Número 69, septiembre 2015

EDITORIAL

Ante la espera de muchos de nuestros libidinosos lectores
por un número dedicado al acto sexual que simbolizan los dígitos 6 y 9 unidos,
ofrecemos esta selección editorial para calmar las ganas.

Naranjas
Cancionero Rasqa
Edson Velandia

¡Naranjas!, exclamé como quien pierde
le ofrecí el fuego de mi sangre sin embargo
aunque no se parecía a la mujer que yo soñé
le dije que era ella a quien amanecí extrañando
compré media de Kool y otro briquet, pero rosado
fuimos tomando ritmo al mismo tiempo de los rones
mirándome con cara de perrita me mostró su lengua
me dijo que era yo a quien ella siempre había esperado.

Y yo me la llevé al rancho mío creyendo que era soltera
pero tenía mozo... y marido
se desnudó solita y le vi las cicatrices
yo empecé mordiéndole el pezón más viejo
mientras ella con sus uñas largas perforaba mis orejas.
Yo abracé sus caderas flácidas, deliciosas, groseras
me pidió que no la penetrara para no sentirse traicionera
y al mismo tiempo estaba encima mío
sumiendo mi palanca dura en su papaya dispuesta.

Así, y de diez maneras, practicamos en mi cama hasta
partir las maderas
me desperté en un mediodía
solo y con migraña leve
sin cigarrillos en la cajetilla
sin ánimo en la billetera
con la garganta muy entera
y la herramienta
muy herida.

 

Canonicemos a las putas
Jaime Sabines

Santoral del sábado: Betty, Lola, Margot, vírgenes perpetuas, reconstruidas, mártires provisorias llenas de gracia, manantiales de generosidad.

Das al placer, oh puta redentora del mundo, y nada pides a cambio sino unas monedas miserables. No exiges ser amada, respetada, atendida, ni imitas a las esposas con los lloriqueos, las reconvenciones y los celos. No obligas a nadie a la despedida ni a la reconciliación; no chupas la sangre ni el tiempo; eres limpia de culpa; recibes en tu seno a los pecadores, escuchas las palabras y los sueños, sonríes y besas. Eres paciente, experta, atribulada, sabia, sin rencor.

No engañas a nadie, eres honesta, íntegra, perfecta; anticipas tu precio, te enseñas; no discriminas a los viejos, a los criminales, a los tontos, a los de otro color; soportas las agresiones del orgullo, las asechanzas de los enfermos; alivias a los impotentes, estimulas a los tímidos, complaces a los hartos, encuentras la fórmula de los desencantados. Eres la confidente del borracho, el refugio del perseguido, el lecho del que no tiene reposo. Has educado tu boca y tus manos, tus músculos y tu piel, tus vísceras y tu alma. Sabes vestir y desvestirte, acostarte, moverte. Eres precisa en el ritmo, exacta en el gemido, dócil a las maneras del amor.

Eres la libertad y el equilibrio; no sujetas ni detienes a nadie; no sometes a los recuerdos ni a la espera. Eres pura presencia, fluidez, perpetuidad.

En el lugar en que oficias a la verdad y a la belleza de la vida, ya sea el burdel elegante, la casa discreta o el camastro de la pobreza, eres lo mismo que una lámpara y un vaso de agua y un pan.

¡Oh puta amiga, amante, amada, recodo de este día de siempre, te reconozco, te canonizo a un lado de los hipócritas y de los perversos, te doy todo mi dinero, te corono con hojas de yerba y me dispongo a aprender de ti todo el tiempo!

 
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