Número 108, julio 2019

EDITORIAL

Guardar la postura

Guardar la postura
Marcha del orgullo gay. Juan Fernando Ospina. Medellín, junio 30 de 2019.

 

Hasta 1980 el Código Penal colombiano establecía una pena de seis meses a dos años a quienes consumaran el “acceso carnal homosexual”. El delito estaba en el capítulo que trataba de los “abusos deshonestos”. Se dice que las condenas nunca llegaron: la estrechez de la censura pública, la certeza del infierno y la amplitud de los sitios de tolerancia fueron suficientes para que los “presuntos” y los jueces no se encontraran. Luego llegó la psiquiatría a tratar los “enfermos desviados”. Los curas no habían dado la talla.

Dos años después se caminó en Bogotá la primera marcha por el orgullo gay. Saltemos por la ventana fue la consigna de la mujer y los treinta hombres que marcharon. Salir del clóset no era suficiente. La policía envió tres hombres por manifestante, eran necesarios gases y escudos para proteger a los “raros”. Los policías fueron mayoría en la primera marcha gay en Colombia. Al final dos travestis le entregaron ramos al jefe del operativo, uno en agradecimiento por su apoyo y otro como homenaje a los policías homosexuales que solo podían ver la marcha.

Hace veinticinco años un fallo de la Corte Constitucional defendió los derechos de un joven militar que fue expulsado del ejército por su evidente condición homosexual. Problemas entre dos banderas.

La marcha del orgullo gay el pasado 30 de junio en Medellín, y en muchas ciudades de Colombia, demostró que se han ganado derechos y calle, que marchan personas de todas las condiciones sexuales, que las famosas familias que esgrimen los moralistas de todo número y género, para todo derecho que les incomoda, marchan juntas sin pudores ni estridencias. La supuesta protección a los niños empuja muchas veces a las más feroces discriminaciones.

Hace solo veinte años la Corte Constitucional defendió los derechos de dos jóvenes homosexuales expulsados de un colegio de Ginebra, Valle, por su inclinación sexual.

Un texto del poeta Benhur León Zuleta Ruiz, uno de los organizadores de la marcha gay de 1982 en Bogotá, es elocuente cuando reclama la necesidad de “saltar por la ventana” sin la autorización de los prejuicios: “De niños creíamos que la calle era un espacio encantado por el temor, el riesgo y la prohibición. Solo los varones adultos podrían acaso disfrutarlo sin desmerecer en su integridad. Bien cierto era que los niños (de entonces) pertenecíamos al mundo vecinal femenino y materno en una conveniente cercanía de los universos domésticos no públicos. Un ritual de la iniciación moderna a la adolescencia es el acceso a ‘el público’, el ingreso a la calle en la asunción de un lenguaje plural (corporal, gestual, visual, oral, auditivo, orgánico) que son las costumbres y los actos del Hombre Adulto”.

Hace casi cuarenta años Gustavo Jaramillo, la Chola, daba sus declaraciones al periódico Sucesos Sensacionales luego del asesinato de un amigo en su “casa de diversión” en Lovaina: “El defecto que me atribuyen no lo considero un defecto. Es como si les dijera a ustedes que tienen un defecto de ser hombres, o a las mujeres les dijera que lo tienen por ser mujeres. Así nací y así soy, ¿quién puede culparme?”.

Voltear la vista hacia quienes persisten en la discriminación, a los gestos sórdidos del puñal es también un retroceso. Del ahogado ni el sombrero. La idea que tal vez pueda resultar útil la dijo hace unos días en una entrevista en La Silla Vacía Juan Fernando Serrano, profesor de ciencias sociales de la Universidad de los Andes: “La importancia de salir a la calle tiene que ver con una historia de persecución policial, de tener que esconder la diversidad sexual o de género o limitarla a la noche, pero nos podemos quedar en una parte de la movilización social y no dar cuenta de otras historias más complejas… Ahora el movimiento LGBT debe enfocarse más en políticas de solidaridad y menos en políticas de identidad o de orgullo que se basan en ‘el derecho a ser yo y a ser diferente’”.

Siempre serán más importantes los fallos de las Cortes a los cortes de navaja. UC

Marcha del Orgullo Gay. Medellín, 2019.
Fotografías Juan Fernando Ospina