La sombra de un bólido en la plaza de una ciudad rusa, la altura de los postes y otros testimonios fílmicos compartidos por aficionados a través de Twitter y Youtube fueron los datos y los instrumentos utilizados por los científicos de la Universidad de Antioquia Jorge Zuluaga e Ignacio Ferrín, con la colaboración del bloguero belga Stefan Geens, para reconstruir la órbita del asteroide que explotó el pasado 15 de febrero a 23 kilómetros de altura sobre el lago Chebarkul, unos ochenta kilómetros al oeste de la ciudad de Chelyabinsk (donde está ubicada la plaza), capital de la región homónima en Los Urales rusos.
Pese a la dimensión de la explosión, de unos 500 kilotones equivalentes a cincuenta bombas como la de Hiroshima, por fortuna apenas unas mil personas resultaron con laceraciones menores en el rostro y el cuerpo. Dichos heridos se presentaron, dice el profesor Zuluaga, entre los curiosos que observaban la caída del bólido y al verlo explotar no dimensionaron la fuerza de la onda expansiva, que rompió vidrieras y ventanales en cientos de kilómetros a la redonda.
La noticia en Colombia
Pese a que distintos medios nacionales se pegaron de la noticia que publicó la BBC (antes, cuando salió en El Colombiano, no le habían parado bolas), ninguno apuntó donde era.
La cuestión va más allá de decir que los científicos colombianos fueron "los primeros", aunque sea cierto. En efecto, por primera vez en la historia de la humanidad la reconstrucción de la órbita de un meteorito que resultó ser un asteroide, la deducción de su tamaño (17 metros de diámetro), de su peso (siete mil toneladas), de su composición (silicatos y granito), de su velocidad (65 mil kilómetros por hora), de su ángulo de ingreso a la atmósfera terrestre (casi rasante), y hasta la determinación de que era un asteroide tipo Apolo, se lograron valiéndose de las herramientas que ofrece internet, las cuales permitieron contrastar los datos de georreferenciación que se obtienen a través de Google Earth con los videos y las imágenes del fenómeno celeste que muchas personas compartieron y multiplicaron. De hecho, ese mismo 15 de febrero la Nasa y los duros de los grandes telescopios estaban muy ocupados con el paso del asteroide 2012 DA14 que atravesó nuestra órbita a unos 27 mil kilómetros de distancia.
Al respecto, la conclusión del profesor Zuluaga es de una claridad científica meridiana:
—Por cada asteroide del que sabemos su trayectoria, hay al menos otro del que no.
El otro hecho que lo deja a uno como con rabiecita es que, según el científico, todos los cálculos necesarios para reconstruir la historia de la órbita del asteroide, desde cuatro años atrás hasta el momento del impacto, se hicieron basados en fórmulas de "trigonometría elemental, de secundaria, casi que de Coquito".
Los científicos han obtenido datos muy interesantes e ilustrativos sobre el peligro y la relevancia del estudio del fenómeno, que en principio podríamos bautizar El ataque de los Apolo.
El ataque de los Apolo
Los Apolo son asteroides que se salen del cinturón por donde habitualmente transitan, entre Marte y Júpiter, y que por la fuerza gravitacional de los planetas más interiores del Sistema Solar adquieren recorridos completamente excéntricos y en elipses igual o menos estrechas que las órbitas casi circulares de los mismos planetas, de manera que se mantienen en línea de colisión con Mercurio, Venus y la Tierra.
Hay unos 240 asteroides Apolo catalogados, pero se estima que puede haber unos dos mil.
—Si el asteroide de Chelyabinsk hubiera chocado con la Tierra dos horas antes —dice el profesor—, habría hecho explosión sobre Europa Central, una de las zonas más pobladas del planeta.
Con toda la capacidad de observación e investigación de las grandes potencias, el de Chelyabinsk ha sido el primer y único asteroide en la historia de la ciencia del que se tienen múltiples registros en fotografía y video, con sonido incluido, y ninguno de origen científico.
—Los únicos dos grandes asteroides de este tipo de los que tenemos registro científico (esa fue otra de las conclusiones de nuestra investigación: el de Tunguska también fue un Apolo) cayeron a una distancia irrisoria en términos astronómicos —señala el profesor Zuluaga.
Se refiere al bólido que en 1908 arrasó la región de Tunguska, donde se estima destruyó ochenta millones de árboles, apenas unos pocos miles de kilómetros al este del impacto de Chelyabinsk, también en Rusia. El profesor Zuluaga sospecha que debe haber lugares de impacto similares en la remota y despoblada Antártida.
Según el profesor Zuluaga, el punto más delicado a considerar, sobre todo por parte de los gobiernos, es que los Apolo atraviesan la órbita terrestre no por el Ecuador sino por los polos, en dirección sur norte o norte sur, mientras que el Sol y la Luna transitan por nuestro cielo de oriente a occidente. El asunto se complica en los trópicos más australes y septentrionales del globo, donde el sol se levanta y se pone siempre al sur o al norte.
En otras palabras, los Apolo resultan invisibles aun con el uso de poderosos telescopios, a cualquier hora del día.
—En Europa, Norteamérica y Rusia habría entonces que utilizar otros sistemas de observación, como el radar o los telescopios infrarrojos.
No es una conclusión apocalíptica pero sí absolutamente pertinente. Si mediante este tipo de observaciones se lograra detectar posibles impactos, sería factible ofrecer unas mínimas medidas de protección a los pobladores, como refugio hasta después de la explosión.
Para el profesor Zuluaga lo importante es descifrar la trayectoria con suficiente anticipación como para tener posibilidad de programar una respuesta.
No es un asunto de poca monta: los dinosaurios desaparecieron a causa de un meteorito.
Las pesquisas para que semejante cataclismo no nos coja desprevenidos, dice el profesor Zuluaga, serían las mismas que se utilizan desde hace algunos años y que se han dado en llamar ciencia ciudadana: internautas desparchados que ofrecen su tiempo para mirar fotografías, videos y registros altamente sofisticados que los científicos no tienen tiempo de ver y analizar porque son muchos o, como en el caso de los científicos colombianos, evidencias no muy precisas; al pasar por el tamiz de la ciencia dichas evidencias develan acontecimientos cósmicos que nadie había podido observar antes en vivo y en directo, como la caída de un asteroide Apolo, suceso que en promedio ocurre cada dos décadas.
—Es un promedio. Mañana podría caer el próximo.
Con todo y lo intimidante que resultan sus afirmaciones, Jorge Zuluaga no puede disimular el enorme entusiasmo que lo llevó a trabajar veintiún horas diarias durante dos semanas, hasta quedar tranquilo con sus cálculos sobre el fenómeno de Chelyabinsk.
Ver video de la charla
con Jorge Zuluaga aquí
Y las estrellas del cielo
cayeron sobre la tierra,
como la higuera deja
caer sus higos
cuando es sacudida
por un fuerte viento.
Apocalipsis 6:13
Epílogo
Cuentan que alguna vez Albert Einstein confesó que la teoría de la relatividad se le había ocurrido jugando a ser Dios, simplemente imaginándose cómo se podría ver el Cosmos si el observador estuviera muy, muy arriba, de tal forma que este vasto y misterioso Universo ocupara el espacio de una mesa de billar. Así logró destrabar el enredo de las fórmulas que no cuadraban en la posición de Venus, visto desde la Tierra, cuando estaba cerca al Sol. Había una variación que no alcanzaba a un grado, pero así y todo parecía inexplicable. Einstein pudo concebir la relatividad solo cuando cambió de punto de vista, y solo así entendió que lo que ocurría era que la luz de Venus era desviada por la fuerza gravitacional del Sol.
Lo que descubrieron Jorge Zuluaga y su equipo es que gracias a la tecnología de las telecomunicaciones un científico también puede, como Einstein, jugar a ser Dios y estar en muchas partes, al menos el tiempo suficiente para poder enviar desde un Ipad un video o una fotografía.
Para mí los científicos de la U. de A. no fueron "los primeros" sino los pioneros, pues este Apolo de Chelyabinsk, además de destruir, abrió ventanales insospechados en la exploración y la investigación científicas.