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Número 35 - Junio de 2012     

Editorial
Cremar a Bradbury

 

No siempre el recelo al poder y a la vigilancia dejan algo bueno. Muchas veces no queda sino la paranoia y el prejuicio. Pero siempre hay que arriesgarse a conservar la desconfianza. Es necesario, eso sí, pulirla un poco. Porque puede volverse una lija circular que no reconoce entre el filo y la empuñadura. En el prólogo de una novela gráfica de Fahrenheit 451 —escrito hace algo más de dos años— Bradbury cuenta una anécdota que disparó su energía y multiplicó sus ansias y sus ideas. No venía del otro mundo. Solo de la estación más cercana.

“Sería el año 1950 aquel día en que un amigo y yo salimos a cenar. Algo más tarde, esa misma noche, íbamos andando por la avenida Wilshire cuando a nuestra altura se detuvo un coche patrulla del que se bajó un agente para preguntarnos qué estábamos haciendo.
-Poner un pie delante del otro -le contesté no muy solícito.

El policía siguió interrogándonos, nos preguntó por qué íbamos de peatones, como si el hecho de dar un paseo nocturno nos acercase peligrosamente al límite de la ley. Airado, volví a casa y me puse a escribir un relato titulado «El peatón».

Solo en estos momentos, cincuenta años después de que aquel agente de la Policía de Los Ángeles desafiara mi derecho a ser un peatón, soy capaz de ver las ideas insólitas que surgieron para desempeñar un papel en los relatos, sin que yo fuese consciente al escribirlos.

Varias semanas después saqué de paseo literario a mi peatón y se encontró con una chica llamada Clarisse M Clellan. Siete días más tarde había acabado el primer borrador de El bombero, la novela corta que no tardaría en convertirse en Fahrenheit 451.

Pasados los años, al mirar hacia atrás, pensaba que «El peatón» era el verdadero germen de Fahrenheit 451; mi memoria, sin embargo, fallaba. Ahora me doy cuenta de que en mi subconsciente había otros mecanismos activados.

Solo en estos momentos, cincuenta años después de que aquel agente de la Policía de Los Ángeles desafiara mi derecho a ser un peatón, soy capaz de ver las ideas insólitas que surgieron para desempeñar un papel en los relatos, sin que yo fuese consciente al escribirlos.

Escribí un cuento en el que exilian a Marte a todos los grandes autores del género fantástico de la historia, mientras en la Tierra queman sus libros. Se convertiría en un relato titulado «Los exilios».

Y escribí otro cuento, «Usher II», en el que el protagonista, un escritor de relatos de fantasía, se siente rechazado por los intelectuales de la Tierra, que se mofan de lo grotesco de los cuentos de Edgar Allan Poe y de autores similares.

Unos años antes publiqué otra novela corta titulada Pilar de fuego en la que un muerto se levantaba de su tumba para revivir las extrañas vidas de Drácula y el monstruo de Frankenstein.

Aunque todas estas historias cayeron en el olvido cuando escribí Fahrenheit 451, siguen ahí, en alguna parte, filtrándose en mi subconsciente”.

 

Ray Bradbury 1920-2012
Ray Bradbury 1920-2012

Tim Hamilton de la novela gráfica Fahrenheit 451Tim Hamilton de la novela gráfica Fahrenheit 451

Antes de su viaje final, Bradbury dio a Fabián W. Waintal una entrevista que recuerda que los viajes de ciencia ficción también van hacia el pasado. La foto que acompaña el interrogatorio es del otro mundo. Las respuestas del joven al que inspiraba una requisa policial sorprenden por decir lo menos.

“¿Podrá encontrarse la cura del sida o vendrá otra enfermedad devastadora?

Tenemos que empezar a comportarnos como es debido. El sida apareció por las actividades supersexuales de los últimos 40 años. Pensábamos que podíamos controlarlo todo y no podemos. Los hombres, todos, pensamos que podemos conquistar todo sexualmente, pero no es posible.

¿Cambiará el sentido de la familia? Hoy la familia no existe en Estados Unidos y se tiene que volver a darle el sentido que se merece.

En Latinoamérica la familia está más intacta y podemos usar los valores hispanos como un ejemplo en Estados Unidos. Tiene que cambiar. Así no podemos seguir.

¿El divorcio seguirá creciendo?
¿Habrá más padres solteros?

Eso también tiene que cambiar. Los hijos necesitan del padre y la madre, de una familia”.

Al menos América Latina parece ser el futuro. Aunque cada vez haya más galpones que truenan bajo una misma voz: “alabaré, alabaré, alabaré…”. Pero Bradbury se desquita, porque además de la camándula tenía la cabeza bien puesta.

“¿Nos inclinaremos más hacia la naturaleza o hacia la realidad virtual?

Hace un tiempo me encontré con gente de cine, de efectos especiales, y me mostraron todo sobre la realidad virtual. Son como los fuegos artificiales. A todos nos gustan los fuegos artificiales, pero cuando se terminan, el cielo queda vacío.

¿Cree que los encuentros cercanos del tercer tipo serán algo común en 2025?

Nosotros vamos a ir al espacio a buscarlos. Nadie va a venir aquí.

Hace treinta años nadie hubiera dicho que el comunismo iba a morirse como un sistema que no funciona. ¿Pasará lo mismo con el capitalismo?”

No, porque el capitalismo es más saludable. Funciona. Es lo que permite que los hombres creen el futuro en sus garajes. Apple Computers fue creado por Steve Jobs y Wozniak en su garaje. En el 39, Von Karman y otros inventaron el JPL para ir a la Luna y Saturno, también en un garaje y con estudiantes. Eso no se puede lograr con regímenes totalitarios”.

El peligro es abandonar la desconfianza. Y dejarla sola, porque si no tiene tres ideas detrás se convierte en rabia y automatismo. Una cosa es la chispa y otra es el fuego. UC

 

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