Número 108, julio 2019

CAÍDO DEL ZARZO

ERRARE SCRIPTOR EST

Elkin Obregón S.

 

Tanta antipatía llegó a sentir el doctor Conan Doyle por Sherlock Holmes, que lo mató. Crimen por suerte no irreversible, pues ningún cadáver dejó constancia de aquello. Así pues, la fuerte presión de lectores y editores logró corregir el desaguisado. Conan Doyle siguió en sus trece durante diez años, y al fin terminó por ceder. Holmes volvió a la vida dotado de mejores atributos, más maduro y decantado, en paz consigo mismo y con su autor. Pero quizás este siguió pensando que el sagaz detective había opacado lo mejor de su obra, cifrada por sir Arthur en sus novelas históricas, algo influenciadas, al parecer, por las de Walter Scott. También los médicos se equivocan.

Un cambio abrupto sostiene nuestra tesis: los escritores suelen ser malos jueces de sus propias obras. Don Miguel de Cervantes se fue a la tumba pensando que su libro perdurable sería Los trabajos de Persiles y Segismunda, y que Don Quijote no era otra cosa que un ejercicio de divertimento; si bien la segunda parte de aquella historia (gracias sean dadas al misterioso Avellaneda, quien la propició sin saberlo) nos revela un interés cada vez más entrañable en los avatares y desgracias de su inmortal personaje. No obstante, sus preferencias eran otras. Pero las páginas del Persiles son hoy, apenas, consulta para cervantinos, libradas del olvido a lomos de Rocinante.

Y viene a cuento ahora García Márquez. En sus no pocas entrevistas (en las que Gabo evita mostrarse, y prefiere hablar de sus libros, o, mejor, de la carpintería de sus libros), el autor insiste en bajar a Cien años de soledad de su pedestal. “Mi libro —afirma— es El amor en los tiempos del cólera”. Aunque nunca se sabrá si era sincero, o si su vanidad se resentía ante aquella muestra de total unanimidad, y decidía ser él mismo quien la cuestionara.

Ya casi a punto de acabar, llega a mis manos un texto de Charles Neider, especialista en Mark Twain. Según Neider, para Twain su mejor relato era Juana de Arco; obra, sospecha uno, de la que nadie tiene hoy noticia. Y así, ad infinitum. Remember Kafka.

Elkin Obregon

CODA 1

Me informa un lector de Universo Centro, a quien agradezco el dato, que las películas de grandes robos son en efecto un género, llamado en Hollywood heist movies. Aún me quedan en el tintero uno o dos temas parecidos. Ya saldrán, si se puede.

CODA 2

“…cuando nada se había perdido todavía”.
Es sin duda el poema más breve de la literatura colombiana. Y, además, es precioso, y además, acaso, involuntario. Lo pesqué con lupa en una crónica sobre libros de Mónica Quintero. Por lo demás, la crónica es excelente. UC