Número 86, mayo 2017

Opio por las nubes
UC

Colombia sigue con un lugar en el podio de los países jíbaros según los datos del más reciente Informe sobre la Estrategia para el Control Internacional de Estupefacientes (INCSR) que presenta el Departamento de Estado de los Estados Unidos. El 90% de la cocaína decomisada en las chuspas de los gringos proviene de Colombia, tiene la marca de Tumaco, Puerto Asís, Tibú, El Tambo… Afganistán es otro de los líderes en el ranking de los países problema por las 200 000 hectáreas de amapola con el sello de sus provincias, Helmand, Kandahar y Badghis, porque los talibanes también siembran y disparan. Allá también hay veredas, clanes y golfos. México es líder indiscutido por la producción del 95% de la heroína que se inyectan en Estados Unidos, la fabricación de los opioides sintéticos y el último brinco para la coca, contra el muro hay catapultas y túneles. Venezuela y Nicaragua, por sus gobiernos y sus sobrinos amigos de los envíos certificados; Guatemala, Honduras, El Salvador, por el tránsito obligado; Jamaica y Haití, por sus ciudadanos dispuestos al viaje; Perú por ese lotecito de coca que le dejamos y Panamá por su gusto por el lavado, todo limpio, hasta en el palacio presidencial. Para Laos, India y Pakistán tendrán sus razones.

Trump, que siempre parece en un mal viaje, le dijo a Santos que seguirán siendo aliados contra las drogas, y es seguro que le soltó, a ese pobre aprendiz suramericano, ya en privado, un ultimátum sobre el aumento de las hectáreas de coca en esas selvas insalubres. Pero en Estados Unidos la cocaína es cada vez más un mal menor. Hoy se huelen un tercio de lo que se metían en la hiperactividad de los noventa. Y la epidemia por sobredosis de heroína, analgésicos recetados y el Fentanyl, entre otros, hace que los médicos, los políticos, los policías y los padres de familia fijen su atención en otras urgencias. Según el National Institute on Drug Abuse el 40% de las emergencias por abuso de drogas en los hospitales de Estados Unidos tienen a la cocaína como causa principal. En el 2011 eran en total un poco más de 500 000 embales bravos cada año. Pero el consumo que termina en las morgues viene sobre todo de los opioides. William Brownfield, exembajador gringo en Colombia, hombre acostumbrado a ver solo la coca como la “mata que mata”, fue claro en sus declaraciones al presentar el INCSR en marzo de este año: “Hoy en día Estados Unidos tiene más comunidades, más familias y más regiones confrontadas al problema de la droga y la adicción, especialmente de heroína y otros opiáceos”.

La imagen de las ollas oscuras en las grandes ciudades y de los negros como víctimas preferidas del crack en los suburbios es ahora un lugar común de las series y las películas de finales del siglo XX. Ahora mueren los padres blancos de familias ejemplares o disfuncionales en West Virginia, Tennessee, Kentucky y Carolina del Norte.

Los muertos por sobredosis aparecen en sus camionetas recién tanqueadas o en sus casas de los barrios en las afueras de las ciudades. Hombres blancos, no hispanos, entre 25 y 44 años son las víctimas más frecuentes. El año pasado murieron más de 33 000 norteamericanos por sobredosis asociadas a los opioides. Desde el año 2000 las muertes por sobredosis han aumentado en 137%. Los médicos siguen recetando y los grandes laboratorios siguen vendiendo. Cada año se prescriben 260 millones de fórmulas médicas de opioides en los Estados Unidos y el 45% de los adictos a la heroína también compran un ajuste en las farmacias. Las muertes por sobredosis de cocaína también aumentaron en los últimos años, datos del National Institute of Health (NIH) de los Estados Unidos hablan de algo menos de 6 000 en el 2014, muy por debajo del pico de los últimos quince años, cuando llegó a 7 000 en el 2007. Todas las agencias especulan con un posible aumento del consumo de cocaína por el crecimiento de la oferta desde Colombia. Muy posiblemente ese fue el gran reparo de Trump a Santos. Un poco menos de un millón de norteamericanos tiene “problemas mentales por dependencia o abuso de cocaína”. Pero según los estudios oficiales los gringos mayores de doce años que dicen haber probado la coca alguna vez en su vida se mantuvieron en el 14.5% entre 2013 y 2015. Los datos sobre consumo en el 2016 dirán si las alertas son ciertas o si nos están tramando mientras nosotros les estamos mandando.

Los policías en algunos pueblos de Carolina del Norte, un estado líder en prevención, comienzan a hablar como médicos: “Nuestra tarea es salvar vidas”, dice uno de los agentes de las decenas de estaciones en ese estado que manejan jeringas y Naxalona, una droga que funciona como antídoto a las sobredosis de opioides si se aplica en los primeros minutos luego de la inconciencia. Más de 6 000 personas salvaron su vida con la Naxalona aplicada por policías o compañeros consumidores desde 2013 en Carolina del Norte. Las polémicas ahora giran en torno al precio de la “droga para las segundas oportunidades” y de las leyes que permitan a los consumidores llamar al 911 para que asistan a un amigo sin tener que enfrentar a la fiscalía.

Nosotros seguimos en el debate sobre el glifosato y en el desafío que representan las 90 000 familias cocaleras en las fronteras, en los Parques Nacionales, en las goteras de la Zonas Veredales, en las orillas del Pacífico y en el centro de las disidencias. Las discusiones y las estrategias también tienen que evolucionar. Igual que la postura frente a quienes comienzan a tener nuevos líos y han perdido poder en su discurso como víctimas. Pensar en la regulación, al menos hablar de la regulación de la cocaína, cuando Estados Unidos va liberando la marihuana primero que nosotros y recetando analgésicos con las viejas promesas del láudano. Han cambiado de tema, de drogas y de jíbaros primero que nosotros. UC

Erythroxylum coca
Papaver somniferum
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