La homosexualidad es una variante de la conducta humana, no es algo que haya surgido en la década del 50 cuando se inició la práctica de inyectarle hormonas femeninas a los pollos, tal como cree Evo Morales quien a viva voz aseguró en una cumbre climática en Bolivia que los varones cuando comen este pollo sufren "desviaciones en su ser como hombre". Lo que Evo nunca mencionó es qué producto sería el causante de las desviaciones femeninas. ¿Evo le teme a su Eva?
Pero no solamente el presidente boliviano tiene la desfachatez de salir a la plaza pública a dar semejantes declaraciones. Todavía cuando se busca una definición sobre homosexualidad se encuentra al paso una gran muralla para el entendimiento y la aceptación tranquila de esta condición. Esa muralla es la palabra "problema" en frases como: "hay que buscar la cura a este problema".
Pues bien, como un problema es algo que requiere solución, en Costa Rica ya la tienen, según lo expresó Juan José Vargas, ex diputado de este país. En palabras de este buen hombre que junto a su liga de la moral pretende devolver por el camino del bien a las ovejitas multicolores, el tratamiento consiste en analizar el por qué la persona tiene este comportamiento homosexual, buscando a través del dialogo cómo fue su crecimiento, su niñez, la clase de familia que tuvo... Por supuesto la parte fundamental de este tratamiento es la oración y la entrega a Cristo (pero no como están pensado) y llevar una vida de servicio a los otros.
Habría que preguntarle a este buen hombre si la oración también sirve para corregir el problema de la conducta pedófila de muchos sacerdotes católicos.
Afortunadamente para el buen juicio, la comunidad de siquiatras costarricenses salió al paso para aclarar que la homosexualidad no es una enfermedad y por lo tanto no tiene cura. Lo que se requiere con urgencia no es un tratamiento para el homosexualismo sino para la homofobia.
¿Será que reconocer la condición del otro y aceptarla, es miedo a reconocer nuestra propia condición de seres sexuales? Llevamos demasiado tiempo creyendo que el sexo es una función reproductiva ¡Qué terquedad! El sexo no es sólo para reproducirse, es una forma de darse placer, por lo tanto no podrían tomarse contra natura las prácticas sexuales entre personas del mismo sexo. Es claro que no son caprichos exclusivos de los seres humanos.
El bonobo, es una especie de chimpancé enano que tiene un comportamiento particular en lo sexual. Entre los bonobos son normales las felaciones, el onanismo, los besos y las frotaciones macho-macho; hembra- hembra y por supuesto, el coito hembra-macho. No discriminan en sus comportamientos sexuales según el género o la edad; solo se abstienen de relaciones sexuales entre madres y sus hijos adultos.
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Los chinches también practican la homosexualidad almacenando esperma de otros machos en el cuerpo para luego depositarlo en una hembra. Los gansos forman vínculos homosexuales y cuando una hembra irrumpe en la pareja, muy civilizadamente arman un trío.
Este tipo de contactos se describe en más de 1.500 especies, lo que demuestra que la homosexualidad y otras prácticas que escandalizan a algunos buenos cristianos, son naturales a todos los animales, incluyéndonos; pues se nos olvida que somos animales algo más sofisticados que además de practicar el sexo por placer polemizamos al respecto.
En la historia de algunas culturas las prácticas homosexuales han sido ritualizadas, en otras han llegado a tomarse como expresión de virilidad. También han sido, y siguen siendo, perseguidas y satanizadas. Podemos pensar que lo que se transforma no es el sexo sino la percepción que se tiene de él. En la edad media, la sociedad occidental y cristiana perseguía y torturaba a los homosexuales. Y para desconsuelo de muchos, en nuestra época esta tendencia sexual está criminalizada en más de 80 países. Pareciera que la inquisición no se acabó; sino tan solo cambió de forma.
Y como Eros es una pasión que no distingue género, también los hombres le escriben a sus musos, tal como lo hizo el poeta hebreo del siglo XI Yishaq Ben Mar-Saul, del que se dice, fue el primero que escribió poemas homosexuales:
"…Él ha encendido mis pasiones y
consumido mi corazón con fuego.
Ppor él yo he sido dejado
sin entendimiento y juicio.
¡Llorad conmigo avestruces,
gavilanes y halcones!
El amado de mi alma me ha matado.
¿Es esta una sentencia merecida?
Por él mi alma está enferma,
confundida y anhelando.
Su palabra sobre mi corazón
es como rocío sobre tierra seca.
¡Arráncame del abismo de la destrucción
Cuando me pierda en el infierno!"
Yishag no estaba ni loco ni enfermo, ni mucho menos tenía entre su dieta pollos inflados con hormonas. Simplemente estaba enamorado, una forma de locura que por fortuna aún no ha sido condenada.
Y retomando a Eros, ¿qué tendrá "ese oscuro objeto del deseo", que nada tiene que ver con Buñuel, que fue, será y seguirá siendo inagotable fuente de placer?
El ginecólogo alemán Ernst Gräfenberg descubrió el famoso punto G de las mujeres (llamado así en su honor) que está ubicado detrás del pubis y alrededor de la uretra. En los hombres su homologo el punto P, llamado así por la próstata, está ubicado penetrando el recto y tanteando la pared frontal hasta llegar a una zona rugosa llamada glándula prostática. La fricción constante con la próstata produce un intenso orgasmo de eyaculación involuntaria y fuertes espasmos.
Pero sentir placer sexual por la estimulación anal no hace homosexual a ningún hombre. Y en caso de que le quede gustando y quiera declararse homosexual, tampoco es para alarmarse. Se trata de algo natural que no tiene qué ver únicamente con el placer sexual; ahí también juega la atracción, el encantamiento y, por qué no, el mismísimo y escurridizo amor.
Entonces, ya saben, hombres del mundo, pueden comer pollo tranquilos y disfrutar de la estimulación anal si así lo desean, y ustedes, homosexuales de todos los países; pueden estar tranquilos; por más que lo intenten, no podrán curarlos.
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