Casi muere el Thermo King
Por José Granada
A las siete de la noche, de un 28 de septiembre, me encontraba en mi casa cuando tocaron la puerta. Era el novio de mi hermana. Me llamó y me dijo:
—Cuñado, vamos a hacer una vuelta, es un carro de Colanta que viene de Betulia con ochenta millones.—Aguanta, y ¿cómo es?
—Nos vamos en el carro de un amigo, él tiene un Mazdita, nos vamos con él y el parcero de Colanta, que conoce el carro.
—Y el fierro ¿qué?
—¿Cuñado qué pasa?, ya lo tengo.
—Vamos —le dije entusiasmado—, ¿cuándo?
—Ya, salimos en media hora.
Y así fue. Llegamos al lugar a las once de la noche. Era plena carretera y nos quedamos a oscuras, dentro del carro, los cuatro personajes. Siendo las cuatro de la mañana, bajaba un furgón de trompa naranjada. Era un 350 de placas: LCB044 de Itagüí. Cuando vimos que bajaba, le atravesamos el carro y el señor paró y yo le llegué hasta la puerta del camión:
—Quieto, bájese rápido, pirobo —y le apunté.
Y el señor asustado se bajó del furgón. Y volví y le dije:
—La plata o lo mato.
Yo, dándole la cara, le gritaba. El conductor me dijo que la plata estaba ahí, en el carro, en la caja fuerte, pegada del chasis.
—Tiene clave y no me la sé, solo la saben algunas personas en la empresa.
Le pegué un cachazo, lo requisé, le quité la comunicación, les dije a los muchachos que lo amarraran y lo montaran al furgón y le echaran candado.
—Vamos a tumbar esa caja fuerte a Medellín.
Arranqué en el camión de Colanta con el chofer y la plata encerrados y con el parcero que trabajaba en Colanta, el que cantaba los fletes.
En las partidas, por Concordia, el muchacho que venía conmigo se bajó, dijo que venía azarado y se fue. Yo seguí en el furgón. Llegué a Caldas y llamé al cuñado, que supuestamente iba atrás, en el Mazda, pero nada, esos manes resultaron en Santa Fe de Antioquia.
Pero seguí con ese cucho amarrado atrás. Iba para un garaje en La Floresta. Subía por la calle Colombia, más arriba de la Cuarta Brigada, cuando se me atravesaron dos motos de la policía, apuntándome. Me ordenaron detenerme y que me bajara del camión. Pidieron que abriera el candado del furgón. Antes de abrir pude ver un hueco, en un lateral del camión, un hueco de un tamaño como para meter una mano. Abrí el candado y la compuerta del furgón. El señor estaba desmayado, tenía hipotermia. Él traía prendido el thermoking a dos grados bajo cero.
El señor con ganas de vivir se había desamarrado y había hecho un hueco para voliar la mano, un taxista lo vio y me entregó. Los policías me esposaron y llamaron una ambulancia. Llegaron carros de la policía y me llevaron para la estación de Laureles y luego a la URI, para luego ser trasladado a Bellavista. Así me caí.