Colombia sigue con un lugar en el podio de los países jíbaros según los datos del más reciente Informe sobre la Estrategia para el Control Internacional de Estupefacientes (INCSR) que presenta el Departamento de Estado de los Estados Unidos. El 90% de
la cocaína decomisada en las chuspas de los gringos proviene de Colombia, tiene la marca de Tumaco, Puerto Asís, Tibú, El Tambo… Afganistán es otro de los líderes en el ranking de los países problema por las 200
000 hectáreas de amapola con el sello de sus provincias, Helmand, Kandahar y Badghis, porque los talibanes también siembran y disparan. Allá también hay veredas, clanes y golfos. México es líder indiscutido por la producción del 95% de
la heroína que se inyectan en Estados Unidos, la fabricación de los opioides sintéticos y el último brinco para la coca, contra el muro hay catapultas y túneles. Venezuela y Nicaragua, por sus gobiernos y sus sobrinos amigos de los envíos
certificados; Guatemala, Honduras, El Salvador, por el tránsito obligado; Jamaica y Haití, por sus ciudadanos dispuestos al viaje; Perú por ese lotecito de coca que le dejamos y Panamá por su gusto por el lavado, todo limpio, hasta en
el palacio presidencial. Para Laos, India y Pakistán tendrán sus razones.
Trump, que siempre parece en un mal viaje, le dijo a Santos que seguirán siendo aliados contra las drogas, y es seguro que le soltó, a ese pobre aprendiz suramericano, ya en privado, un ultimátum sobre el aumento de las hectáreas de coca en
esas selvas insalubres. Pero en Estados Unidos la cocaína es cada vez más un mal menor. Hoy se huelen un tercio de lo que se metían en la hiperactividad de los noventa. Y la epidemia por sobredosis de heroína, analgésicos recetados y el
Fentanyl, entre otros, hace que los médicos, los políticos, los policías y los padres de familia fijen su atención en otras urgencias. Según el National Institute on Drug Abuse el 40% de las emergencias por abuso de drogas en los hospitales
de Estados Unidos tienen a la cocaína como causa principal. En el 2011 eran en total un poco más de 500 000 embales bravos cada año. Pero el consumo que termina en las morgues viene sobre todo de los opioides. William Brownfield, exembajador
gringo en Colombia, hombre acostumbrado a ver solo la coca como la “mata que mata”, fue claro en sus declaraciones al presentar el INCSR en marzo de este año: “Hoy en día Estados Unidos tiene más comunidades, más familias y más regiones
confrontadas al problema de la droga y la adicción, especialmente de heroína y otros opiáceos”.
La imagen de las ollas oscuras en las grandes ciudades y de los negros como víctimas preferidas del crack en los suburbios es ahora un lugar común de las series y las películas de finales del siglo XX. Ahora mueren los padres blancos de familias
ejemplares o disfuncionales en West Virginia, Tennessee, Kentucky y Carolina del Norte.