Un personaje público. La muerte de la persona más cercana a mí que no es ni familiar, ni cercana, pero que me afectó porque me tocó presenciarlo, fue el asesinato de Héctor Abad Gómez, el líder de los derechos humanos en esta ciudad. Ocurrió en 1987. Yo tenía veintinueve años, salí de cine en el teatro Libia y subía en ese momento, en automóvil, por la calle Argentina hacia la carrera Mon y Velarde, cuando presencié el asesinato. Vi caer a un señor de edad y luego vi también a una señora a su lado. Me conmovió demasiado ver la escena. Luego, cuando me bajé del carro, y antes de que llegara todo el corrillo y todo lo que se desató, con los organismos de seguridad y todo lo que implica esto, fui a ver a esa persona en el piso, con su traje impecable, sangrando, y a la señora aturdida. Me dije: "Pero, ¿cómo se les ocurre matar a un anciano? Si matan a un anciano, son capaces de matar a un niño, a cualquier otra persona". Imagínese el impacto cuando después resultaba que ese anciano era esa persona honorable, ya de edad, y la otra persona era una compañera de trabajo, una maestra. Es una historia terrible de lo que han representado para mi generación los asesinatos y la violencia en Medellín.
(Hombre de 50 años, historiador y administrador cultural, barrio Prado)
Mi hermano. Por desgracia, hace veinte años un vicioso lo cogió a tiros en la calle. El problema no era con él, porque el vicioso iba por las calles así, todo loco, disparando. Le pegó un balazo por la espalda, lo llevaron a cirugía y allí murió. Los del sector dijeron que había sido un tipo todo trabado que andaba por ahí peleando con otros, todo loco, por ahí en los vicios. Mi hermano en ese entonces tenía 33 años, vivía con la señora, dejó una niña y trabajaba la construcción.
(Hombre de 44 años, oficios varios, Bello)
Cercano, no. Pero en la finca donde trabajé con mi esposo mataron a ocho. Eso fue hace siete años. En los límites de Medellín y Copacabana. Era una gente que venía a alquilar. No sabíamos quiénes eran, simplemente se les alquiló parte de la finca. Una noche vinieron por ellos. Eso fue terrible, pero nosotros nos salvamos. Nos dejaron vivir, pero nos fuimos y nunca más volvimos. Mi esposo todavía está nervioso y muchas veces no puede dormir.
(Mujer de 52 años, agricultora, municipio de Jericó)
Mi tío y mi exnovia. Mi tío murió hace más de veinte años. Cuando estábamos en Semana Santa nos dieron la noticia de que lo habían matado, a bala, en el barrio Buenos Aires. Él era mecánico. Digamos que era mi ex novia, pero estábamos en un proceso de volver a conversar, de sentarnos después de mucho tiempo a hablar, y quedamos de vernos un lunes. Yo llamé el domingo a confirmar esa cita y me dieron la noticia de que la habían matado. Hasta ahí llegué. No sé qué le pudo haber pasado, nadie sabe. Claudia tenía en esa época diecinueve años. Eso fue hace más de quince. Era la mujer más trabajadora de este mundo. Era de esas mujeres a quienes no les gustó estudiar en la vida, pero le gustaba trabajar.
(Hombre de 36 años, historiador y bibliotecario, barrio Prado)
Vecinos. No tengo ninguna persona cercana asesinada, pero vecinos sí he visto. A veces menores de edad, a veces mayores. Se involucran en problemas raros, con drogas, o se meten en grupos armados. Vivo en San Javier, pero no en la parte más maluquita. Se sabe de varias cosas, porque es cerca de barrios que son muy pesados de ambiente. ¿Pero que haya personas cercanas a mí asesinadas? No.
(Mujer de 19 años, vendedora de calzado en el barrio Belén)