Los cincuenta de Cien
Juan Fernando Ramírez Arango. Ilustración: Manuel Celis Vivas
La primera vez que supe de G.G.M. fue a través de un tío paterno, quien, cada vez que se emborrachaba en familia, ponía el discurso de aceptación del premio Nobel, que había grabado en beta. Mis primos y yo correteábamos por toda la casa y él pescaba en río revuelto, cargaba al que se dejaba agarrar y no lo soltaba hasta que terminara aquel discurso. Una de esas veces agarró al primo equivocado y se armó la gorda. El papá de ese primo, tío político mío y a la sazón militante de la UP, se atrevió a cuestionar las palabras de G.G.M. en Estocolmo. Hace unos días recordamos ese episodio y me reiteró su cuestionamiento: aparte de escupir que es un “colombiano errante y nostálgico”, ¿cómo es posible que no haya mencionado a Colombia? ¿Cómo es posible que haya listado sátrapas de toda Latinoamérica y ninguno colombiano? ¿Cómo era posible? ¿Si lo errante y nostálgico, en una píldora, se denomina exilio, y la enfermedad fue el estatuto de seguridad de Turbay Ayala? La respuesta de mi tío político es que ese día G.G.M. aceptó ser nuestro escritor nacional, el escritor nacional de Colombia. Yo le seguí la corriente, e incluso me dejé llevar, puse algunos ejemplos para ilustrar su respuesta. En quinto, sexto, séptimo, octavo, noveno y décimo, tuve que leer Cien años de... Por eso, seguramente, en Letras: Filología Hispánica no hay un solo profesor que no haya usado ese libro para puntualizar alguna idea. Tanto que un compañero antiG.G.M. se empeñó en llevar la cuenta. Finalizando el segundo semestre el número se acercó peligrosamente a cien, y el compañero decidió darle un premio al profesor centenario. Se lo ganó el profesor neonazi que parodia a Chávez en clase y que está convencido de que la mejor adaptación cinematográfica de la historia universal es Highlander. El premio fue una fotocopia que reproducía la opinión de Pasolini acerca de Cien años de...: “Parece ser un lugar común considerarla como una obra maestra. Este hecho me parece absolutamente ridículo. Se trata de la novela de un escenógrafo o de un utilero, escrita con gran vitalidad y derroche de tradicional manierismo barroco latinoamericano, casi para el uso de una gran empresa cinematográfica”. Según el compañero antiG.G.M., por venir del factótum de las artes del siglo XX, a G.G.M. le debió haber dolido mucho esa crítica, a tal punto que siempre rechazó cualquier ofrecimiento para llevar Cien años de... a la gran pantalla. El compañero antiG.G.M. siguió llevando la cuenta y regalando la fotocopia venenosa de Pasolini, si bien, ahora se la entregaba al profesor que hiciera la mención número veinticinco de la novela más comercial de Macondo. Promediando el sexto semestre ya no había, prácticamente, ningún profesor de filología sin su fotocopia anti Cien años de... Sin embargo, ese hecho no los refrenó y el índice de menciones creció un 22%. El piso del índice es 1.7 y el techo 2.5, luego, sabiendo que su divisor es el número de créditos, diez sería el número máximo de veces que, en promedio, un profesor de filología hace mención de la obra a lo largo de un semestre. Pero esa no es la inferencia más interesante, si se contrasta ese índice con el número de deserciones tardías, o sea con las que ocurren más allá del quinto semestre, se encuentra que el máximo de esas deserciones siempre está precedido por el pico más alto del índice. El compañero antiG.G.M. cree que allí hay una relación de causalidad, pero yo le sostengo que es una simple coincidencia que se explica por sí sola: al igual que los profesores, el pénsum de filología se repite a partir del sexto semestre, por lo tanto, graduarse de filología es hacerlo dos veces, y desertar tardíamente es como graduarse una vez. Pero él dice que mi explicación no contradice la suya, sino que la refuerza. Según sus mediciones, de los estudiantes que finalmente se gradúan, tan solo el 29% no manifiesta ningún sentimiento anti Cien años de... De esos, el 77% se gradúa más rápido y con los mejores promedios de la carrera. Luego, según el compañero antiG.G.M., los estudiantes que no desarrollan ninguna aversión a Cien años de... son los que mejor se adaptan al tiempo circular del pénsum de Letras: Filología Hispánica.
Posdata: Esto tuiteó mi tío político cuando se lanzó la propuesta de rebautizar el edificio del Congreso con el nombre del Nobel colombiano: “Los más optimistas dicen que el posconflicto será un lapso de cuarenta años, mientras que los más pesimistas afirman que llegará a cien. Nombremos a esa etapa: G.G.M.”.