Número 112, diciembre 2019
Contar el centro

La fotografía, el collage, la escritura y el relato sonoro hicieron parte de los talleres Contar el Centro como Territorio Diverso. Sesenta personas caminaron, escucharon, cortaron y pegaron, vieron con atención y escribieron sobre la diversidad de nuestro Centro. En estas páginas, los mejores resultados de estos encuentros.

 

1 poema, 1 microrrelato

Taller de escritura


Tallerista: Santiago Rodas
 

Aurora

Hay noches en las que el calor me descoloca,
solo queda abrir las ventanas y exhibir a
la ciudad los demonios que guardo conmigo.
Me gusta cuando llega Mario,
me siento libre entre sus manos
que son más basura que piel.
Con él puedo lucir las vergüenzas por las que
tantas veces he sido herida y sentirme bella.
Aspiro el humo del cigarrillo que compartimos,
quiero pensar que es su aire el que me queda adentro
cuando cierro la puerta sin mirar.
Me llevo a la esquina este cuerpo que es más suyo que mío
y le dejo cada noche en la pieza el corazón con los besos.
Afuera la luna brilla sobre la calle que me espera
con un rompecabezas de hombres que me quieren y odian
porque no aceptan lo que son.
He decidido llamarme Aurora.
Me pongo un vestido morado que salga con mi pelo
y unos tacones altos comprados por los Puentes,
salgo, falta mucho para que amanezca.
Un hombre me grita, le muestro las tetas y el pipí
acepta la propuesta.

- Natalia Jaramillo

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Disciplina Oriental

Cuando supo de la convocatoria laboral no dudó un instante en presentarse a la entrevista programada en el Edificio del Café. Desde niño amó ese tipo de trabajos, en su etapa escolar fue bastante atlético y capitán de varios equipos en diversas modalidades. Se levantó muy temprano en la mañana, era el día de la entrevista y se notaba su ansiedad. Un pequeño estiramiento de los músculos todavía adormitados y estaba listo para los preparativos laborales, aunque el desayuno ofrecido por su abuela fuera huevo revuelto con mortadela, arepa blanca, quesito y chocolate, debía estar en ayuno. Antes de entrar al baño realizó la rutina diaria de barritas en el patio de su casa, 50 series de 20 repeticiones y terminó con el levantamiento de unas pesas hechas con tarros de leche y cemento robado a una obra del barrio que pesaban aproximadamente 60 kilos.
Mientras bañaba sus músculos definidos pensaba claramente cómo demostrar su experiencia laboral, sabía que don Arturo, el dueño de la revueltería, quizás no daría buenas referencias de su trabajo en caso tal de que lo llamaran, por haberse comido al escondido ese alpinito y ser descubierto por su jefe directo, podría opacarle su sueño de comenzar a facturar. Si le pedían definirse en una palabra ya la tenía preparada: Disciplina. Fundamentada en el aprendizaje empírico de artes marciales, bajo el compendio teórico y audiovisual de las películas de Jackie Chan y el desarrollo práctico de peleas callejeras en su barrio. Por esa simple razón aseguraba que el trabajo sería suyo y Evelin podría por fin presentarlo en su casa; sería el novio trabajador que su suegra buscaba.
A una cuadra de su casa tomó el bus que bajaba al Centro, estaba tan lleno que tuvo que irse colgado de la puerta de adelante, no sin antes alegar con el conductor por el cobro del precio total del pasaje aun cuando no pasó la registradora. Ese recorrido mañanero le ayudó a repasar sus ideas, tenía la flexibilidad, la atención y la resistencia propias del trabajo. La empresa a la que iba a presentarse tenía un nombre difícil de pronunciar, pero coincidía con su abuela, a lo mejor era una empresa del extranjero.
Para la entrevista habían llegado más de 50 personas, pero ninguna con la contextura física suya, se le notaba a leguas la práctica asidua de las artes marciales. La entrevista era grupal y consistía en una serie de preguntas cortas para respuestas rápidas, pero lo que más le sorprendió a la psicóloga fue la secuencia de velitas que realizó delante de todos cuando se preguntó por un posible factor diferenciador para el trabajo propuesto. Finalmente todo salió como pensaba, el trabajo era suyo y empezaría al día siguiente. Su lugar designado fue la esquina de la Oriental con La Playa, esa flexibilidad le ayudaría a esquivar a los honorables señores de espacio público, esa atención le permitiría identificar aquellos usuarios que no contaban con la información y con esa resistencia aguantaría las 8 horas diarias parado a sol y agua. Su trabajo era simple: repartir los volantes de Shaolin el brujo llanero, experto en regresar a la persona amada en la mano del cliente totalmente sumisa y dispuesta a vivir del amor.

- Daniel Guzmán Duque

 
Plan Ciudadano de Lectura, Escritura y Oralidad

Proyecto ganador
de la Convocatoria
de Estímulos para
el Arte y la Cultura 2019.
Secretaría de Cultura
Ciudadana de Medellín

 
Con el apoyo de:

Universidad de Antioquia

 
Un proyecto de:

Universo Centro

Alcaldía de Medellín