Nueva Asamblea de la Revolución
Gabriel Mata Guzmán. Ilustración: Alejandra Congote
El clima de cambio y la expectativa que generan los resultados del pasado 6 de diciembre en Venezuela son innegables. Quienes nunca habían gozado una victoria electoral están felices. Ha ganado el descontento con la Revolución Bolivariana que no suplió la necesidad de cambio y unidad que tenemos en Venezuela desde hace décadas. Pero la situación no está fácil… Venezuela es un país convulsionado.
Hay muchos chavistas molestos con la administración de Maduro. No es algo nuevo: desde que asumió el mandato hace dos años largos, la situación comenzó a ir de mal en peor. Una crisis sin precedentes –inflación, recesión, estancamiento, devaluación de la moneda– terminó de hundir al país. No es de extrañar que algunos pesos pesados del chavismo y grupos radicales que apoyaban la revolución se hayan distanciado del gobierno.
Los más conocidos –y radicales–, como los profesores Héctor Navarro y Jorge Giordani, han denunciado al gobierno a través de redes sociales, el portal aporrea.org y uno que otro espacio alternativo. Lo más significativo que lograron fue que un grupo violento de simpatizantes de Maduro, supuestos habitantes del barrio 23 de Enero de Caracas, los acosaran e insultaran entre escupitajos, además de impedirles concluir la rueda de prensa que oficiaban en un hotel en la capital luego de la reciente derrota. Dudo que estos dos curtidos guerreros de la izquierda se lancen a la misma aventura que vivieron en los sesenta como guerrilleros en Venezuela.
A pesar de su pasado incendiario parecen estar jugando a la institucionalidad. Pero están bravos, como cientos más, y no doblegarán sus ideales comunistas ni capitularán la construcción de la “patria socialista”. Una fracción del Partido Socialista Unido de Venezuela, Marea Socialista, también ha expresado su descontento y la necesidad de hacer una auditoría ciudadana, para continuar con el modelo “socialista” propuesto por Hugo Chávez.
Como ellos, el año pasado otros grupos más radicales también se distanciaron de la revolución de Maduro. Colectivos como Alexis Vive, 5 de Marzo y La Piedrita, que forman parte del Secretariado Revolucionario de Venezuela junto a otras organizaciones, han expresado su descontento en reiteradas ocasiones. El forcejeo no se ha quedado en palabras. Antes de su destitución, Miguel Rodríguez Torres –exministro de interior, justicia y paz– ordenó un allanamiento a la sede del Secretariado, donde las fuerzas de policía ultimaron a José Odreman, uno de los líderes de los colectivos.
Hoy, el quiebre es inminente. A Maduro y su gabinete no los quieren las bases desde hace tiempo, y entre ellas están los más radicales, los de armas tomar, organizaciones y colectivos revolucionarios que están acéfalos desde las muertes de Lina Ron, Hugo Chávez, Juancho Montoya y Robert Serra.
También otras organizaciones armadas como el FBL (Fuerzas Bolivarianas de Liberación) le han declarado la guerra a la “oligarquía rojiburguesa” con discursos inflamados, a través de videos subidos a Internet, siempre con capuchas y uniformes militares. Pero al adentrarse en los llanos venezolanos y pasearse por las fronteras, se pueden ver variopintos movimientos armados operando impunemente en nuestro territorio. Paramilitarismo para todos los gustos y de todos los colores, Farc, ELN, FBL y otros más, delinquiendo en asociación con guardias nacionales y militares en los estados Apure, Táchira, Portuguesa, Guárico, Zulia, Mérida, Barinas, y pare de contar. Lo cierto es que a muchos en Venezuela les conviene la impunidad. Y quién mejor que un gobierno con diecisiete años de experiencia en impunidad para ayudarles.
Por otro lado, la Milicia Bolivariana, creada por el fallecido Hugo Chávez como componente alterno de las Fuerzas Armadas, depende directamente de las órdenes del presidente. Es una reserva grande, fuertemente ideologizada. Gente humilde que vio una oportunidad económica en su asimilación a la revolución. Hoy trabajan para el Estado. Sin embargo, también tienen su organización y entrenamiento militar, y, cómo no, mucha conciencia de clase. Esta “institución”, pensada para la defensa de la revolución, no es mucho lo que puede o sabe hacer sin liderazgo. Sin Chávez.
La milicia es el Poder Popular, conformado por las unidades de batalla Bolívar-Chávez y otras organizaciones de carácter popular que emulan los cuadros revolucionarios cubanos. Luego de perder las elecciones a la Asamblea, Maduro llamó al Poder Popular, colectivos y Guardia Nacional Bolivariana para “planificar la contra ofensiva Revolucionaria; un nuevo 4F y 13A”, haciendo referencia al Golpe de Estado de 1992 y a la restitución de Chávez en el 2002.
Líderes populares, ya cansados de los niveles de impunidad y corrupción de la élite gobernante, están barajando la posibilidad de irse a las armas. A ‘Cabeza e’Mango’, conductor de un programa de un canal público, hace poco se le vio en un mitin despotricando de los ministros y la burocracia chavista. “A partir del 5 de enero –el día que tomarán posesión los nuevos diputados– los escenarios de batalla son otros... ¡Tenemos que echale aceite a los fusiles!”, gritaba mientras militantes del Partido Socialista le aplaudían.
Muchos tienen una ideología que no negocia. Otros son radicales y extremistas; marxistas, leninistas, anarquistas y comunistas... Están dispuestos a sacar el pecho por la revolución e irse a las armas si terminan de perder su cuota de poder. Incluso serían capaces de “caerles a coñazos a los sifrinos (burgueses) y cogerles las mujeres”, según afirman. Son los Hijos de Chávez, entre quienes hay criminales, guerrilleros, asesinos, traficantes y más, arropados en el calor de la “ideología”.