Arak y del Sr. Frídolli, directamente en su lista de espectáculos o como complemento de los mismos. En mayo de 1914 se evidencia con beneplácito en distintos medios la calidad de la película El indio bravo o Haz el bien y no mires a quién, proyectada en medio de un espectáculo del mago Arak.
El público tenía la expectativa de maravillarse con las imágenes que el cinematógrafo entregaba y el mago programaba. La virtud del artista, en este caso, estaba en la selección de las películas, asunto nada sencillo si se tiene en cuenta que el cine disponible en la época era “excesivamente obvio”. El tradicional mago Arak, que visitaba la ciudad cada año, en 1914 aparecía ya como un empresario del cine. El cine compartió palmas con los magos y, mágicamente, convirtió a algunos en empresarios del cine.
Las películas cantantes
Otro tipo de espectáculos con los cuales el cine compartió palmas fue la música. La retreta, el espectáculo musical más frecuente y cotidiano en la ciudad, que no funcionaba por temporadas sino regularmente y habituó a su público, no usó el cine, o, al menos, no hay registros de proyecciones de cine en la retreta, aunque esta sucedía a las 6:30 p.m. los jueves y domingos, al aire libre en las primeras dos décadas del siglo, hasta que en 1915, por solicitud del director Gonzalo Vidal, se cambió para las 11:00 a.m.
La única presentación de canto y cine de la que se tiene registro sucedió en 1916, y se trató de una presentación del Dueto Hispanoamericano que alternó con la película Oro que mata. Pero el cine sí se dejó acompañar por la música de varias maneras: para que la música acompañara las proyecciones de cine mudo, y para que el cine fuera una pieza musical adicional en conciertos y recitales.
Hay que tener en cuenta que el cine, producido inicialmente en Europa y Estados Unidos, no era sonoro (el que se exhibió hasta finales de los veinte era silente, pues el cine parlante se popularizó en la década del 30), pero rápidamente las empresas productoras empezaron a acompañar la distribución de las películas con una partitura para que se interpretaran esas piezas musicales durante la proyección del filme.
En Colombia, en algunas proyecciones, sencillamente se disponía de un intérprete cualquiera que acompañara la proyección interpretando cualquier melodía. En estas películas no sonaba lo que los personajes decían, así como no sonaban el paisaje ni el ambiente. El diseño del espectáculo incluía, entonces, la selección de piezas musicales e intérpretes que “sacaran de apuros” a los programadores acompañando la película o complementándola. Durante la temporada de cine de febrero de 1909, la Lira Antioqueña amenizó con música la función de cine con tal maestría que los aplausos fueron más para los músicos que para la película. La prensa lo registró con frases como esta: “Son muy dignos de felicitaciones porque muchas veces sacan de grandes apuros a los empresarios de espectáculos públicos…”. La música, y en Medellín los músicos, robaron palmas al cine.