El mito camina solo
Alonso Salazar Jaramillo
A mí no me gusta decirle Pablo. De cuenta de Escobar mucha muerte nos invadió, y otra tanta se proyectó sobre el país. Y lo recuerdo como un truhán que afectó nuestra vida y jodió la sociedad. Tuvimos que desafiar sus toques de queda para ir a un concierto de salsa. Pero a mi pesar, a pesar de muchos, Escobar se convirtió en mito. Y como todo mito purifica sus horrores, maximiza sus generosidades y desdibuja el entorno y la historia.
¿Cómo un personaje se hace mito? No hay respuesta. Pero si se sabe que no es cuestión de que alguien se proponga ser mito, no es una labor que puedan lograr los medios de comunicación. Solo una insondable alma social tiene la capacidad de decir quien entra a ese reino de pocos. Y esa alma social (la de la historia) es injusta, tiende a favorecer a los malvados, a estos genios del mal que saltan los límites.
Los medios de comunicación no logran imponer los mitos, aunque vivan de ellos, aunque le devuelvan a la masa el banquete que quiere consumir. Si fuese por el poder mediático muchos buenos personajes enaltecidos podrían ser míticos, pero están en el olvido.
Ahora que se emite la serie de televisión Escobar, El Patrón del Mal (basada en el libro La Parábola de Pablo que publiqué en el año 2000) me hacen muchas preguntas. Así como respondo por cada palabra de mi libro, no soy responsable de la serie que fue libreteada y producida por Caracol Televisión. Además, definitivamente son dos lenguajes diferentes.
Pero, bueno, me preguntan si es bueno o es malo que se hable de una historia reciente y dolorosa, si no es una manera de motivar a las nuevas generaciones a seguir mal ejemplo, etc. La pregunta viene incluso de personas progresistas y al final escogen la trinchera de no me hablen de eso, nos destruyen la imagen. Yo soy escéptico sobre la capacidad de los medios de moldear comportamientos y estilos de vida. Si lo piensan con calma, pueden entender que todo lo que pasó alrededor de Escobar, su dinamita y su influencia perversa, sucedió antes de libros, documentales y series de TV. Como sociedad, ya nos había sucedido todo lo peor en relación con el narcotráfico, nuestros espíritus estaban maleados sin que existiera la literatura que Héctor Abad llamó La "sicaresca".
Ahora, todavía no sabemos bien cómo será la serie al final. Empiezan a aparecer personajes que serán definitivos en la perspectiva prometida de mirar esta historia desde el lado de las víctimas. Ojalá muchos ciudadanos veteranos y la mayoría de los mas jóvenes se enteren de los "buenos" y su tenacidad y sus decisiones valerosas. Que reconozcan que nuestra sociedad también está hecha de sangre virtuosa derramada. Por primera vez en una serie de alta sintonía pasarán su historia, y su sacrificio.
"¿Que de todas maneras la audiencia terminará prefiriendo al malo?" Es probable. Eliot Ness y sus intocables son los que son —una de las series mas exitosas de la historia— porque enfrentaban al gánster mítico, a Capone. Incluso en la promoción, Los Intocables posan como gánsters. Estoy seguro de que nadie se vuelve un capo mafioso solo por sufrir por Dillinger en Enemigo Público.
Colombia no será mejor o peor, la imagen de Medellín no será mejor o peor, por esta serie. Ambas, Colombia y Medellín, serán mejores y más apreciadas por lo que labremos, por lo que conquistemos como sociedad.
Me parece bien que Escobar se vea de cuerpo entero, con su ignorancia y su incapacidad de conquistar sin dinero, con su analfabetismo funcional; como un hombre que mas allá de su capacidad de matar, por la cual hizo fortuna, cargaba una inmensa precariedad humana.
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Pablo está vivo
Juan Alberto Gómez Duque
"En sí misma, toda idea es neutra o debería serlo: pero el hombre la anima, proyecta en ella sus llamas y sus demencias; impura, transformada en creencia, se inserta en el tiempo, adopta figura de suceso: el paso de la lógica a la epilepsia se ha consumado… Así nacen las ideologías, las doctrinas y las farsas sangrientas."
Ciorán
Alguien me dijo que Pablo Escobar está vivo. Me contó que él mismo lo había visto hace unos años en Envigado abrazando al El Osito en un apretón fraterno. El Osito no era de peluche sino su hermano al que le colgaron tan tierno alias. Seguro por velludo, no por su ternura.
Pablo se resiste a morir. Tal vez por sus millones, que prometían pagar la deuda externa de Colombia, muchos no pueden concebir que no pudiese pagar por la pantomima de su muerte para seguir orondo en el mundo. Una panza zarandeada en un techo bajo una hirsuta barba encostrada de sangre no logra ni remota concordancia con la imagen del capo de ojos pequeños y mirada serena. Por eso se empeñan en imaginarlo retirado, ahora sí tiernamente, en una finquita sencilla; no vaya a ser que los lujos lo delaten. O por ahí repartiendo plata a los pobres; pero sólo a los discretos.
A Pablo le endilgan todas las virtudes de la astucia; de los pactos naturales y sobrenaturales. También a Augusto Zuluaga, alias Palizada, el guerrillero más legendario de San Luis. El mismo que sabía convertirse en árbol, disolverse en humo o introducirse en el cuerpo de una tatabra para huir del cerco impuesto por el ejército. Aún hoy nadie puede creer que lo mató un policía trasnochador que lo sorprendió borracho en un bar del barrio Guayaquil en Medellín. ¿Pero quién puede imaginar tirado en el suelo de una cantina, espesa de olor a orines, cerveza y cigarrillo, al que se deslizaba por los montes como la sombra de un jaguar?
Al Boquinche, el paramilitar que le ganó una apuesta en el río Dormilón a un sargento del ejército por destrozar de un balazo un reloj de pulsera desde doce metros de distancia, lo fue a ver todo el pueblo en su velorio. Y algunos salían diciendo que ese cuerpo lleno de tiros no podía ser el de El Boquinche, pese a que lo velaron en su casa y que su papá, indignado, sacó a empellones a muchos curiosos mientras les gritaba: "¿querían ver si está muerto? ¡Pues ahí lo tienen, parranda de chismosos!".
Pablo, Boquinche y Palizada son encarnaciones del mito del bandolero inmortal. Están vivos, es cierto. Aún más: ejercen la fascinación del mal. Como chivos expiatorios de nuestras propias claudicaciones y terrores, los convertimos en corderos de nuestra perversión. Hay que mantenerlos vivos para que, así sea en una acción imaginada, se sigan ocupando del sucio trabajo que nuestras mentes se empeñan en urdir. Porque Dios, siendo una aspiración y un ideal, también se nos antoja distante a nuestra naturaleza. Porque, al decir de Ciorán: "¿Quién se reconoce en esa mezcla fragante de agua de rosas relegada en la trascendencia? Un ser sin doblez carece de profundidad y de misterio; no esconde nada. Sólo la impureza es signo de realidad"
Siendo honestos, en ninguna persona confluye el mal absoluto ni el bien absoluto; y es probable que haya más cosas en común entre Teresa de Calcuta y Pablo. Por ejemplo: el sentido mesiánico que atribuían a sus vidas. Las vidas de los santos nos hablan con frecuencia de seres depravados que se elevan desde el fango a los altares. Ambas son una pasión profética. Bastaba ver los ojos de Carlos Castaño para vislumbrar el asunto. Tal vez nos privaron de un potencial santo.
La pasión por el bien, o por lo que creemos que es el bien, se puede volver tan excluyente, intolerante e infame como la pasión por el mal. Se confunden. Con frases como: "Los buenos somos más" o "Quien no vive para servir, no sirve para vivir" o la famosa trinidad del trabajar, se han justificado y se justifican estigmas y muerte. O digamos mejor: limpiezas.
Estimo que si la verdad existe, no existe como discurso. Pero se sigue creyendo que es así. La vida, volátil y variopinta, seguirá fluyendo pese a las mentes que prefieren montar caballos de paso y acariciarlos en los establos a contemplar el centelleo libre de los potros salvajes en las praderas.
Pablo, Palizada y Boquinche siguen vivos porque sus genes flotan como esporas y los respiramos los buenos que somos más.
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