La muerte de 119 seres humanos, ocurrida el 2 de mayo de 2002 en Bojayá, todavía produce estupor, indignación y rechazo. Hace nueve años, en la introducción de la investigación periodística El bordado de la vida y muerte de un pueblo*, realizada a propósito de la conmemoración del primer aniversario de la masacre de Bojayá, teníamos el convencimiento, sin embargo, de que esos sentimientos por sí solos no arrojaban luces sobre lo que había pasado y grababan en la conciencia colectiva una cifra que no ofrecía respuestas a la violencia.
El caso de la población de Bojayá era particular porque, al contrario de otros pueblos que han sido destruidos por la guerra, su destrucción no fue tanto física como espiritual. ¿Cómo entenderla? Del total de víctimas, logramos identificar los lazos familiares de 80 de ellas, que pertenecían a 24 familias.
En la familia extensa negro-Pacífico los hijos son la primera línea de fuerza de la familia, que gira alrededor del padre. En la segunda línea están los tíos y los sobrinos, que actúan a favor de la madre. En tercer lugar están los abuelos paternos y maternos equilibrando las fuerzas. Por último, están los demás parientes que refuerzan el poder de la madre. Si muere el padre, salta un hijo y asume el papel. Igualmente, si muere la madre, una hija restablece el equilibrio.
De las 24 familias identificadas, los Palacios sobresalen por el impacto de su tragedia. ¿Qué sucede cuando una familia, como la Palacios, pierde de un golpe a veintisiete de sus miembros?
Los golpes
Ese 2 de mayo murieron veintisiete personas ligadas a los Palacios. De la primera generación murieron Benjamín, "Mochito", 46 años, y Emiliano, 53 años y sus esposas Rosalba Chaverra, "Quiriquilla", 44 años, y Ana Cecilia Chaverra, 40 años, respectivamente y primas entre sí.
Benjamín y Rosalba tuvieron 11 hijos (7 mujeres y 4 hombres) y murieron 8 (seis mujeres y dos hombres): Luz del Carmen, 25 años; Mercedes, "Fiestera", 22 años; Elvia, 20 años; Emerita, 13 años; Rosalba, 10 años; Crescencio, 8 años; Yesenia, 6 años; Víctor, 4 años. Los 3 que sobrevivieron: Elvis, Benjamín y Yusnay quedaron sin padres y sin 8 hermanos.
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Luz del Carmen, la primera hija de Benjamín y Rosalba, murió con sus 5 hijas: Geidy, Raquel, Yaseira, Eisy y Eida. Su esposo Heiler perdió a toda su familia.
La segunda hija, Mercedes, murió con su hija Yarleisis, 8 años, hija de Élmer Martínez, "Papito", y con Angie Carolina, "Mellita", 18 meses, que era hija de José Virgilio Machado, quien quedó con dos hijos vivos Ceneida, 4 años, y José Eduardo, 18 meses. Mercedes tuvo dos maridos y Élmer, por su parte, tuvo tres mujeres: Mercedes, Luz Mary y Yeny Adriana. De ellas perdió dos: Mercedes y Yeny y de las tres perdió sus hijos: Yarleisis, John Fredy, 8 años, hijo de Luz Dary, y Elena, 6 meses, hija de Yeny.
La tercera hija, Elvia, murió con sus dos hijos: Moisés, 2 años, y "Niñito", 2 meses. "Chilapo", como le decían a su esposo, se quedó sin esposa ni hijos.
Emiliano y Ana Cecilia, el segundo matrimonio de la primera generación de los Palacios, tuvieron 6 hijos (4 mujeres y 2 hombres). Uno de ellos también murió: Jamilson, 7 años. Los 5 que sobrevivieron: Baldomiro, Luz Dary, Luz del Carmen, Yisney y "Pascuala" quedaron huérfanos y sin un hermano. Luz Dary, a su vez, perdió a su hija Daisy, 5 años, fruto de su unión con Benjamín, quien también perdió a Hercilia, 9 años, que tuvo con Orfelina. En total 27 golpes en una sola familia.
La pipeta arrojada por la guerrilla de las Farc sobre la iglesia de Bojayá rompió en pedazos los lazos familiares de los Palacios y de otras 24 familias. Abuelas y abuelos, madres y padres, hijos y hermanos, huérfanos y viudos, vecinos y amigos, que habían tejido por generaciones la vida de un pueblo. Al ver en su árbol genealógico cada una de esas rupturas, con los mismos — o aun con mayor— estupor, indignación y rechazo, se entiende mejor lo que pasó hace diez años en Bojayá.
NOTA: Encuentre el árbol genealógico en nuestra versión impresa.
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