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            Entre neblina del pasado el           arquitecto Rafael Ortiz nos           corrige el rumbo de nuevo,           y de su mano y con sus recuerdos seguimos           Carabobo adentro.            
            1. Carabobo, de la plazuela de la               Veracruz hacia el norte, también se               llamó el Carretel porque por allí circulaban               las carretas que iban al Edén y               posteriormente al restaurante de Amito.              
            En la esquina nororiental del cruce               de la quebrada Santa Elena con el               Carretel tenía una viuda, madre de               dos hijas muy hermosas, lo que en el               comienzo fue una panadería y posteriormente               hotel. Ocurrió que un sacerdote,               el padre Gabriel Palacio, que               estaba suspendido y tenía fama de               loco, consiguió allí una habitación con               alimentación; según decires de la época               el padre acabó cohabitando con la               señora y las dos hijas, y así entre todos               arrastraron el lugar a la degradación.              
            El padre Palacio era realmente un               loco con ideas geniales. Recién terminó               el seminario lo mandaron para un               pueblo, y en la casa donde le dieron               habitación había una ventana por donde               entraba una gallina que todos los               días ponía un huevo, huevo que él se               comía religiosamente. Cuando se confesó               y contó, el otro padre lo conminó:             "Tiene que suspender eso de alguna               manera porque si no le toca restituir               los huevos comidos al dueño de la               gallina." Fue el padre Palacio a confesarse               otra vez y contó lo mismo y lo               mismo le advirtió el confesor; y en la               tercera, le preguntó: ¿qué hubo, joven,               BYRON WHITE ya le encontró solución al problema?               "Sí, padre —dijo—, ya le encontré solución:               me la comí".              
            2. La tienda de los Mesa, de los               mismos Mesa de El Poblado que por               más de setenta años tuvieron en Medellín,               en ese sector de Carabobo, tiendas               de abarrotes y mercados. Por ser               tan famosos como ricos a casi todos               los mataron por robarles; a los últimos               de la familia los asesinaron frente a la               Placita de Flórez.              
            3. La Panadería Palacio, o de las               Palacio (ninguna familiar del padre               loco, hay que decir), tuvo su época de               esplendor cuando era manejada por               Rosa, pues ella dominaba todas las               fórmulas clásicas de la panadería santarrosana:               pandequeso, bizcocho de               yemas, almojábanas, roscas de anís...               Después de esa época no volvieron a               producir algo parecido. Una vez construyeron               su edificio en Cundinamarca               con Juanambú, las Palacio entregaron               el local y lo tomó otra familia panadera,               los Lalinde, que produjo bizcochos               y pandequesos que también se               hicieron famosos; la gente empezó a               murmurar que la causa de tan buena               parva eran los hornos, que daban el               punto preciso.              
            4. Por los años 30, en la esquina               suroccidental de Juanambú con Carabobo               estuvo la primera sede de las               Empresas Públicas Municipales.              
            5. En la esquina suroriental hubo             un café, recordado porque allí ocurrió             la primera muerte accidental por culpa             del paratión. Una botella de gaseosa             en la que habían reenvasado el fulminante             veneno quedó mal lavada por             parte de la embotelladora, el refresco             salió al mercado, llegó al café y pasó al           papayo a un individuo que se la tomó.  
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            6. En la esquina noroccidental               funcionó el edificio donde Néstor               Cuartas tenía su prendería. Este Néstor               era célebre en Medellín por su               afición a los toros y por su dudosa               moral. En temporada de corridas, lo               primero le servía para organizar con               los toreros un gran y colorido desfile,               lleno de voladores, que terminaba en               el Circo España, cuya entrada principal               quedaba en Caracas con Girardot.               Y lo segundo le sirvió para ganarse la               fama de tumbador: alhaja fina que le               empeñaban, alhaja que irremediablemente               quedaba en sus manos.  
            7. Antes de existir el Edificio               Cuartas, la cuadra comprendida entre               Juanambú y Zea, costado occidental,               fue construida en su totalidad a fines               del siglo XIX con lo que llamaron las               casas de los popos, a causa de la estrechez               del lote. Esas precarias casas               fueron levantadas para los negros esclavos               una vez sus amos los desalojaron               de sus tierras (todavía hay quienes               creen que ese desalojo se trató de               una liberación bienintencionada).  
            En una de estas casas murió el               insigne bardo Gregorio Gutiérrez               González. Marginado totalmente               por la sociedad porque escribió una               poesía contra los personajes avaros               de Medellín y algunos poderosos               se sintieron muy aludidos, GGG se               sintió abandonado y se sumió en el               licor hasta alcanzar la pobreza; fue               entonces cuando un compañero de               juegos de infancia, hijo de una pareja               de esclavos de sus padres, lo recogió,               lo llevó a las casas de los popos y lo               asistió hasta la muerte.  
            Los poetas de Bogotá que conocieron               el hecho se lo llevaron, ya               acostado, para la capital, a descansar               en la Basílica, en cierta forma para               desagraviarlo por haber sido enterrado               en Medellín en el cementerio de los               pobres; luego fue reclamado por La               Ceja y sepultado en una capillita abandonada.               Allá sigue.  
            8. En una de las casas de los popos,               hacia 1925, puso una de las primeras               estaciones de gasolina un señor               Arroyave; después Arroyave alcanzó               un éxito tan grande que le vendió su               cadena de estaciones de gasolina —tenía               48— a la Esso.               9- En la esquina suroccidental del               crucero con Zea había un localito pequeño:               la prendería de Braulio Ayala,               este sí un prendero con fama de               muy honrado.  
            10. Un edificio de dos pisos que               todavía hoy existe en la esquina suroriental               fue la casa del capitán Duque,               que navegó por el río Magdalena hasta               que se murió. En la cuadra que seguía,               Zea y La Paz, había cinco mansiones al               estilo antiguo.  
            11. Este fue el segundo local de               las Palacio. Muerta Rosa, las demás               se dividieron la panadería de acuerdo               con la herencia, y quienes siguieron               con la tradición compraron en el costado               occidental una vieja mansión con               salida a La Paz —mansión que había               sido de don Ezequiel Arango— y allí               pusieron la tercera panadería.  
            12. Entre Vélez y la Paz, sobre el               costado oriental, había un enorme local               ocupado por el teatro Olimpia, y               antes ocupado por la aduanilla: unas               ramadas alquiladas al gobierno con               destino a la aduana interior. Don Alejandro               Ángel, cuando se hizo al local,               convirtió dichas ramadas en teatro               sancochería, pues en el Olimpia se podía           comer viendo cine.  
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