Número 61, noviembre 2014

EDITORIAL
Llanto periódico

 
 
 

Universo Centro tiene delirios de tinta. Hace unos meses decidimos publicar un libro para financiar el periódico. Una idea arriesgada por no decir innovadora. Nos pasa a casi todos los vendedores de letras, no nos cuadran los números. Casi todos nuestros gastos se van en papel, tinta, distribución, administración y viáticos en la barra de nuestros anfitriones, el bar El Guanábano. La mayoría de nuestros colaboradores —llámense mecanógrafos e ilustradores— se acomodan a esa palabra sin chistar y con gusto nos colaboran y celebran cada mes los ejemplares que ruedan y la página que se mueve. Así ha funcionado el “antro de redacción” durante seis años. Y también nosotros lloramos de vez en cuando, como se estila en el gremio. Nos dolemos de la contabilidad y chillamos para que nos expidan una póliza de cumplimiento. Pero somos malos para sacar el sombrero a secas. De modo que invitamos a nuestros lectores a recordar un lema que ya hemos molido: “Compren lo mejor de nuestro pasado, para que haya futuro”. No se gasten en diciembre la plata del trago en libros pero saquen 50.000 para la Colección Universo Centro 2008-2014.

Además de la cuña vale la pena una pequeña reflexión. Universo Centro se piensa y se escribe desde lo que muchos llaman una “plaza” porque no clasifica como “olla”. Desde los márgenes, se dice en las universidades. Desde un rincón amigo de la insolencia, dirían los viejos. El sexo, las drogas ya empacadas para el usuario, el fútbol en arenilla, los locos nuevos, las pocilgas de ciudad, la burla a las enseñas oficiales y a las vírgenes enmarcadas son algunos de nuestros temas repetidos. Y debemos decir que la administración pública, alcaldía y gobernación, en administraciones varias, han leído, comentado y apoyado esta vuelta. En cambio lo que aquí se llama la clase empresarial, los que se reúnen como grandes comerciantes, los que muestran el balance cada tres meses entre lazos de oro en la gran prensa por aquí no miran. Son más indiferentes y más conservadores que la administración pública. Guardan su nombre como quien guarda blasones y le temen hasta a un simple hijueputazo en un cuento de adolescentes. Nos vamos a encomendar a los negocios pequeños, a nuestros amigos donde el periódico se regala bien, y a nuestros lectores. Nos cansamos de rogar pero no de publicar. UC

 
 
 
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