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Número 23 - Mayo de 2011   

Caído del zarzo
Elkin Obregón S.
 

Sergio Valencia, un activo hiperactivo, como todo el mundo sabe y padece, ha tenido desde hace muchos años el proyecto recurrente (medio en serio, medio en broma, pero me temo más que lo primero), de hacer un programa radial llamado "Pase maluco con el bambuco". Sospecho de buena fuente que el responsable de libretos y elección de repertorio sería yo, y confieso que la idea no me desagrada del todo. Para empezar, sólo pondría bambucos viejos (el bambuco maluco es el nuevo), y creo que empezaría con uno muy anciano, Me acuerdo de ella, y que dice, en su parte pertinente:

"Cuando la aurora tiende su manto
y allá en los cielos su luz destella,
cuando las aves alzan su canto
me acuerdo de ella…".

Después seguirían otros ejemplos (bambucos de serenata, descriptivos, de cementerio, nostálgicos, idílicos, pocos de despecho —casi no existen—, y hasta fiesteros, que también los hay, y muy bellos, con letra o sin ella). Y el programa, tal vez por suerte o desgracia el único, cerraría con el hoy olvidado Acuarela, que en su parte pertinente dice:

"Un alma de amor avara,
al alma tuya pregunta:
¿Por qué la tarde nos junta,
si la aurora nos separa?"

Lo cual viene a signicar, si de eso se trata, que en bambucos, al menos, el tigre se muerde la cola, y viene a decirnos al final lo opuesto a lo dicho al principio. Expresado con los versos del gran Simón Díaz, "Quererse no tiene horario". O sea, para el amor no hay sol ni luna. Es ciego.

Coda, también musical.
Cuando uno oye en radio a Darío Gómez, o apaga el aparato, o cambia de emisora. Y, sin embargo, pensándolo bien, estos dos versos, tan oídos, son quevedianos:

"Nadie es eterno en el mundo,
nadie vuelve del sueño profundo…".

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