Nunca habíamos visto tantos Circulares Coonatra juntos, mansos, a la espera de ser acicalados. Siempre se los ve rugiendo en las calles, con las llantas casi en el aire, veloces para cumplir a tiempo su eterna ruta por medio Medellín.
“Ahí está ‘Piolín’”, dijo uno de mis compañeros de viaje. El hombre venía de bluyines, camisa rosada y gafas oscuras tipo Héctor Lavoe. “¡Entonces burgués!”, saludó Piolín, “vea, cuadre esa burguesía allí”, y nos indicó con la mano dónde podíamos parquear el carro.
Piolín nos presentó a ‘Tatatá’, a ‘Tomate’ y a ‘Nacho Coles’, sus maestros, hombres que han dedicado sus vidas a la estopa, a la cabrilla y a la grasa de los buses. La locación para la entrevista no podía ser otra y Tomate puso a disposición su vehículo. Allí, con las bancas para nosotros solos, en medio de humos, salsas y carcajadas, nos acercamos a estos personajes unidos por el oficio y por una forma de vida que suena a trompetas y timbales.
—Tatatá, ¿cuándo empezaste a trabajar con buses?
—Yo toda la vida he vivido aquí en Las Violetas y estando muy pelao me resultó un camello en una bomba en Guayabal, allá me enseñó un muchacho que le decían Alejandro, él me puso a barrer y a trapear los buses; yo me iba en una bicicletica y una vez un bus me recostó y me volvió esa bicicleta un culo.
—Yo traje a Tatatá aquí al terminal hace 28 años, yo le decía: Tatá, venga que aquí gana más que allá en esa bomba y siguió trabajando conmigo.
—Sí, Nacho me acabó de pulir. Y me quedé calvo porque yo lavé un bus, el 155, y ese pirobo tenía las tres fugas: caja, motor y transmisión, entonces ¿sabe qué? Petrolizaba ese carro con gasolina, acpm, fab, agua, y con la mugre y la grasa eso era un bomba, yo no usaba gorra y lavé ese carro quince años, ese trompiazul. Por Nacho le cogí sabor a la salsa, porque con un parcero que mataron, Ñapa, y con un hermano mío, Fredy, todos muy aficionados a la salsa, éramos brillando los carros y poníamos Latina Stereo.
—¿Y por qué te dicen Tatatá?
—Yo era todo borracho dizque en una acera diciendo ta ta ta y desde ahí me pusieron Tatatá, como a los trece años.
—Y vos, Piolín, ¿a qué edad empezaste a trabajar?
—A los doce, yo vivía en Caicedo y mi mamá me mandaba a estudiar, pero me tocaba bajar diez cuadras a una escuela y eso era una calentura la berraca; uno, por ser de arriba, los de abajo lo podían matar, eso me mantenía frustrado, entonces ya no bajaba a estudiar sino que salía a ayudarle al señor del Circular y echábamos cinco, seis viajes.
—¿Y cómo se conocieron Tatatá y Piolín?
—Como yo no quería estudiar y ya me conocían en el terminal, Tatatá me cogía y me decía: vea, con este trapo lava, con este seca y con este limpia, y empecé a limpiar vidrios, me volví un mostro pa limpiar vidrios, ya después dije: no quiero limpiar, quiero es lavar un bus de estos bien bonitos, bien azaroso. Así como me gusta Latina, también me gustan los carros, empiezo a sentir un afecto amoroso porque son los que me dan el sustento pa vivir.
Nacho interviene: —Imagínese que una vez Tatatá puso a Piolín a limpiar los vidrios del bus mío, un bus nuevecito, y me peló toda la carrocería con la escalera. Acá siempre le ponen un trapo o tienen caucho y este man sano.
—Ah, si usted quiere ver furioso a Nacho Coles, ráyele el carro. Esa vez me cogió dizque: ¡Oíste Piolín! ¡Mirá como me tenés esa carrocería! ¿Usted es que no pone cuidado? Esa marihuana te está haciendo daño, ¡mirá como me dejaste el bus!, pero ya después aprendí y me empecé a catalogar como un lavador profesional de buses, los buseros se peleaban por Tatatá o Piolín, éramos los mejores lavaderos, éramos como unos titanes.
—¿Y el apodo por qué?
—Por cabezón y porque era muy pepo, usted sabe que los piolines son pepos; yo no salía del Parque del Periodista, y a mi Nacho Coles me decía ¿dónde se va a bajar?, en el Periodista no le paro. Y yo le decía: me tiiiro miiijo, me tiiiro. Gracias a dios esto me sacó de esa monotonía, porque iba pal fango.
—Piolín, ¿cómo se formó el parche de Latina Stereo acá en el terminal?
—Empezó porque nosotros los alistadores, tanto Tatatá como Piolín, poníamos la emisora. Pero los maestros eran Tomate y Nacho porque sabíamos que siempre estaba puesta Latina, entonces eso fue una cadena tradicional. Ya cuando Jairo Luis y un oyente que se llama ‘Pastusalsa’, que vivía aquí en Las Violetas, hicieron una Salsavía se empezó a crecer la audiencia, ya todo mundo es con Latina, es una tradición que nunca pasará de moda, es algo que siempre va a estar intacto.
—¿Y recordás cuándo empezaron los salsaludos?
—Hace mucho, como no había internet, entonces tocaba escribir los salsaludos en una hoja grande y hacer el esfuerzo de ir hasta allá pa llevar la hoja y que nos fueran reconociendo en la emisora como fieles oyentes. Eran salsaludos para todos nosotros, para la gallada, porque hay conductores en toda parte, entonces era pa burlarnos de tal allá en Envigado, en Caicedo, en Robledo.