Ciego de nieve es un reportaje soberbio. Cuenta con minucia y elegancia la historia de un traficante menor de cocaína en los setenta. Los primeros pasos del negocio. Cómo arma la red, cómo consigue sus primeros gramos en Colombia, cómo los distribuye en Manhattan y cómo va aumentando la apuesta pero sin arriesgarse nunca más de lo necesario. Zachary Swan, el protagonista, es un yuppie emprendedor que aplica toda su suspicacia y agudeza al negocio de llevar coca a Estados Unidos de las maneras más creativas y seguras. Y corona. Durante un tiempo es el rey del barrio, y no adelanto más para no arruinar la historia. Pero lo mejor de este reportaje es su prosa brillante y desenfadada. La manera en que pinta las escenas, como describe a sus personajes, como va tejiendo con todas las armas una trama que lo agarra a uno de la pretina del pantalón y no lo suelta. No más adulación: aquí va una prueba de este plato suculento de prosa periodística.
"La boda de Swan en 1958 no era en absoluto necesaria, pero fue sin duda todo un acontecimiento social. Su mujer, Yvonne, era la primera modelo de Norman Norell. Fue el propio Norell quien diseñó el traje de la novia y quien proporcionó las damas de honor. Fue una boda muy lujosa. El banquete se prolongó infinitamente. El matrimonio duró cuatro meses".
"No había nadie en el Hemisferio Occidental mejor que Uta Dietrische para las relaciones públicas. Por mucho que te esforzaras, jamás había nada a la vista que diese más gusto mirar. Te dejaba noqueado… cuando ella pasaba, a los viejos se les saltaban las lágrimas".
"Michel Bernier encarnaba todas esas características individuales que los norteamericanos detestaban en un hombre: era francés".
"Había heredado la boca suelta, las mejillas hundidas y los labios abultados que permiten a los franceses manejar su idioma".
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"Apareció un intruso a lo lejos. Un corredor de paso ligero. Se aproximó moviéndose a ritmo regular bordeando el agua, la cara roja, la respiración regular, el cuerpo empapado en sudor y de gloria, irradiando esa fe infinita, tan norteamericana, en los beneficios cardiovasculares de la incomodidad".
"En Colombia, las cárceles son exactamente como te las imaginas. Si sobrevives a las ratas, a los piojos y a la disentería, tendrás que luchar contra los guardias".
"Bogotá es una ciudad sucia, atestada de golfillos callejeros y perros hambrientos; 1.180 millas cuadradas de aire montañés contaminado y desoxigenado, más fresco durante todo el año que las zonas turísticas costeras del norte."
"Las calles de Bogotá reflejan, en su trazado, el respeto de la población por el terreno sobre el que la ciudad creció (las carreras corren paralelas a las montañas, las calles perpendiculares, en dirección este-oeste) y los planos de la ciudad reflejan un consecuente menosprecio de las tradiciones cartográficas del resto del mundo: el norte polar queda a la izquierda".
"Vincent van Klee era delgado y rico. Su ropa y sus modales le sentaban bien. No era ni alto ni joven, pero se comportaba como si fuera ambas cosas, y, al igual que muchos aristócratas colombianos, era desvergonzadamente europeo".
"Le acompañaban dos mujeres embriagadoras y esculturales ataviadas con vestidos de noche de satén que le entrelazaban estilo París a media noche. Ambas iban envueltas en piel de zorro. Daba gusto mirarlas. Si eran putas, tenían que ser caras. No se ajustaban a los imperativos del respeto".
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