No pensé que el lapso de una vida fuese suficiente para ver nacer una tradición china. Pero una nueva ha llegado a la vida, y tan rápido que por poco no nos damos cuenta. Por alguna razón que escapa a la comprensión —como sucede en toda tradición respetable—, los chinos acaban de decidir que la mejor manera de despedir a sus muertos es con show de desnudistas. No se trata de ninguna figura poética, ni de una dicción de mal gusto; entre los chinos se ha convertido en moda llevar bailarinas nudistas a los entierros para asegurar la suerte del occiso en el más allá. ¿De qué diablos estoy hablando? Responde con seriedad el medio noticioso Salon.com: “En abril de 2015, el Ministerio de Cultura de China emitió un comunicado anunciando una persecución policial a las apariciones de desnudistas en funerales, costumbre que el gobierno ha estado tratando de erradicar por algún tiempo. De acuerdo con el Wall Street Journal, a las desnudistas por lo general se les contrata con el propósito de atraer a más gente a los sepelios con el fin de aumentar la buena fortuna del occiso en el más allá”.
Como con tantos inventos occidentales, Oriente ha tomado a la estríper y la ha llevado a una potencia insospechada. La estrategia, hay que admitirlo, se nos escapó. Nosotros limitamos la esfera de acción de la danzarina exótica al bar para adultos; la asociamos al sucio sentimiento del deseo lascivo. Los chinos no vieron esa contención: la bailarina brinda felicidad, sea donde sea. Incluso en el más allá. Vaya uno a saber por qué no se le había ocurrido a la Iglesia católica en los vastos subterfugios en donde los católicos pierden la fe o asisten a misa roñosos por la resaca; a los senadores en las bancadas del Senado; a los jueces en los estrados en donde el reo decide ser ausente: ¡llevemos una maldita desnudista!, cénit del gancho, cúspide del atractivo, atavío de la libertad para hacer aquello que uno en realidad no quiere hacer y asistir a donde uno no quiere asistir.
Sigue Salon: “Fotos de un funeral en Handan en la provincia norteña de Hebei en marzo del 2015 mostraban a una bailarina mientras se removía el sostén ante una muchedumbre de parientes y niños de la familia”.
Ahora se las ve merodeando por las casas funerarias proponiendo su espectáculo. Pero el gobierno no sabe cómo quitarse de encima esta libertad. Es obvio que las mujeres son las primeras en defender sus recién adquiridos derechos. Con hasta veinte presentaciones al mes, a un promedio de 320 dólares la despedida de cadáver, unos dos mil yuanes, la muerte se ha convertido en un negocio picante y rentable.