—¿No te da susto? ¿Las guardias dan susto? ¿Y si nos atacan ahora, por ejemplo?
—Susto, no. Lo que pasa es que ya uno va aprendiendo que uno también tiene un fusil.
—Sí, pero un ataque ahora, o un combate, sería terrible para las negociaciones, Anabel.
—¡Ash, que pase lo que tenga que pasar! A mí ya me tienen es pero brava, también. Como ellos sí lo bombardean a uno a cada rato, le arrojan a uno unas bombas de mil libras, de esas con las que uno queda todo despedazado, como si uno no fuera ser humano también... Pero si la bala sale del fusil guerrillero ahí sí es terrorista. Ya me tienen es pero brava, también.
—…
—Pero bueno. ¿Qué era lo que me estaba pidiendo? ¿Una toalla? Yo no uso toallas, acá es más fácil usar tampón. ¿Le traigo uno?... Bueno, pero hágame un favor, ¿sí ve a esa muchacha de allá, la que está con ellos en la reunión? Dígale que si me da permiso y yo dejo la guardia un momento para ir a traerle el tampón.
—¡Ay, Anabel!, ¡qué pena!
—¿Pena por qué?
—¿Cómo voy a ir a interrumpir una reunión sobre el proceso de paz con la guerrilla para pedir que me traigan un tampón? ¡Jesús!
—¡Dizque pena! ¡oíla! ¿Y es que acaso eso no es normal en las mujeres?
Selvas de Colombia