Vivir del sexo
es tan difícil
como vivir
de la literatura
Ron Jeremy es una de las legendarias estrellas del cine porno gracias a las mil quinientas películas que rodó hasta el año pasado, más de cinco mil horas sexando con docenas de mujeres. Actualmente, con 59 años y una panza cervecera, sigue grabando sus películas en uno de los géneros del porno más populares en la web: el Old Man, con la participación de quinceañeras.
Su duradera y larga carrera como actor fue sostenida por otra particularidad larga y duradera: 25 centímetros de capacidad para orientarse en la vida. Un talento natural y envidiable. Envidiable porque con esa competitividad congénita no hay que ir a la facultad, ni quemarse las pestañas con libros y calculadoras.
Lo que digo es que solo por eso es envidiable esa dote, sólo por eso.
Ron Jeremy tiene una relación simétrica con su brújula: en sus escenas, el hombre sostiene una efectiva orientación hacia el cenit y esa orientación lo sostiene a él: le da la comida, la vivienda y una fama legendaria. En la historia moderna, Ron Jeremy es la encarnación viviente de una erección perpetua.
Ron Jeremy tiene un talento rabiosamente escaso, pues Dios no reparte sus más preciados dones a todo el mundo. Porque, a pesar de todo, Dios es sabio. Veamos: a Dios le gusta que nos esforcemos y trabajemos duro, pero la estadística es pasmosa: los hombres con vigas largas son incurablemente holgazanes. El resto, trabajan como burros. — Nota aparte: para palear la carencia, el secreto es rasurarse el pubis y lograr un engaño visual—. La misma estadística continúa: un hombre con más de veinte centímetros de brújula trabaja menos de cuarenta horas semanales. Es decir, para obligarnos al sacrificio del trabajo, del estudio, del matrimonio, de los hijos, para obligarnos al cultivo de la fuerza de la voluntad, Dios condenó al hombre con un ristre, sino ridículo, aceptable.
Si Dios hubiera sido generoso en la repartición de la percha universal, todos los hombres nos volveríamos amantes incurables. La estadística también es impresionante: el tamaño sí importa y sino ¿por qué diablos los vibradores que más se venden en las sexshops son los más largos y gruesos? Otra estadística: el disfraz más exitoso, hablando de fetiches, es el de policía: gafa oscura, minifalda, gorra, porra y esposas. La policía causa gran entusiasmo en la cama.
Cuando éramos niños jugábamos con carritos y muñecas. Ahora vamos a los sexshops y nos pasamos la lengua por la boca. El sexo es una oportunidad de entretenimiento y diversión. Uno de los numerales más populares y mejor botados del Manual de juegos de rol, de William Sanders Paley, se llama "Mujer que llega a la casa y es violada por un desconocido". Para este juego, el hombre puede usar las gafas de policía que compraron para la chica.
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Ron Jeremy. Fotografía de Ian Gittler
La segunda razón que tiene el Todopoderoso para argumentar su tacañería en asuntos de brújulas es ayudarnos a cumplir el sexto y el noveno mandamiento: no fornicar y no desear la mujer del prójimo. Lo anterior está bien soportado: los hombres casados se amañan en la casa por miedo a decepcionar a sus amantes. Según don Héctor Abad y César Londoño, estos dos mandamientos están repetidos: Moisés debió resumirlos en uno solo, pero le dio pereza hacer la tarea y dejó los dos.
La tercera razón para la tacañería divina, es que si gozáramos de una herramienta de trabajo, como la que tiene Ron Jeremy, la explotaríamos sin miedo, como bien lo ha hecho Ron. Y no trabajaríamos, por supuesto, y no responderíamos a las obligaciones de Dios. Nos volveríamos pornstar. Ya lo dijo alguno, "todos los hombres tenemos en el interior un actor porno frustrado". ¿Pero por qué frustrados? Porque vivir del sexo es tan difícil como vivir de la literatura. Los que no vivimos del sexo, ni de la literatura, vamos a la universidad. En la universidad recordamos el sacrificio, la pena y la crucifixión.
Ahora, ¿por qué es tan difícil llegar a ser pornstar? La respuesta es fácil, usted lo sabe: porque durante los castings, los productores y directores del género sacan un flexímetro y son implacables con sus medidas. Todo hombre quiere ganarse la vida como Ron Jeremy, pero son muy pocos los que pasan esa prueba con el flexímetro. Entonces decidimos estudiar derecho, administración o nos volvemos periodistas.
En la novela Monstruos invisibles, de Chuck Palahniuk, la protagonista ve a un perro echado en el piso que no para de lamerse el sexo. Entonces le pregunta a su amiga:
—¿Por qué los perros hacen eso?
—Pues porque pueden —contesta su amiga, y concluye —los perros no son como los humanos.
En varias de sus películas, Ron Jeremy ejecuta el mismo truco de los perros. Un truco que no es cuestión de flexibilidad, como la de los caninos, sino de dotación. Intente algún día copiar el truquito para que compruebe, sin necesidad de ir a un casting, por qué Ron Jeremy es una estrella del porno y nosotros no.
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