Un observatorio astronómico en Medellín
El hermano Daniel de la Inmaculada con el director del observatorio, Belisario Wilches, acompañados por curiosos de la astronomía. Archivo Museo de Ciencias Naturales de La Salle.
Aquellos que se dedicaron a la astronomía a lo largo del siglo XX hasta los años setenta, en Medellín, tuvieron que enfrentar los muy variados obstáculos que se les atravesaron en el camino en un país en el que la ciencia ha tenido una supuesta irrelevancia y donde los científicos han debido justificar, una y otra vez, su pertinencia e importancia. Sin embargo, y por fortuna, esa situación no fue un problema para que los más entusiastas se las arreglaran para emprender y ejecutar iniciativas que se han convertido en referentes de las ciencias astronómicas en la ciudad, como es el caso del Observatorio Astronómico del ITM.
Así, el estudio y la práctica de la astronomía en Medellín han estado en la cabeza de varios referentes que en su momento fueron considerados como locos, ya que iniciaron trabajos en una ciencia que los medellinenses de principios del siglo XX apenas si conocían. Entre ellos están personajes como el sacerdote Jesús Emilio Ramírez, importante geofísico que colaboró con la organización del Año Geofísico Internacional entre 1957- 1958; Alberto Correa, creador del Centro de Investigaciones Astronómicas de la Universidad de Antioquia a finales de los años cincuenta; Fernando Estrada Estrada, miembro de la Unión Astronómica Internacional, dueño del famoso Palacio Egipcio y primer importador de equipos ópticos a la ciudad de Medellín; y el hermano Daniel de la Inmaculada, miembro de la comunidad lasallista quien estuvo a la cabeza de la construcción del Observatorio Astronómico del Colegio San José a principios de la década de los sesenta.
Fue una vez terminada la construcción del Colegio San José en 1955, en el Morro de los Cuatro Vientos, hoy barrio Sucre, que Daniel Gonzalez Patiño, conocido como el hermano Daniel de la Inmaculada, se propuso la construcción de un observatorio astronómico que sirviera para la enseñanza de la astronomía entre estudiantes de secundaria, universitarios e interesados en general en esa ciencia.
Aún hoy no se sabe con exactitud quién construyó el domo que desde los años sesenta se destacó en la parte oriental de la ciudad, ni quiénes ayudaron a materializar tan hilarante empresa en la capital antioqueña en ese entonces, el caso es que impulsó a personajes como Wiliam Lalinde o Gabriel Jaime Gómez Carder a integrar, posteriormente, el grupo que materializó la idea de hacer un planetario para la ciudad en 1984.
El telescopio que allí se encontraba era un refractario de la casa Carl Zeiss que, según los entendidos, fue donado en los cincuenta por el comerciante, empresario y filántropo Diego Echavarría Misas quien lo había traído desde Alemania. A su vez, el observatorio se encontraba equipado con un planetario, el primero de su clase en la ciudad. Desde ese punto se realizaron observaciones de los anillos de Saturno, las lunas de Júpiter, constelaciones varias y cometas como el Kohoutek y el famoso Halley en los años ochenta. Ello nos remite a una ciudad de cielos despejados, muy distinta a la actual, llena de humo y hollín, en la que mirar al cielo, en la mayoría de los casos, implica no ver nada por la combinación de luz y esmog que oculta la grandeza y el movimiento de la bóveda celeste.
Pese a eso, el legado continúa. En el mismo lugar donde fue inaugurado hace 57 años existe el nuevo Observatorio Astronómico del ITM que ofrece la posibilidad de hacer observaciones astronómicas diurnas y nocturnas, cuenta con un equipo óptico de gran tecnología y pretende que los medellinenses se apropien de la mejor terraza de la ciudad y disfruten la posibilidad que todavía tenemos de ver el cielo desde nuestro gótico valle.
El observatorío sigue recibiendo público de lunes a viernes.
Domo del observatorio astronómico. Archivo Museo de Ciencias Naturales de La Salle.