Número 97, junio 2018

CAÍDO DEL ZARZO

EL HOMBRE DEL MECHÓN
Elkin Obregón S.

 
Cada episodio de la serie de Nat Geo Genius: Picasso se abre con esta leyenda: “Este programa presenta obras de arte que pueden representar desnudos. Se recomienda discreción al espectador”.

Tras este preámbulo —cuyo juicio moral y preceptivo dejamos al lector— uno tendría buenas bases para desconfiar de lo que seguirá; por desgracia, acertaría. Al menos, eso le ocurrió a quien esto escribe. Y tiene pruebas.

Hace de Picasso (cuando es adolescente lo encarna otro) Antonio Banderas, un actor de respetable recorrido, que aquí tiende a hacer el oso. Aunque, claro, no es responsable de su aspecto, impuesto, se supone, por algún asesor de imagen, con el culpable aval del director; la marca de fábrica o cédula visual del personaje es un perenne mechón de pelo que le cae sobre el ojo izquierdo; desde su primera infancia está allí, persiste en su adolescencia, en su primera juventud, en su madurez; nada puede contra él. En un gag involuntario, digno de Keaton, Banderas-Pablo, a quien vemos de espaldas, se moja la cabeza en un lavabo; se aparta unos pasos, enfrenta la cámara, con el mechón ileso.

Pero tal vez el mejor gag, hasta ahora (faltan muchos capítulos), es un soberbio ejemplo de humor negro: el artista, frente a un enorme lienzo, no sabe qué idea plástica darle a su Guernica. De repente irrumpe en el estudio su primera esposa; encuentra allí a Dora Mar, se lanza sobre ella, y las dos se trenzan en una pelea de patadas, jalones de pelo, arañazos; caen al suelo, se revuelcan, jadean, gritan. Pablo sonríe, su problema resuelto, y sin perderle ojo a la gresca empieza a pintar a grandes brochazos. Guernica ha nacido.

En fin, no quiere este cronista prolongar su memorial de agravios. Se limita a decir que ni con la mejor voluntad ha podido ver ni por un segundo en esta figura travestida una imagen siquiera aproximada del pintor malagueño. Y, para rizar un poco el rizo, trae aquí a cuento las otras tres películas que ha visto sobre el gran Pablo. La primera, fuera de concurso, es El misterio Picasso, de H. G. Clouzot, un documental cuyo tema, centrado en la imagen, es el proceso siempre fascinante de la creación artística. La segunda, Surviving Picasso, narra la relación de este (un aceptable Anthony Hopkins) con su última esposa, Françoise Gilot. La tercera, y casi la mejor, es un mediometraje de ficción centrado en los meses que dieron pie a la compleja gestación de Les demoiselles d’Avignon, un cuadro fundamental para el arte del siglo XX. No retuve su nombre, por desgracia, pero apuesto a que Google sí lo hizo.

Posdata. Alberti da una mano. Pensaba terminar esta crónica con un sesudo análisis sobre los problemas que dan al cine las vidas de los artistas. Pero la poesía de un poeta-pintor me hace un quite:
¿Quién sabrá de la muerte de la línea, / de la aventura del color? Una mañana, / vaciados los ojos de receta, / se arrojan a la mar: una paleta. / Y se descubre esa ventana / que se entreabre al mediodía / de otro nuevo planeta / desnudo y con rigor de geometría..

Elkin Obregon

CODA
Mayo 10. Creo que no registró la prensa antioqueña la fecha del 10 de mayo del 57. Ese día cayó Rojas Pinilla y se vieron en Medellín cosas extrañas, como grupos de proletarios dando vivas entusiastas a los oligarcas, quienes agradecían desde carros descubiertos. No juzgo, cuento. Todo era festejo, hasta que un milico dio orden de disparar contra un grupo de gentes inofensivas; hubo terror, sangre, estampidas, el Centro se vació en segundos, la fiesta se trocó en temor y duelo. Creo que de este episodio se pueden sacar varias moralejas. Ponlas tú, lector. UC

 
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