El evangelio según la trampa
El premio es la vista
El castigo
no la quietud ni el silencio
sí el murmullo siniestro
de aves, carros y mamíferos
Ascendidos a vigías de ciudad
Juan, Mateo, Lucas y Marcos
en inútil atalaya
Recuerdo la pregunta capciosa de papá:
qué es mejor, casi salvarse o casi condenarse
Solo así se explica, los hicieron confundir
en su abismo están condenados a orinar
en ajustadas prendas de malla
¿Cuál es esa ocasión
esa en la que hay que ponerse algo azul
un toque azul
todo azul?
Cómo no decir sí, claro que sí,
acepto
si además te han atado y apuntalado por la espalda
Para qué el pedestal
para qué esa excusa
Impávidos los ojos
en ese lado de la burka
ruegan por unas manos
unas que sepan desvestir santos
Gloria Estrada
Merodeando el templo
El verbo se hace carne
y la carne bronce
Y barro
Vestidas como nuestros miedos
como nuestros anhelos
las imágenes nos sobreviven y rebasan
y tienen un rostro
al cual pedirle
al cual reclamarle
Allí
en ese templo que se ahoga arrinconado
el hollín las mustia
como a nosotros
Expulsados del tabernáculo
los mercaderes
se aferran a sus muros
con su batiburrillo apenas sagrado
velones
estampas
camándulas
migajas en el banquete del rico Epulón
Adentro
el oneroso costo
centímetro cúbico/mes
de los osarios
para que nuestras cenizas no yazgan en tierra impía
y se preserven para el Juicio
La Eternidad como promesa
enriquecerse de tiempo
vender tiempo
¿En qué las convertiremos
cuando nadie las frecuente?
pregunta Larkin
“¿O evitaremos las iglesias como lugares
Que nos traen mala suerte?”
Visitarlas
buscar su sombra fresca
y sus altos techos
Recordar esa anónima amiga adolescente
el magreo mutuo en misa de siete de la mañana
su súbito ateísmo precediendo el mío.
Orlando Gallo