El 20 de mayo falleció en Alemania el músico norteamericano Ray Manzarek, archifamoso por haber sido el teclista o tecladista principal de la potente banda de rock ácido The Doors entre 1965 y 1971, al lado de Jim Morrison, Robby Krieger y John Densmore. Había nacido en 1939. Hablaremos de Las Puertas lo estrictamente suficiente: el grupo –dicen los historiadores– lo dirigía Morrison con el dedo chiquito del pie izquierdo, merced a su poderosa personalidad y prepotencia y cólera –valores necesarios para chicos y grandes, reconozcámoslo–, y en su corta pero esplendorosa carrera en Los Ángeles, California, produjo álbumes excelsos aunque muchas veces difíciles de escuchar en aquella lejana época en la que Morrison regía como el 'Rey Lagarto', alias tomado de uno de sus poemas; porque el man no solo escribía las letras de sus iluminadas canciones, también incursionaba en ese bendito género literario cuando todavía se acostumbraban esas pacientes caligrafías: en español se conoce media docena de libros antológicos que incluyen los más famosos versículos de Oda a Los Ángeles –Pensando en Brian Jones muerto–, Una plegaria americana, Los Señores, Far Arden, Agua seca, Las cintas de la aldea, El Ojo, y por supuesto La celebración del Lagarto. En la película de Oliver Stone, si no estoy mal de 1991, el director queda mal parado pues se concentra en la parte droga-dura del joven Jim, en sus obscenas insolencias en conciertos donde les mostraba el pipí a las fans y cometía innombrables actos contra la pureza, y en las búsquedas con la heroína, el ácido lisérgico y el peyote –gran delicia de la comida mexicana–, además de toda clase de hierbas del Lejano Oeste.
La indagación desesperada por la existencia de un Algo Superior –esa majadería– partió de su lectura inicial del libro de Aldous Huxley Las puertas de la percepción (1954), título extraído a su vez de un verso del místico inglés William Blake: "Si las puertas de la percepción quedaran depuradas, todas las cosas aparecerían al Hombre tal como son: infinitas". Y el librito de Huxley partió de sus experiencias con ácido lisérgico, dirigidas –hacia 1950– por el futuro profeta de la generación hippie Timothy Leary. Por mi parte pienso que Morrison también leyó algo de Las enseñanzas de Don Juan, con todos sus chamanes adjuntos.
Manzarek y sus compinches de The Doors no fueron ajenos a las investigaciones extracorporales de Morrison, y todo ello se nota diáfanamente en sus aportes a los álbumes que grabaron entre 1966 y 1971, a saber: The Doors, Strange days, Wating for the sun, The Soft Parade, Morrison Hotel y L.A. Woman (uno se me escapa). Después del último citado Morrison murió en París, gordo y sucio y en una bañera, a los 27 años. Nadie supo de qué. Cuando me tomé una foto en su tumba de Montparnasse (¿o de Pere Lachaise?) en 1978, el negativo salió todo velado; no hay que creer en ello, pero El Maligno existe.
Confieso que siempre me gustaron de Las Puertas los impresionantes acompañamientos de Ray Manzarek en los teclados de entonces, sobre todo eléctricos órganos todavía de tubos, clavicordios y similares, y por supuesto pianos desconectados. Cuando el hombre se desbocaba parecía aquello un ceremonial de iglesia luterana desorganizado en un sabbath medieval, pero no en un Black Sabbath, tampoco. Después de Morrison el grupo siguió ardiendo un par de años hasta las cenizas, renaciendo de cuando en cuando con diferentes apelativos y músicos originales o recién nacidos, hasta posarse en Riders on the storm –una de las canciones de Morrison–; levante la mano quien los haya visto en Bogotá. Yo no.
De Manzarek en solitario me gustaron dos álbumes: primero, The golden scarab, como dicen en inglés, "slightly based" en el cuento El escarabajo de oro de Edgar Allan Poe, un título que aspiraba a mucho, con aires de mística egipcia y otros sincretismos, pero que se diluyó desde el principio, quizá por culpa de la extraña mezcla e influencias de los dieciocho músicos contratados, entre ellos la críptica sibila Patti Smith, quien lee cinco líneas. Manzarek construye letras puramente morrisonianas, e imita de vez en cuando su voz en asuntos filosóficos que se convierten en divertimentos burlescos, tales como "Oh tú Perfecta Forma plena de néctar: Tuve un sueño solar, el Celestial Esquema y Plan para el Hombre Superior, toma tu vida en tus manos y dirígela, no niegues tu Cuerpo o extraviarás el camino, el Cuerpo es el secreto, algún día serás Espíritu Puro pero por ahora, nena, puro cuerpo…
Toma una siesta a la sombra de un árbol, bebe una limonada, métete al cine, date una caminata por este parque y tírate un pedito, querida…". O en La barca solar: "Demos un paseo en la Barca de Ra, trae tu cetro, trae tu rayo, veremos El Ojo bajo el Palio, la Estrella Matutina, el borde del Vacío no está muy lejano, veremos las fuentes del Nilo, que están en el Tibet, y quizás el Expresso de Shanghai… No tengas miedo de la Barca Solar, al frente van Nietzsche y William Blake, el Kundalini va en el pasillo formando figuras de ochos perezosos, Buddha está comiendo helado como también Lao-Tsé, Freud y Jung se dan las manos y te dicen 'Estamos contigo'…".
En la canción El escarabajo dorado no faltan referencias al Antiguo Egipto y sus dioses y faraones y templos hoy vueltos polvo, Amenhotep, Akenathon, Nefertiti, Tutankhamen, Heliópolis, y el escarabajo corriendo por allí, danzando en la Lux Aeternam. El resto del álbuM baja a do menor y es muy trivial, con saxofones, bajos, trompetas, bongos y congas y percusiones antillanas y caribes, vea usted. Mucho ron pirata de Jamaica en la cabeza y la panza.
Diez años después, en 1983 –y este es el Manzarek que más me gusta–, reúne grandes coros, orquesta sinfónica, grupos de cámara, para hacer una reversión de las prodigiosas Cármina Burana –con tilde–, que significa "Canciones de Beuern", un pueblito de Alemania donde en el siglo XIX se hallaron los pergaminos medievales plenos de letras mediosagradas pero más profanas y mundanas que cosa vista hasta entonces; esto para los ilustradillos que piensan que "Carmina Burana" sin tilde es el nombre de una putilla gitana como la Carmen de Bizet. Manzarek aporta demoledores tornados de rock, ya puro, ya sintetizado, a las partituras originales del hasta entonces serio músico Carl Orff para sus "Cármina" de 1935-36, que le supusieron un éxito demoledor en pleno régimen nazi y la acusación de serlo con suposiciones de citas racistas en la obra; puras calumnias de los concejales de la espuria raza aria. Nuestro buen Manzarek, de la mano asesora del minimalista Philip Glass, produjo una apretada selección de los temas de Orff –podrían decirse órficos, sin duda–, cantados en la lengua original de los manuscritos, mezcla de francés antiguo, alemán y, sobre todo, latín: se atribuye la escritura de las canciones a extraviados estudiantes universitarios, monjes disolutos o de severa iglesia, goliardos o juglares, mechudos vagabundos. Una síntesis majestuosa, con títulos sugestivos como Oh Fortuna, Emperatriz del Mundo, El alegre rostro de la primavera, El sol todo lo suaviza, El bosque florece, Boticario, dáme maquillaje para sonrosar mis mejillas, En la taberna, ardiendo interiormente, En otro tiempo adornaba los lagos cuando todavía yo era un cisne, Yo soy el Abad, El amor vuela por todas partes, Había de pie una muchacha con una túnica roja, De mi pecho brotan muchos suspiros, Oh dulcísimo, el más amado, a ti toda entera me entrego… Toda una apoteosis de cuerpos y de almas, y toneladas de toneles de vino. ¡Ay, perdutto amore! The end: Los lectores interesados en esta "Cármina Burana" de Manzarek pueden encontrar todos los poemas que allí se cantan en una magnífica traducción de Juan A. Estévez disponible en el étereo- estéreo bar La Nube –The Cloud–, y comparar juiciosamente la versión rockofónica con la clásica de Orff. Finalicemos con algunas leves rimas: "El amor vuela por todas partes, es capturado por el deseo... Los jóvenes y las jovencitas se unen merecidamente. Si alguna moza no tiene compañero, carece de todo placer… Tu hermoso rostro me hace llorar mil veces, pues tu corazón es de hielo. Como remedio, al instante vuelvo a la vida con un beso… Ve canción, ve canción, que mi amor no viene… Quiera Dios, quieran los dioses, lo que imaginé en mi mente: que podía abrir las cadenas de su virginidad…".
Un brindis con tinto y Lucky a la memoria de Ray, monje suelto.