Número 56, junio 2014

Debido a la arepa
Carlos Alberto Sánchez. Ilustración: Maria P.

Maria P.

 

Hay por ahí de esos paisas que se creen en el derecho a celebrar famas y conquistas ensartando un collar de arepas en el cuello del protagonista; de esos que agregaría a su himno la palabra arepa en cualquier verso, y que para decir ¡qué suerte! dicen ¡qué arepa!; en fin, de esos capaces de jurar por lo civil y por la iglesia que Antioquia es el único y dorado reino de la arepa; esos paisas creen en tal reinado por tercos y porque no han ido a Venezuela. Si ahora mismo se dieran un paseo por este país entenderían que a pesar de tanta familiaridad y tradición, ese reinado es compartido, sin definir proporciones, con los hermanos venezolanos. Y no se puede pensar que sea así por casualidad o porque los colombianos han llevado la costumbre a donde los vecinos. Algunos dicen, incluso, que Venezuela es el lugar de origen de la palabra arepa, pues los nativos cumanagotos nombraban erepa al maíz, y muchos creen que hasta la misma arepa nació aquí y después se avecinó en Colombia.

Aquí en Venezuela todas las arepas son reinas coronadas. Eso cada una lo sabe sin necesidad de arrogancia. Desde chiquita, toda arepa venezolana sabe de lo que será capaz: nada menos que de darle consistencia a un país, meterse por dentro de sus decisiones, su historia, aparecer en las leyes, en el ánimo de profesores y curas. Las arepas pueden representar, ellas mismas, el estilo venezolano. Los extranjeros no lo vemos, pero los venezolanos, aquellos que tienen el "estilo", lo saben ver: cada arepa actuando en cada coterráneo. Si algún remilgado no las come, no por eso estará exento de arepa en sus venas, pues siempre llevará por dentro las que comieron sus padres, y por fuera lo perseguirán las que comerán sus hijos.

En Venezuela cada pueblo tiene sus areperas famosas, que es como decir sus buenos restaurantes. Porque en Venezuela comerse una arepa es almorzar o cenar. Los paisas, además de comerla, usan la arepa como cuña o palita que ayuda a la cuchara o como trapo que limpia el plato; los venezolanos en cambio cuñan las arepas, las coronan con rellenos tan variados como se los permiten los recursos vegetales y animales del país: quesos, caraotas, plátanos fritos, huevos revueltos; toda la gama de carnes, incluyendo mariscos, pescados y jamones. Si uno oye que en la arepera alguien dice: "Dame ahí una de ajedrez", verá que le traen una arepa rellena de queso blanco y caraotas negras. Si pide una reina pepiada, uno verá la sofisticada arepa rellena con carne de pollo, mayonesa y aguacate machacado. Si pide una andina le traerán su blanca arepa reventada de queso amarillo.

 

No importa que debido a los rellenos cada arepa resulte un plato o vehículo que lleva otros alimentos. No importa, en Venezuela, país de reinas como todo mundo sabe, la arepa es la luz del día con corona; y aunque existan estas preguntas y otras, nadie se las hace: ¿Son los rellenos algo que no es arepa? ¿Sobreviviría la arepa venezolana sin salsas ni rellenos?

El término extinción está tristemente de moda. Plantas, animales, etnias, minerales, olores, sabores, formas… En Venezuela hasta lenguas se han extinguido, incluida la de los cumanagotos que habrían creado la palabra arepa; pero la arepa permanece. Cualquier venezolano aporta pruebas. Ni por asomo o imaginación se le verá un gesto o pregunta sobre la desaparición o extinción de la arepa. Aquí todo el mundo considera, sin pensarlo siquiera, que la arepa es naturalmente eterna.

La arepa sobrevive aunque todo el mundo se la come y esa es su paradoja feliz. Hasta ahora se mantiene intacta, como una de esas arepas que llaman "viudas" porque no tienen ningún aderezo, y que pudiera comerme en una arepera o lunchería de la avenida Baralt o en Los Chaguaramos; resultaría igualita a esas originarias que le encantaban a Bolívar y que antes de él comieron los nativos netos, Guaicaipuro, Tiuna, Chacao y sus guerreros, una rueda de maíz cocido, amasado con agua y asada. Los múltiples "agregaos" que le han inventado después, entran en la arepa sin tocar su esencia. No pueden tocarla porque la arepa, que esencialmente es un relleno de arepa, fue inventada exacta, sin que le faltara nada. Será por eso que ha sobrevivido y sobrevivirá mientras tantos alimentos se vuelven arqueología.

Aquí todos creen que así será. Y no solo creen. El gusto y culto por la arepa crecen y hasta invierten fe política y definiciones económicas en ella. En diciembre de 2009 el mismísimo presidente Chávez inauguró la primera arepera socialista en Caracas y mientras la inauguraba confesó que un día se comió veinte arepas con no sé quién, y se echó a reír. En todo caso a ningún venezolano le pasa por la cabeza que pueda faltar la arepa. Tendría que ser un golpe de Estado hecho por el pan. El pan que trajeron los españoles y convive hace un buen montón de años con su competencia. La arepa incluso le ha cedido espacios al pan, pero eso es porque sabe que ella es la reina y que siempre tendrá ventaja. UC

 
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