EDITORIAL
Pequeño malabarista
Duque cumple sesenta días en el poder y sus ministros todavía dicen “el presidente Uribe” cuando se refieren a él en entrevistas y foros. Lo hizo hace poco la ministra de Justicia, que se ha trabado dos veces durante su ejercicio, y se confundió el canciller en una entrevista radial mientras hablaba del río que viene desde Venezuela. A Uribe han comenzado a decirle “el espresidente”. Pero dejemos esa corta historia de suplantación y hagamos un balance del joven gobierno del jovencito.
El presidente electo comenzó con una gira internacional que fue más para curtir que para pulir. La ciencia ficción de Netflix reseñó el evento. La audiencia con el rey y el calentamiento con goleador fueron fracaso en el camerino y en la cancha. Volvió regañado vistiendo su chaqueta de aviador. En la posesión, el bachiller opacó al doctor, y todo terminó con ese bautizo de lluvia y palomas. Ya sentado, arreglando los portarretratos, lo sorprendió la renuncia del jefe. Un poco de temor y un poco de alegría, como el joven que recién saca el colchón de la casa. Al final el viejo se quedó y no supimos si la escena en el picadero fue arrebato o estrategia. Luego se cayó Marta Lucía y le tocó ejercer a Nancy Patricia. Hay que reconocer que le ha tocado trabajar sin el aceite que ahora llaman mermelada. Esa ha sido la rebeldía de Duque y no es menor.
Y arrancaron los ministros. El señor Botero, tendero de tenderos, se despachó con una promoción: “Cada vez que ustedes ven que cerraron la vía Panamericana o que me cerraron unas carreteras en Nariño, detrás de eso siempre hay mafias organizadas, pero mafias de verdad, mafias supranacionales…”. El presidente intentó enmendar la plana unas horas más tarde. Después salió Carrasquilla y mezcló a los ricos y al Sisbén en la misma frase y la confusión se volvió meme. Después fueron los bonos y los anuncios de la reforma tributaria. Un poco más de tareas en las tardes para el practicante. La ministra de Justicia soltó sus originales tesis sobre la dosis. Se confirmó eso de que uno se la fuma y a otro le cae pasada, y remató con una andanada contra la tutela. El designado tuvo que trabajar hasta las 11:00 p. m. Pacho Santos casi le declara la guerra a Caracas desde Washington, un toque de humor nunca sobra.
Y vino una pequeña lotería. La consulta anticorrupción, impulsada por algunos de sus opositores, resultó menos lánguida de lo esperado. El anfitrión de la casa invitó a celebrar esa derrota y su gobierno probó un momento de liderazgo. También Timochenko probó el Palacio y todo fue un pequeño sacudón al acudiente que no se tragaba la consulta y se envenena con la Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común. Unos días después hizo dos discretos desaires al jefe del Centro Democrático, no le celebró el chiste del salario mínimo y no quiso ni ver la vieja película de El fin de las cortes. Para muchos esos forcejeos son piruetas de lucha libre. El recién llegado se corta con el filo del traidor y se raspa con la lija del títere.
Pero siempre hay soluciones. Las peleas imposibles del puritano pueden salvar al monaguillo. Acabar con el descaro de los fumones y pedir carné a los degenerados, armar una votación para saber quiénes están contra los violadores de niños, fumigar con los drones de la economía naranja el “mar de coca”. Y gritar el que la hace la paga, que lejos de los avisos institucionales se oye como versión 2.0 de la ley del talión. Templar las cuerdas, no importa si algunos indeseables terminan ahorcados. La veda a satán en Bogotá fue el primer coletazo de su llegada. En la última encuesta subió cinco puntos. Últimos actos de campaña y primeros de gobierno.
En la guerra se nota mucha ansiedad. El cuerpo de Guacho, el cuerpo de Cabuyo. Algo rápido para mostrar que el que la hace la paga. Han sido dos amagues algo decepcionantes y reveladores. Y lo del escudo antiaéreo suena bien pero solo es imaginación militar, peor que la inteligencia militar. Con el ELN, lo inevitable, como ha sido con seis gobiernos sucesivos. En la paz ha sido menos agresivo de lo que quieren sus partidarios y de lo que esperaban sus contradictores. Nada de trizas, el fiscal como enviado de la mano dura, el discurso con la voluntad de cumplir, los ajustes al acuerdo cada vez más marginales. Y la tierra prometida.
En últimas, el gobierno se ve joven, novato y asustadizo. Viejo en la mayoría de sus gestos y decisiones, acompañado de ese trío de expresidentes, surrungueros de vieja data. Todavía hay mucho por verse, el Congreso está muy suelto, el carrusel da vueltas cada mes y cada uno verá dónde se monta.
Al final hay que dejar una constancia, Duque tuvo un gran acto de gobierno, un acto conmovedor, una sensibilidad que lo define muy bien, ese gran momento con Pékerman, hizo que el viejo, que salió mal liquidado, llorara sobre la bandera tricolor.