Entre titís grises, reinos de palmas, verdolagas
florecidas y patos esperando migas de pan, vive el
espíritu del maestro que custodia las especies animales
y vegetales conservadas en el Jardín Botánico de
Medellín: Joaquín Antonio Uribe, un hombre florecido en
Sonsón, por quien fue bautizado este edén criollo.
Representó, en el desarrollo intelectual antioqueño
del siglo XX, la combinación perfecta entre disciplina,
poesía y ciencia. Su pasión por la naturaleza se
desbordaba en el saber aplicado con absoluta entrega,
plasmado en una prosa armoniosa que da cuenta de
su vocación por la enseñanza. Este sabio naturalista
concentró sus esfuerzos en abarcar distintas disciplinas
científicas, y aunque es reconocido por sus adelantos
en biología y botánica, su curiosidad lo llevó también
por la geografía, la geología, la historia y la literatura.
Parte de su legado se conserva en la Sala Antioquia de
la Biblioteca Pública Piloto, en el Fondo Marceliano
Posada, intelectual amigo quien se encargó de guardar
los detalles de su hacer investigativo y de su vida
personal. Las libretas de apuntes hablan por sí solas
del detalle minucioso que llevaba el maestro Uribe en
cada tema, descubrimiento y objeto de estudio. Para
la muestra, su libreta titulada Historia Natural, una
recopilación de estudios sobre fauna y flora en Antioquia
que inició en julio de 1925, en la que describe y cataloga
especies según su taxonomía; en el detalle, el Cuadro
de la Clasificación Vegetal dividido en clases, órdenes
y familias, en el que evidencia la variedad de las 1 134
plantas determinadas a lo largo de esta investigación.
Poco es lo que se ha dicho del maestro Joaquín Antonio,
pero sus aportes no se quedan cortos para la dedicación
con que trabajó y vivió la naturaleza en estas tierras; no
en vano decimos que su espíritu se quedó viviendo, entre
orquídeas e iguanas, como guardián del Jardín.