En los documentos desclasificados de la Policía Nacional hay reportes de un informante apodado TUM, quien durante 1932 describió las actividades del Partido Comunista Colombiano. Sus informes, presentados personalmente al capitán Gustavo Gómez, director de la Policía durante el gobierno liberal de Oyala Herrera, tenían tres propósitos generales. En primer lugar, TUM daba instrucciones para lidiar con huelgas específicas. Recomendó, por ejemplo, "arreglar" cuanto antes la huelga de choferes que por entonces se gestaba en Bogotá. Según afirmó, los choferes eran "elementos muy numerosos" y podían llegar a ser demasiado "peligrosos" si su causa era capitalizada por el comunismo.
Además de rompehuelgas, TUM era asesor del gobierno en su relación con el movimiento obrero. Para "contrarrestar la acción" del Partido Comunista entre las masas trabajadoras propuso, entre otras cosas, iniciar una activa campaña de propaganda en la que el gobierno resaltara sus políticas sociales en materia de empleo. Esta campaña debía hacerse "especialmente por carteles y hojas volantes, ya que hay muchos elementos obreros que no alcanzan a informarse en el periódico". La tercera de las tareas de TUM, una que él mismo había propuesto, era organizar comisiones que se desplazaran hasta las regiones "peligrosas" en las que tenía influencia el comunismo, para desvirtuarlo y difundir las propuestas del gobierno: "Una hasta Buenaventura, otra a Ibagué, otra a la región cafetera alrededores de La Mesa (sic), otra a Barranquilla y Cartagena, otra a la Zona Bananera".
Pero, más que rompehuelgas y estratega, TUM fue un delator. Enumeró, por ejemplo, los municipios en los que el comunismo tenía influencia y que podían representar un riesgo para la capital: "La región que está más trabajada y que ofrece mejores perspectivas para un movimiento sobre Bogotá son (sic) especialmente los alrededores de La Mesa y Viotá. De allí, pueden venir, de la sola Mesa, en un momento dado, cerca de dos mil socialistas a la capital…
Salen por una trocha extraviada, en unas diez horas de marcha, a Sibaté, de donde, por la carretera, fácilmente llegan a Bogotá".
Y no solo describió con detalle ciertas actividades del Partido Comunista, también acusó con nombre propio a algunos de sus miembros y propuso formas de castigarlos. Fue especialmente crítico con el entonces secretario general del Partido: "La propaganda que hace [Guillermo] Hernández Rodríguez, Secretario del grupo que preconiza la violencia, es muy activa y muy intensa; parece que la inició hace unos cuatro o cinco meses un alemán que entonces estuvo en el país y que ya lo abandonó, y esta propaganda es general". El informante desenmascaró también a la pareja de Hernández Rodríguez, la revolucionaria venezolana Carmen Fortoul, quien usaba el seudónimo de Inés Martell. Según se lee en los informes, llegó incluso a pedir su deportación: "TUM considera conveniente la expulsión de la venezolana Martell, quien hasta hoy se ha hecho pasar por colombiana. Aconseja el medio para poderla expulsar".
Entre los informes de la Policía Nacional de aquella época se encuentra también la carta en la que el director de la Policía le revela al presidente Olaya Herrera la identidad de TUM: "Tengo el gusto de remitir a su Excelencia un resumen de una conversación que tuve ayer con el señor Tomás Uribe Márquez (cuyo nombre conviene guardar con cuidado) y el cual pone a la Policía en posibilidad de conocer un poco mejor las actividades del grupo comunista".
De modo que TUM no es otro que el agrónomo formado en Europa, quien llegó con ideas socialistas de México a su natal Medellín y luego a Bogotá en 1917, líder de la izquierda nacional, secretario del Partido Socialista Revolucionario desde su creación en 1926. ¿Cuántas veces se vieron el policía y el revolucionario? ¿Dónde se encontraban para hablar? ¿Qué propició el cambio de Uribe Márquez a TUM, de adalid de la colectividad a delator?
El de 1932 era un país distinto al de los años veinte, en los que Uribe Márquez había liderado el socialismo. La hegemonía conservadora había caído y el gobierno de concentración nacional de Olaya generaba algunas ilusiones entre sectores progresistas. Pero, sobre todo, era la izquierda la que había cambiado.
No se trataba ya de aquel partido artesano y obrero que acogía a las capas medias y a los intelectuales, de aquella colectividad heterogénea guiada por Uribe Márquez, dos de sus primos hermanos, María Cano y Francisco de Heredia, y sus respectivas parejas, parientes y amigos.
En 1930 la colectividad había dejado de llamarse socialista y se había convertido en el "Partido Comunista de Colombia". Desde Moscú se había enviado una delegación cuyo fin era refundar un "verdadero" partido comunista exclusivamente proletario. La delegación fue encabezada precisamente por el joven Guillermo Hernández Rodríguez, quien había estudiado en la Escuela Lenin de la Internacional Socialista, y por su novia, la venezolana Martell. Ambos, arrogantes y dogmáticos, denigraron del pasado y de los viejos líderes, a quienes señalaron como figuras negativas. Así, para el momento en que sirvió como informante a la Policía, Uribe Márquez había sido criticado fuertemente dentro del Partido durante dos años, acusado por Hernández Rodríguez de ineficiente, blando y amigo de los liberales. "¡Me han convertido en el trapo sucio del partido!", exclamó desesperado en alguna ocasión el antiguo dirigente.
En una de sus cartas al presidente Olaya, el capitán Gómez le informa sobre las razones que habrían llevado a Uribe Márquez a convertirse en informante. De acuerdo con el texto, el prócer de izquierda había decidido delatar al que alguna vez había sido su partido porque este se extraviaba en una corriente violenta. Según cuenta Gómez, "TUM representa una corriente teórica, pacífica… Me manifestó que con esto pretendía evitarle al pueblo que lo lanzaran por caminos tortuosos y violentos".
Este apego a las ideas pacifistas resultaba, sin embargo, un tanto fingido, pues tan solo tres años atrás, siendo secretario general de la colectividad, Uribe había liderado una insurrección armada nacional. Ciertamente, tampoco iba a "salvar al pueblo de la violencia" entregándole a la Policía la lista y ubicación de los bastiones obreros rebeldes. Así, todo parece indicar que la historia de TUM delator, más que una lección de coherencia ideológica, amor al pueblo o a la patria, es una novela de venganza.