ARTÍCULOS
Periodismo menor
Pascual Gaviria. Ilustración: Lyda Estrada.
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Las noticias eran tituladas con las declaraciones de los interrogados: "Veinte mil al municipio" o "Yo acabo con los tiburones". Otra de sus burlas era esculcar la prensa colombiana y reseñar disparates varios. Esta sección se llamaba Hemos Leído y tenía, por supuesto, a los diarios conservadores como despensa principal.
Pero debo confesarlo. En realidad este comprimido recuento ha sido hecho para dar cuenta del primer editorial del único diario que dirigió 'Cabeza Grande'. Principios tan elocuentes y concisos que casi quisiéramos convertirlos en enseña de esta empresa editorial, fundada en una caja de fósforos hirviente en los altos de un bar bienoliente. Se los dejo, como una especie de queja y premonición:
"Comprimido no es el único periódico más pequeño del mundo pero aspira a serlo con la misma laboriosa tenacidad con que otros aspiran a ser los más grandes. Nuestra filosofía consiste en aprovechar en beneficio propio las calamidades que se confabulan contra el periodismo moderno. La carestía del papel, la escasez de anuncios y de lectores favorecen nuestro progreso puesto que nos colocan en la circunstancia de reducir cada vez más nuestras proporciones. Esta iniciativa, como los préstamos con interés, tiene el privilegio de prosperar a costa de su propia quiebra".
El origen de esta página es un libro detectivesco de Jorge García Usta sobre todos los días de García Márquez en Cartagena.
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A la mala memoria de G.G.M.
A mediodía, en el Hotel Suiza de Cartagena, tocó la puerta un costeño enfundado en un saco de lana ancho. El hombre que venía del frío acababa de vivir entre temblores la furia del Bogotazo y necesitaba escamparse. Lo acompañaba un silencioso compañero de guitarra. Les asignaron una pieza en el pabellón de turistas y 'Cabeza Grande', como bautizaron al costeño de la neblina y el humo del 9 de abril entre el pelo, no se aguantó las ganas de soltarles el rollo completo sobre los tranvías ardiendo y los machetes al aire.
'Cabeza Grande' terminó por arrastrar a la familia entera hasta la ciudad de Heredia mientras se dedicaba a asistir, sin la obligatoria corbata, a las cátedras de derecho en la Universidad de Cartagena. Además de esquivar al profesor de derecho romano, trabajaba para El Universal escribiendo notas varias y crónicas encargadas. Ya había dejado el saco y ahora vestía una camisa amarilla de grandes rombos negros: parecía un Picasso, pero más flaco, dicen sus amigos de entonces. Tenía apenas 21 años cumplidos y Clemente Manuel Zabala, director de El Universal, le fue tomando confianza. Tanta que el cabezón desflecado, con un bigote ralo de cantante de boleros, terminó encargado de los cierres y durmiendo apenas de 3 a 6 a.m. entre los rollos de papel para levantarse a la universidad. El baño diario podía esperar hasta la tarde.
Los afanes lo llevaron a vivir unos meses a Barranquilla donde El Heraldo pagaba las notas un poco mejor que El Universal. Pero muy pronto el hombrecito de la "cabeza heptagonal" comenzó a extrañar el lápiz rojo con el que Zabala corregía sus notas y volvió a Cartagena. Un año completo, entre febrero de 1951 y febrero de 1952, trabajó para El Universal. Aún perdía algo de libertad estudiando los rudimentos del derecho penal pero faltaba poco para la evasión definitiva, cuando apenas corrían tres meses del tercer semestre. La tertulia con sus amigos estaba dedicada a la literatura, la política –donde el talante liberal de Zabala era regla–, los lamentos por la muerte del porro y otras hojarascas.
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En septiembre de 1951 el arlequín de Picasso estaba aburrido de la solemnidad que exigía la prensa con mayúsculas. Entonces decidió fundar por cuenta propia "el periódico más pequeño del mundo". El nombre apenas cabía en la primera página de 24 pulgadas: Comprimido. La gente lo ponía sobre la mano extendida, pasaba las ocho páginas con un dedo mojado en la sonrisa y negaba con la cabeza para aprobar el extraño experimento. El Cabezón, ahora con 24 años, se encargaba de escribirlo completo. Dicen los cronistas del realismo mágico que la tarea titánica de escribir un diario liliputiense le quitaba solo media hora. Una cabeza lo escribía pero otra fue la encargada de cranearlo. Guillermo Dávila, quien después sería comentarista hípico de El Espectador, fue quien tuvo la idea. Era el gerente encargado de conseguir los avisos, y el "mecánico" que lo levantaba y lo armaba para que se imprimiera en los talleres de El Universal. Circuló solo durante seis largos días. En el séptimo se sentaron a descansar. Toda una era para el llamado "primer periódico metafísico del mundo". Quiero conocer a alguien que tenga aunque sea uno de los tres mil ejemplares que alcanzaron a circular, a razón de 500 diarios.
Comprimido se dedicaba a deformar las curiosidades que llegaban en los cables, bajo el título Confites Internacionales:
La unión a la cabeza
En el hospital de San Antonio, en Rock Island, Illinois, nació ayer una pareja de hermanos gemelos unidos por la cabeza. Los médicos aseguran que los niños están perfectamente bien de todo el cuerpo, menos de la cabeza.
También hacía las veces de consultorio sentimental. La sección se llamaba Hospital Amoroso y entregaba sobre todo purgantes contra la cursilería:
Hace algunos días conocí a una muchacha como de veinte a veintidós años, alta, morena, muy parecida a Ingrid Bergman, sobre todo en la manera de sonreír. Me habría casado con ella al instante, pero ella desapareció de mi vista, pues al ver que yo le proponía matrimonio al rompe dijo que yo andaba detrás de su dinero. ¿Qué debo hacer para encontrarla? RBDN. La ciudad.
R. No se preocupe, que a estas horas todo el personal masculino de este periódico debe andar sobre la pista de esa mujer.
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