Nah, qué va, esos chinos nunca volvieron. Por allá se ven en Preferencia. Todavía saludan. Son gente elegante, pa qué… Yo los conocí cuando me pasaron una pata de una cripa toda áspera. A ellos los mongolizó menos que a mí. Ahí donde ven a esos riquitos, son todos desatinaos. ¿Pero es que hablame de un hincha del Medallo que no sea desatinao?
Yo llevo viniendo a la Norte desde que poníamos costales en vez de trapos. Ese año fue el Mundial de Francia. Y todavía estaba abierta La esquina del DIM. Así se llamaba un bar al que le decían el viejo Zepelín, como se conocía una calle de La América en la época en que todavía había tranvía. Y parte del paseo de caer a la tribuna era pasar por esa esquina y tomarse un guaro. Se parchaban unos cuchos a lo bien que le invitaban a uno hasta cinco chorritos. Cuchos elegantes, que iban con su cojín pa sentarse en los altos de Oriental. O relajaditos en las populares. Pero pegados siempre del radio.
Todavía me acuerdo de un día en el que el cucho del bar cerró cuando menos pensábamos que iba a cerrar. Acabábamos de ganar en Ibagué e íbamos a la final contra el Pasto. Parce, y un año antes ya habíamos perdido una contra el América… Era como la revancha, y por fin ser campeones. Y a lo bien que no es por nada pero con el Pasto uno la veía más breve que con otros, ¿o no?... Pero bueno, lo que sea, al final el cucho echó a todo ese gentío que iba a empezar a gastar de a garrafa; imagínense: clasificados ya y el cucho se emputó, que pa la casa, que cuál guaro homen, que había que estar en la casa juiciosos porque por festejar era que Dios no nos daba la estrella…, y nos mandó a todos a buscar chorro y a tirar voladores…
No le digo parce que pa desatinaos los hinchas del Medallo. El cucho decía que por eso él "no era hincha a morir aunque fuera mejor que los hinchas a morir". Y así, loco y bueno, fue el profe Luna, el de ese título. Ese día, cuando 'Mao' Molina metió el tiro libre, don Félix, un cucho que tenía una tienda por el Parque del Ajedrez, empezó a repartir empanadas. Como un loco, ese cucho que no le fiaba a nadie, le dio la loquera, parce, por repartir empanadas a todos los que llenaban las mesas, que se abarrotaron al frente del televisor que había en una esquina del techo. Pero al cucho, loco que era, le dio por cobrar el ají: "ni bobo que fuera, no voy a perderle todo", decía.
No le digo que todos son desatinaos, parce… Vea esos gomelitos del Poblao; uno piensa que son todos picaos, y a la hora de la verdá, probones como uno. Gastan el chorro, el vinacho. E invitan a otras cosas. Chucito de mil, que a veces le coge a uno el hambre cucho. Y la bareta, esa cripa que es toda mongolizadora. Y es que a lo bien cucho, de eso se trata cuando uno sigue al Rojo. De estar carnavaliado. Todos viven la fiesta a su manera. Pero eso sí, todos desatinaos.