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Número 12 - Mayo de 2010   

Estilario
Raul Trujillo
Exclusivo para UC desde Buenos Aires
 

Estilario, LinaToda ella repaisa con acentos, filigrana de costeña momposina, trigueña casi morena de ojos verdes claros, cejas abundantes y rasgos voluptuosos como sevillana de origen mudéjar. Nuestra belleza mestiza y exuberante sacó lo mejor de tres razas y poco adorno o retoque requiere lo natural para ser memorable, siempre amable y familiar.

El pelo en ondas que no llegan a rizos va recogido con una colorada flor y aquí la imagen de la tradicional matrona toma la coquetería de chapolera nómada, madre y trabajadora incansable entre las faldas cantando alegre en el cafetal. Célebre y parte fundamental del imaginario que el resto de los planetarios tiene de nosotros gracias a La Mencha, en novelón con aroma de mujer.

No son de filigrana pero los grandes aros bien podrían serlo y el minucioso adorno recargado en detalles parece más la suma ecléctica de todas las estéticas de oriente, con sello made in china. Equilibrando lo serial e industrializado con mucho de talento local y hecho a mano, combina las sandalias, pulseras y cinta que envuelve el mechón de pelo como testigo paciente del laborioso hacer.

Buena oportunidad para hablar de este genial vestido envolvente, popular desde 1973 cuando su creadora Diane von Fürstenberg, de la que decían era "la mejor anfitriona que tuvo el ambiente artístico del pop neoyorkino", le enseñó a la editora de Vogue, Diana Vreeland, la prenda que sería precursora del wrap-dress. El traje envolvente se presentó entonces en la semana de la moda de Nueva York y la creación Von Fürstenberg —apellidos de su ex que nunca omitió— tuvo una gran influencia en la moda entre las prácticas y sexys ejecutivas que despuntaban el nuevo hedonismo de la gran manzana. Ahora globalizado y reinterpretado lo vemos como solero sexy de romántico verano color calipso, estampado de ramilletes florales sobre blondas (encajes elásticos). Ultrafemenino, las arandelas de encaje delinean el escote que se marca tan profundo como su dueña quiera —depende de cuánto se crucen los dos costados al frente— y los pequeños hombros que hacen de micromanga. El ruedo como enagua o puntilla revela el forro del traje que invita al juego de la desnudez que resultaría con solo tirar del cordel.

¨Hacer jarra¨ decía mi abuela cuando apoyaba las manos en la cadera relajando la espalda y concentrando la atención en el vientre y el torso, para adelantar ligeramente la cabeza, como dando aliento a su "caudal de voz". El nombre popular de esta postura para exhibirse ofrece una bonita metáfora del cuerpo humano como recipiente contenedor y para Lina resulta el gesto ideal que hace pasar inadvertida la rígida palidez de su prótesis al posar. UC

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