Número 46, junio 2013

ARTE CENTRAL
Los extraviados de París

Fotografías de Valentina Tabares-Foubert
2007 - 2008

Fotografías de Valentina Tabares-Foubert

Fotografías de Valentina Tabares-FoubertHacía cinco años vivía en París, iba siempre caminando de un lado a otro, demasiado ocupada en ganarme la vida como para contemplar la ciudad y sus monumentos históricos: Le Musée de Louvre, Le Pont Neuf, La Cathédrale de Notre Dame, Le Sacré Coeur. En invierno, doblada por el frío y el cansancio, me limitaba a observar el sucio suelo parisino camino a casa. En un atardecer oscuro del mes de noviembre, cruzando una calle en el barrio Montorgueil, algo en el piso me llamó la atención. Era un guante de lana, negro, solo, nuevo, parecía conservar aún el calor de la mano que lo había perdido. Abandonado, indefenso, el guante sobre el suelo me tocó el corazón. Decidí fotografiar a esos extraviados hasta hacerme a una colección de 150 ejemplares a lo largo de dos inviernos.

Eran una obsesión. En cada uno de esos guantes veía manos arrancadas de sus brazos, echadas al olvido en la mugre de la gran ciudad. Su abandono me hacía pensar en la pérdida de lo que creemos nos pertenece, en la soledad, en el frío seco que irrita la piel desnuda. Ahora mis ojos iban clavados al suelo de las calles de París en búsqueda de guantes extraviados. Encontrarlos era una gran alegría. A pesar del frío que me paralizaba, quería inmortalizar los que se cruzaran en mi camino.

En esta «chasse aux gants» me di cuenta de que los guantes extraviados no pasan inadvertidos. Muchos estaban sobre marcos de ventanas y bancas, o, lo que resultaba siempre cómico, ensartados en cercas metálicas o en los bolardos de las aceras. Esos guantes conservaban el gesto anónimo de ese alguien que, salvando el guante, intentó sanar el abandono al que nos arrojan las grandes ciudades. Nunca vi a nadie hacerlo. No supe quién en París podría sacarle tiempo a un guante perdido cuando todos van tan rápido.

Y, ¿qué pasaba con el otro? En general pierdes sólo uno, no los dos. El otro lo encuentras cuando llegas a casa o cuando has tomado el metro y es muy tarde para regresar a buscarlo. Muchos, como yo, guardamos inútilmente el que queda por si acaso el otro aparece, y el guante no se queda en un cajón, entre medias, algunas también solas, rodeado de la aristocracia de los guantes pares, recordándonos la pérdida del otro.

Inmortalizándolos, pensaba que así su antiguo dueño y yo nos comunicábamos en la contemplación de la soledad. Aquí una pequeña selección de mis extraviados de París.  UC

Fotografías de Valentina Tabares-Foubert

    

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