Número 96, mayo 2018

Dos experimentos
L.C. Bermeo Gamboa
 

Soy de la raza de los que cantan en el suplicio
Arthur Rimbaud

Prueba empírica #1

Una rata flota en el agua
patalea por salir del cubo
donde fue arrojada con piedad
y guantes de látex, para medir nuestra esperanza.

La otra, en el cubo de al lado
era la más optimista de la especie
y había luchado por 5 minutos,
por cada segundo a flote
se bendecían los doctores
anhelando destilar en frascos
el milagroso elixir de los más persistentes,
esa sustancia química de los héroes
que impide detenerse ante cualquier realidad trágica.

Desean ofrecer una dosis universal
para que las potencias del primer mundo
apliquen a sus recién nacidos un paliativo vital,
que les ayude ya sea con el aburrimiento en sus
despachos,
o con un cáncer terminal en oscura habitación,
la cura del perder contra una derrota en el fútbol, un
despido laboral,
la pérdida de un miembro o un premio, la muerte de
un ser querido,
pero sobre todo, para soportar el hambre y la sed
irremediable del futuro.

De las ratas que soportan a flote solo un poco más
del promedio
se espera producir esta leche esencial e inmunizar a
los infantes.
Pero, especulan los científicos, las clases más bajas
podrán suplirlo
criando sus nichos de ratas y enseñando a sus niños
cacería,
basta con agarrarlas y mamar de sus colas
desnudas.

Prueba empírica #2

Parido el pequeño ser vivo,
evita el asco y cárgalo,
apenas comprenda lenguaje,
no perder tiempo y confirmarle,
básicamente, que esto es lo peor
que le pudo suceder.

Si sonríe ante la noticia, azótalo.
Hasta que acepte con llanto.
Si eres su madre,
por eso tienes gran ventaja,
dile que vas a morir pronto,
en un tiempo indeterminado,
pero seguro.

Si eres su padre,
y aún estás cerca al nacer,
dile que te avergüenzas
de compartir tu sangre con batracios,
y que pronto lo abandonarás.
Si eres un extraño,
evita sobre todo la empatía,
no confundas tu dolor con el suyo,
hazle entender que es una equivocación,
un doloroso espectáculo
del que nadie es responsable.

Luego solo mantén un firme silencio
donde no perciba la presencia de uno igual.
Hazlo por el tiempo que sea necesario;
primero, para alimentarse,
se hará amigo de las ratas,
y tarde o temprano, para sobrevivir,
empezará a cantar. UC

blog comments powered by Disqus