Coronas fúnebres
Entre las curiosidades editoriales que se encuentran en la Sala Antioquia de la Biblioteca Pública Piloto están varias rarezas denominadas Coronas fúnebres, publicadas desde finales del siglo XIX, famosas por el reconocimiento y exaltación post mortem ofrecido a poderosos, algunos intelectuales, obispos y militares. Estos pequeños libros se editaban tan instantáneamente que se asemejaban a una corona pomposa y fresca de laureles y crisantemos casi oportuna para colocar encima del féretro. Era una producción tan sospechosa y presta que bien parecía la edición especial de un periódico actual previo a la llegada del papa o en la antesala de su edición número cien. Muerto en la mañana el hijo de Carlos Coroliano Amador, esa misma tarde aparecía en las librerías o se distribuía en las casas su respectiva Corona fúnebre. Muerto el arzobispo Manuel José Cayzedo, al otro día ya cada medellinense estaba leyendo sus logros y milagros. Igual con militares, caudillos y generales: arreglaban al muerto e inmediatamente la tinta corría en las tipografías. Sin duda, estas Coronas, colmadas de elogios, homenajes a la gloria y rasgos biográficos de grandeza, no eran más que una planeada estrategia para pulir la vida y obra de estos magnánimos prohombres.