CAÍDO DEL ZARZO
EL VIAJE DEL COMEDIANTE
Elkin Obregón S.
No hace mucho un periodista escribió en El Colombiano una nota sobre famosos personajes típicos del país paisa. Al lado de Cosiaca, Marañas, Calzones y otros incluía a Pedro Rimales, haciendo de él una persona de carne y hueso, nativa de estas breñas. Curiosa ósmosis, que nuestra misma historia propicia. La ficción al servicio de la realidad, y viceversa.
Pues el personaje viene, al menos, del siglo XIII, época en la que ya se detecta su mención en relatos orales de la península ibérica; se llamaba entonces Pedro de Urdemalas, en España, y en tierras lusas Pedro Malasartes. Un par de siglos después accede a la palabra escrita, y protagoniza relatos, refranes, poemas y piezas teatrales. Una novela picaresca lleva su nombre; autores como Francisco Delicado, Lope o Quevedo lo utilizan en sus páginas; y presta su imagen a una obra de Miguel de Cervantes: Comedia famosa de Pedro de Urdemalas. En ella, el personaje dice en algún momento: “Volarán los hechos míos / hasta los reinos vacíos / …En las chozas y en las salas, / …Será mi nombre extendido, / aunque se ponga en olvido / el de Pedro de Urdemalas”.
Palabras doblemente proféticas. Urdemalas emigra a América Latina, sigue siendo Malasartes en Brasil, y pasa a ser Pedro Rimales en los dominios españoles. El porqué de este cambio de nombre es uno de tantos misterios, lingüísticos y sociales, que ofrecen esas transmigraciones.
Nuestra crónica casi termina, y aún no se cuenta que Urdemalas, o Malasartes o Rimales es el clásico pícaro, presente en todas las culturas, aquel que suple con la astucia y el ingenio cualquier forma de violencia física, y esgrime tales armas para burlar a los poderosos. No es el opio del pueblo, es su venganza. Equivale de algún modo al célebre Tío Conejo, y acaso es el mismo. Bienvenido sea.
Finalmente, un aspecto curioso. Dice un cronista anónimo: “Del Pedro de Urdemalas del folclore español, el personaje en el mundo latinoamericano heredó su carácter mutable: caballero o peón, cura o mujer, es cualquiera y a cualquiera entiende…”. Esto nos lleva directamente a Manuel Rodríguez, guerrillero chileno en las luchas de la Independencia, maestro del disfraz, dotado además por la imaginación popular con el don de la ubicuidad. Pablo Neruda lo evoca en un poema (“Cueca”) de su Canto General:
“Puede ser un obispo, / puede y no puede, / puede ser sólo el viento / sobre la nieve… (…) Pasando por Rancagua, / por San Rosendo, /... por todas partes viene / Manuel Rodríguez…”.
Y hasta aquí llegamos. Quedarían por mencionar las andanzas de Pedro Rimales por tierras antioqueñas. Una vez más, lector, te remito al Testamento del paisa, el admirable libro de Agustín Jaramillo..