1964-65: El director británico Richard Lester produce las películas de los Beatles A Hard day´s night y Help, la una, especie de documental sobre una gira alocadilla del grupo, y la otra, un símil de comedia policíaca. Suscitan admiración. La primera sobre todo por su frescura ingenua y no premeditada, su carencia de guión. Y las dos, por su espléndida música. Llegan a Medellín casi un año después de producidas, luego de pasar por el filtro del cuarto de tinieblas non sanctas del Palacio Arzobispal, donde hoy queda la Oriental con la Playa. Allí se quedaban con todos los recortes donde se veía una pierna desnuda de una fémina, un seno turgente. Empiezan a despertarse los fenómenos del go-gó y del ye-yé. 1966: La compañía Nestlé- Milo inicia giras por medio país, donde haya coliseos, con chicas bailarinas minifaldudas y con apetitosas botitas blancas. No les veo la maldita gracia. Apenas tengo 11 años y medio. Todavía le rezo a San Luis Gonzaga para que me despierte todas las mañanas a las 6:10. En los espectáculos se doblan canciones de un naciente programa del único canal de TV del país al que han llamado El Club del Clan, donde nacen y mueren para siempre 4 ó 5 estrellitas de la canción pop nacional: Oscar Golden, Harold, Lyda Zamora, Vicky, dos o tres más. Nadie es peludo entre los hombres, o por lo menos no pueden éstos taparse las orejas. De lo contrario son definitivamente maricas. En un canal de TV que hay en Bogotá dicen que presentan un cómic de los Beatles, pero nadie lo ha visto. Misterio. Las compañías discográficas –leáse Codiscos- publican falsos álbumes recopilados de los primeros éxitos Beatles, hasta que finalizando el 65 se atreven con el primer LP completo: Rubber Soul.
El éxito les abre las agallas y al año siguiente, con algo de temor, lanzan "Revolver", donde aparece la primera música psicodélica de Lennon, McCartney y Harrison, y un insulto censurado a la Reina. Habían ido a la India y se les había quedado pegado algo a la suela del cerebelo.
De los Estados Unidos, liquidada la moda Elvis, no se sabe ni mú. Dicen que hay un tipo llamado Bob Dylan, que está haciendo canción "protesta" campesina con guitarras eléctricas, una profanación, y es éste quien a mediados de los sesentas edita Blonde on Blonde, una superobra experimental. Por aquí, nada se sabe. Este cronista o quien esto escribe, que hasta el 66 había detestado el inglés por culpa de profesores gruñones, se abre de piernas y oídos cuando su hermano Jesús compra con sus "algos" la obra cumbre del pop beatle por siempre jamás: Sargeant Pepper´s Lonely Hearts Club Band. Un machetazo directo al kundalini o glándula de la visión beatífica. Aunque muchas de las letras parecen enigmáticas, se refieren a temas triviales como un agujero en el tejado, un viejo cartel de circo, una chica que se va de casa posiblemente embarazada… y el maldito viaje con LSD (Lucy in the Sky with Diamonds) y la canción funesta que preludia el asesinato de Lennon años después: A day in the life. El mundo no puede, literalmente, con estos cuatro granujas sin tacha que en menos de ocho años han vuelto trizas TODA la música y todavía les queda cuerda para rato con los escombros refulgentes que les sobraron para hacer esa otra catedral denominada El Álbum Blanco.
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Pero, mientras tanto, justo al lado de ellos, se está levantando con ladrillo sucio, muy sucio, esa otra torre de Babel de perversión y satanismo (ingenuos, también) y que desde principios del 63 no ha dejado de ponerles el tataquieto: para cada canción bonita que sacan los Beatles ahí tenemos a los Rolling Stones parándoles la caña con un contrapunteado malevo que enloquece a las clases trabajadoras menos favorecidas, desempleados, veteranos de los guerras del Imperio. Si Lennon se desgañita en Help pidiendo auxilio para su desconcierto juvenil, el Mick Jagger de los Stones le responde con Satisfaction que derrumba todas las tarimas de baile de Europa. Si los Beats sacan Michelle, Jagger les dispara con Lady Jane, tenebrosa canción de la Edad Media. Al Álbum Blanco beatle responden los Stones con otro, también blanco, pero repleto de "asquerosidades nada sanitarias". Y todos tan buenos amigos, y todos por la ganancia y hasta filman para la TV un programa llamado "El Gran Circo del Rock and Roll" que nunca se emite por divergencias en la producción. (Hoy se consigue en las aceras del centro a tres mil más un pornito). Cuando los Beat arrojan por la azotea Let it be (Amén) los Stones se los devuelven con Let it bleed (Déjalo sangrar). En el 69, faltando un par de meses para el adiós del hipismo en los pantanales de Woodstock, se les muere el tecladista Brian Jones a los Stones en una piscina de vómito, lo cual no es óbice para que de inmediato saquen su segundo gran volumen de grandes éxitos, y luego se embarquen en la gira americana que terminará trágicamente en el circuito de Altamont en la Costa Oeste, con algunos muertos entre los fans. "Ahí pagaron los Stones por ser tan malos", dirían nuestros papás. Bueno, de hecho, algo estaba terminando, los finales felices nunca son bien recomendables, pero entre una y otra querella montada por los publicistas, los divorcios de Lennon y de Jagger, montañas de yerba y drogas atravesadas en cada mansión, piscina, aeropuerto, otros grupos británicos que se habían estado quedando a la sombra de "nuestros chicos de mostrar" empiezan a sacar las uñas, y qué uñas, digo, garras.
A mediados del 69 los Beatles son desplazados por primera vez en años del primer lugar del "top parade" por unos cuantos desconocidos que se hacen llamar Led Zeppelin: con músicos venidos de grupos menores como Robert Plant, Jimmy Page, John Bonham, John Paul Jones, desestabilizan todas las tablas. Y con luz cegadora y religiosa emerge Blind Faith con Eric Clapton, y Pink Floyd, y los Moody Blues, y Génesis, y YES, y Emerson, Lake and Palmer, y Jethro Tull, debo ir al baño.
Es en este momento de la historia cuando mis discos empiezan a perderse. Recuerdo con precisión en 1969 la salida del primer álbum de Led Zeppelin donde pegué un recorte de periódico que anunciaba que los Beatles habían sido sobrepasados en los "charts" por un grupo desconocido", aquello nos dolió en la invisible, y poco después la escueta noticia del Festival de Woodstock en agosto del 69. Mientras tanto, el pelo, el maldito pelo había ido creciendo no sólo entre los más grandes de liceos y colegios sino hasta en los mismos profesores. El proverbio de "ideas cortas, cabellos largos" se perdió poco a poco en el olvido y ya después del todo cuando los presentadores del único canal de TV empezaron a dejarse unos cachumbos decidores.
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Ya la pelea no se volvió por los cabellos sino por las ideas que venían por debajo, y empezaron a salir tímidamente algunas hojas, simples, dobles, que circulaban en los centros comerciales y donde se informaba "de lo que estaba pasando por allá arriba, en el Norte". Esporádicamente surgía algún programa de rock and pop que pronto desaparecía. A principios del 70 los Beatles anuncian su nefasta disolución supuestamente por los problemas de Lennon con su amada Yoko, lanzan "Let it be" con documental de 50 minutos; en agosto se muere Jimi Hendrix, "el más grande guitarrista pop del mundo, por exceso de droga" –una inyección en la yugular, antes o después se había pisado Janis Joplin –mucho vodka en el sistema.
Todo parece haberse estancado en un limbo surrealista en el panorama británico con la excepción de los trabajos de Pink Floyd, Los Moody, Génesis, ELO, YES. La extensión del pelo le importa un carajo a nadie ya. En los EU, Frank Zappa es el rey indiscutible de una música que engarza a los grandes clásicos de la escuela de Viena con el rock más atrevido de la Costa Oeste. Pululan los cantantes solitarios, de los cuales hoy solo queda, si mucho, James Taylor. Y el siempre reencauchable Leonard Cohen que se acaba de ganar un premio Príncipe de Asturias a sus casi 80 años y en la ruina. A Bob Dylan, en junio de este mismo año, Obama le acaba de entregar el "premio de la Libertad", una especie de Nobel gringo, "por sus servicios innumerables a la Gran Patria Norteamericana". ¿Pero no era Dylan el más grande subversivo de todos los subversivos? ¿Durante cuánto tiempo hemos estado engañados? En Junio, hace 15 días, el exbajista de los Stones dice que es mentira que los Satánicos vayan a cumplir 50 años pateando escenarios por el mundo en 2012 y que el aniversario se cumple en enero de 2013. "Si me invitan puede que vaya", dice tranquilo por el teléfono. "A ver si los animo un poco, desde que me les fui no han hecho un solo éxito de los de antes… Ya tengo 75 pero la música está ahí, y un poco más". Jagger no dice nada. Keith Richards se puso un ojo futurista de lente digital para no aparecer con lentes en los escenarios. Algunos irán con pelo, sin pelo, con el pelo teñido, o completamente calvos. ¿No es la música el asunto principal?
Por mi parte, con mis cuatro mechas supervivientes, sigo pensando que el más "divino" y peludo de todos los grandes rock and poppers de todos los tiempos fue Cat Stevens, antes de convertirse al islamismo y volverse una piltrafa fundamentalista. Y entre otros manes, ese misterioso mutante llamado Rick Wakeman, que conoció en persona a las seis esposas de Enrique VIII y a todas las sobrevivió. Un hombre de otra galaxia, sin conexión terrenal. El otro "misterious guy" fue Ian Anderson, el Dios Acqualung Mendigo de Jethro Tull: flautista preferido de los dioses. Pero lo que habría qué decir de cada cual de todos no cabría en internet. En mis anaqueles yacen 500 vinilos con sus cucharadas de secretos, con sus granitos resecos de ácidos lisérgicos. Continuará, sin continuar, let it be. (Lema actual de la Dokumenta de Kassel: ¡Confusión, confusión, y sólo confusión! Un buen lema para abrir las próximas sesiones del Congreso, con Timochenko en la mesa. Oremos con Lennon: ¡Give peace a chance!).
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