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     Número 42 - Febrero de 2013


EL ARMARIO
¡Se le vieron las enaguas!
Raúl Trujillo. Buenos Aires, febrero 2013

Hablar de identidades más allá de géneros, de objetos y hábitos que son realmente piezas
de un escaparate, para disfrutar de las ideas que el lenguaje nos propone
con sus aleatorias conexiones, es parte del juego que propondrá Armario.
Nada que ver con el clóset o salir del clóset a lo gay.
Hablaremos de sinapsis creativas ligadas a lo que algunos llaman el mainstream local,
otros zeitgeist y ahora, con cierto grado de tecnoingenuidad, otros llaman mente global
.
 

"Nada más bello que eso", dice Juliana Correa, creadora de la marca ONA, cuando le comento que mi primer Armario versará sobre qué pasó con las enaguas. Hablamos de tanta cosa bella cuando hacemos indumentaria que con solo nombrarlas la mente se nos atiborra de ideas relacionadas con un mundo femenino, delicado, secreto e interior.

Allá están, entre una caja, las enaguas de mi madre, y detrás de ellas muchos que queremos conservarlas como tesoros. Jugar con ellas entre las manos es tocar seda pura en el mejor de los casos, o nailon, que no está mal en tejido tricot, materiales que dieron a esta prenda el característico tacto fluido y la perfecta caída. Mediar entre las telas ásperas de invierno y la piel fue el primer papel de las enaguas; nuestra idea de doble fondo o forro para las faldas o polleras transparentes vino después con la moda masificada del crepé y el georgette.

"La enagua es una falda usada como ropa interior, se lleva puesta bajo un vestido o falda para ayudarle a colgar suavemente y prevenir la irritación de la piel de telas gruesas como la lana. Las enaguas también se llevan puestas para evitar el calor y proteger telas finas de la transpiración", dice Wiki en la red. Muchos recordamos la escena de una enagua adherida, magnetizada por el cuerpo de su dueña, pegada a él como un abrazo, un pétalo, una segunda piel. Será por eso que suelen comentar de algunos caballeros dependientes en extremo de las femmes, que son "como pegado de las enaguas de la esposa o de la mamá"?

Adornadas con encajes y puntillas, esta reinas invisibles de la indumentaria de principios del siglo anterior sufrieron, como tantas otras prendas y piezas del armario, el desuso, por factores económicos, prácticos o en algunos casos ligados a las condiciones reinantes en las megalópolis, tan sofocadas y recalentadas como para llevar sobrefalda. "En Medellín las llevan tan cortas como bufandas", dice mi amigo Álvaro Ruiz, profesor de ilustración de muchas camadas de diseñadores; también me comenta que los trajes de fiesta o novia aún las llevan y pueden consumir metros de entretela o tul para darle volumen a la pieza exterior.

Desde hace una década fue evidente el uso de franjas o letines semejantes a prendas interiores en el streetwear planetario, que permanecen como una referencia clara a la sensibilidad romántica, victoriana y a la iconoclasta y conservadora ¡gotic! Las hay como vestidos cortos de preciosas tiritas espagueti, finas y sensuales combinaciones, o como faldas simples. UC

El armario