Las garzas del río Medellín
En 1914 Medellín apenas contaba con setenta mil habitantes. Unas pocas calles del área urbana llegaban al río. Y aunque desde finales del siglo XIX ya se habían hecho obras para contener sus aguas, y rellenar las partes inundables, desde la calle San Juan hasta la calle Colombia, era en Guayaquil donde se concentraban los trabajos de la llamada “cuelga” del río, que lo rectificaba y lo encausaba, para permitir el relleno, la apertura de más calles y la urbanización. Tomás Carrasquilla diría que lo metían en cintura y no lo dejaban discurrir libremente, pues hasta las obras del ferrocarril, cuyo primer tren llegó ese año, hacían lo suyo en la parte norte.
A pesar de estos esfuerzos del progreso, quebradas como El Zanjón en el propio Guayaquil, la Santa Elena, la Loca, que descargaba en la Santa Elena, discurrían sobre zonas de inundación y pantanos de las orillas; un ambiente que preocupó a los médicos higienistas, los ingenieros, los protourbanistas y los empresarios.
En esas riberas próximas, a medio rectificar, donde todavía había cámbulos, písamos y sauces, cañaflechales y batatilla, se asomaban los chorlos, los patos migratorios y las garzas, pese a que el mismo Carrasquilla aseveró que ni “flamencos ni garzas se pescan desde estas orillas sombreadas”. Lo desmiente el testimonio de cinco variedades de garzas embalsamadas por allá en las dos primeras décadas del siglo XX. Las colectaban los hermanos lasallistas, que andaban buscando especies para su museo de ciencias naturales.
Entre los exploradores se encontraba el hermano Nicéforo María, heredero de la tradición científica de esa comunidad de clérigos, cuyos trabajos de catalogación y taxidermia se pueden contemplar en el Museo de Ciencias Naturales de La Salle en el ITM, ubicado en el barrio Boston y con 106 años de existencia.
Desde la década de 1910 ya se venía realizando la cuelga y rectificación del río y la proyección del afamado Paseo de los Libertadores hoy conocido como Avenida Regional. En aquel entonces la Estación Medellín del Ferrocarril de Antioquia se encontraba en todo su apogeo desde su inauguración en el año 1914. De tal forma que el desarrollo urbano incorporaba para la ciudad terrenos que antes eran los dominios del río. El periodista y escritor Alberto Upegui en su libro Guayaquil, una Ciudad dentro de otra nos ilustra sobre el paisaje de la villa: “A comienzos del siglo, Guayaquil terminaba en la plaza de mercado. A continuación unas cuantas casuchas derrengadas, guaridas de pájaros de mal agüero. Un poco más abajo, hacia el sur, se extendían unas ciénagas pestilentes, refugio de ladrones y maleantes […] Si bien el pantano socorría como escondrijo a los chicos incorrectos del momento también se configuraba como un lugar excepcional para la presencia de una fauna compuesta por garzas y similares”.
Así, a lo largo de aproximadamente catorce kilómetros entre el Ancón de la Estrella y la estrechura del Bermejal, hoy el barrio Aranjuez, se formaban pequeños pantanos, lagos y estaques inundados por la acción natural del río y otras aguas vecinas que eran la morada natural de estas aves zancudas.
Tal parece que la dieta de las garzas puede variar de acuerdo con su ubicación y especie. Se adaptan a comer de un menú abierto que incluye peces, insectos, gusanos, serpientes, ranas, lagartos, larvas o crustáceos, entre otros bichos. Y, aunque ahora cuesta creerlo, para principios del siglo XX, el río Medellín ofrecía tantas y tan menudas suculencias que no era raro ver a estas garzas picoteando en sus riberas.
*Especies de garzas. Colección de ornitología,
Museo de Ciencias Naturales de La Salle,
Instituto Tecnológico Metropolitano (ITM).