Bajos del Metro
Fotografías: Juan Fernando Ospina
Bogotá se pregunta por las sombras que puede dejar el metro elevado.
Funcionarios y vecinos le temen al mundo subterráneo a ras de piso que puede
alentar un viaducto. Para el caso, Medellín puede aventurar algunas hipótesis.
Nada definitivo, pues las escaleras al tren subterráneo podrían ser una
trinchera más movida.
Hace algo más de año y medio se demolió El bazar de los puentes, un conjunto
de locales que respiraba el hollín procesado por el deprimido de la Avenida
Oriental. Era uno más de los doce centros comerciales populares que se han
ido construyendo para recuperar el centro y alrededores.
Entonces nació el centro comercial El reguero. Unos quinientos metros
sobre Bolívar, entre límites de la Plaza Botero y la estación Prado, en el que
se tienden unos seiscientos plantes. Trabajan unas mil doscientas personas
ofreciendo un surtido que baja en carretillas desde Laureles, El Poblado, Itagüí, Boston. Los que surten llegan entre las seis y las diez de la mañana. Venden la
“finca” completa: un costal, una carretilla, un atao de sorpresas. Un buen día
puede dejar cincuenta mil pesos y uno malo entrega quince mil. Uno de los
más grandes organiza una tonelada todos los días y uno de los pequeños ofrece
veinte libros en una caja de Lúker. Las vacunas tienen una lógica distinta, más
precaria como corresponde al “local”, unos días llegan, unos días se les paga,
unos días ayudan a cargar, unos días están recién apuñalados.
En el antiguo bazar había menos público y más facilidades. Los locales servían
de bodegas, pagaban a regañadientes quinientos pesos y la lona se tendía en
la acera. Ahora pagan cargueros y bodegueros. El paseo comercial divierte
y tizna, caminan nostálgicos profesionales y arrancados a la última moda.
El almuerzo completo vale 3.500 y el litro de cerveza helada 3.000. Con la
oscuridad se acaba todo y queda la resaca de la resaca.
Una idea del paisaje con la caminata de tres de nuestros mejores basuriegos.