Número 83, febrero 2017
Make America great again

América

América, te lo he dado todo y ahora no soy nada.
América, dos dólares y veintisiete centavos. 17 de enero de 1956.
No aguanto mi propia mente.
América, ¿Cuándo pondremos fin a la guerra entre seres humanos?
Que te jodan a ti y a tu bomba atómica.
No me siento bien, no me molestes.
No pienso escribir este poema hasta que esté cuerdo.
América, ¿Cuándo nos portaremos bien?
¿Cuándo vas a desnudarte?
¿Cuándo vas a mirarte a través de la tumba?
¿Cuando serás merecedora de tu millón de trotskistas?
América, ¿Por qué están llenas de lágrimas tus bibliotecas?
América, ¿Cuándo enviarás tus huevos a India?
Estoy harto de tus absurdas exigencias.
¿Cuándo voy a poder ir al supermercado y comprar lo que necesite con mi cara bonita?
América, después de todo, somos tú y yo los que somos perfectos, y no el otro mundo.
Tu maquinaria es demasiado para mí.
Me haces querer ser un santo.
Debe haber otra manera de poner fin a esta discusión.
Burroughs está en Tánger y no creo que vuelva. Sería demasiado perverso.
¿Acaso tratas de ser perversa o es solo una broma de mal gusto?
Intentaré ir al grano.
Rechazo renunciar a mi obsesión.
América, deja de presionarme. Sé lo que estoy haciendo.
América, las flores del ciruelo están cayendo.
No he leído los periódicos durante meses, cada día alguien es juzgado por asesinato.
América, me solidarizo con los sindicalistas.
América, cuando era niño era comunista y no me arrepiento.
Fumo marihuana siempre que tengo la oportunidad.
Me siento en mi casa durante días enteros contemplando las rosas en el armario.
Cuando voy al Barrio Chino me emborracho y nunca me acuesto con nadie.
Estoy convencido de que va a haber problemas.
Me debería haber visto leyendo a Marx.
Mi psicoanalista cree que estoy perfectamente bien.
No pienso rezar el Padrenuestro.
Suelo tener visiones místicas y vibraciones cósmicas.
América, aún no te he dicho nada sobre lo que le hiciste a tío Max cuando volvió de Rusia.

Estoy hablando contigo.
¿O acaso vas a permitir que nuestra vida emocional sea dirigida por la revista Time?
Estoy obsesionado con la revista Time. La leo cada semana.
Su portada me mira cada vez que giro la esquina de la tienda de golosinas.
La leo en el sótano de la biblioteca pública de Berkeley.
Siempre me habla sobre responsabilidad. Los hombres de negocios son serios. Los productores de películas son serios.
Todo el mundo es serio menos yo.
Y me da por pensar que yo soy América.
Estoy hablando solo otra vez.

Asia se alza contra mí.
No tengo la más mínima opción.
Será mejor que tenga en cuenta mis recursos nacionales.
Mis recursos nacionales consisten en dos porros de marihuana, millones de genitales, una literatura privada no publicable que va a 1400 millas por hora y veinticinco mil sanatorios mentales.
No digo nada sobre mis prisiones, ni sobre los millones de desgraciados que viven en mis macetas bajo la luz de quinientos soles.
Ya he acabado con las casas de putas de Francia, Tánger es la siguiente.
Mi ambición es llegar a ser presidente a pesar de ser católico.

América, ¿cómo voy a escribir una santa letanía con tu mal humor?
Continuaré, como Henry Ford, ya que mis estrofas son tan personas como sus coches.
Más aún, son todas de diferentes sexos.
América, te venderé estrofas a 2500 dólares la pieza. 500 dólares de rebaja por tus estrofas viejas.
América, libera a Tom Mooney.
América, salva a los republicanos españoles.
América, Sacco y Vanzetti no deben morir.
América, yo también soy los chicos de Scottsboro.
América, cuando tenía siete años mamá me llevaba a las reuniones de la Célula Comunista, nos vendían garbanzos, un puñado por entrada, una entrada costaba cinco centavos y los discursos eran gratis todo el mundo era amable y solidario con los trabajadores todo era tan sincero no te haces una idea de lo bueno que era el partido en 1835 Scott Nearing era todo un gran anciano, un verdadero mensch Madre Bloor me hizo llorar incluso una vez vi a Israel Amter con mis propios ojos. Todo el mundo debe haber sido espía.

América, en realidad tú no quieres la guerra.
América, son ellos los rusos malos.
Los rusos, los rusos y también los chinos. Y los rusos.
Rusia quiere comernos vivos. El poder loco de Rusia. Quiere sacar nuestros coches de nuestros garajes.
Quiere llevarse Chicago. Necesita un Reader’s Digest Rojo. Quiere tener nuestras fábricas de coches en Siberia. Con su enorme burocracia controlando nuestras gasolineras.
Y eso no es bueno. Argh. Ellos enseñar a Indios a leer. Necesita grandes negrazos.
Ahh. Ella hacernos trabajar dieciséis horas al día. ¡Socorro!
América, esto es algo bastante serio.
América, esta es la impresión que te llevas al ver la televisión.
América, ¿Son así las cosas?
Mejor debería irme al trabajo.
Es verdad que no me quiero apuntar al ejército o manejar un torno en fábricas de repuestos.
De todos modos soy miope y psicópata.
América, trataré de arrimar mi hombro de maricón a la rueda.

Berkeley, 17 de enero, 1956.

Allen Ginsberg


Están por todos lados

Los oledores de tragedias están
por todos lados
se levantan a la mañana
y empiezan a encontrar las cosas
mal.

Y se sumergen
en la rabia,
una rabia que dura hasta
que se van a la cama,
e incluso ahí
se retuercen en su
insomnio,
incapaces de sacar
de sus mentes
los pequeños obstáculos
que han hallado.

Se sienten en contra,
es un complot.
Y por estar constantemente
furiosos sienten que
siempre tienen
razón.

Los ves en el tráfico
tocando bocina como salvajes
ante la más leve infracción,
puteando
desparramando sus
insultos.

Los sentís
en las colas
de los bancos,
de los supermercados,
de los cines
presionan
en tu espalda
te pisan los talones
están impacientes por
una furia.

Están por todos lados
y en
todas las cosas,
esas almas
violentamente
infelices.

En realidad están asustados,
como siempre quieren
tener razón
fustigan
sin cesar...
es un mal
una enfermedad de
esa raza.

El primero de ellos
que vi fue
mi padre
y desde entonces
he visto mil padres
malgastando sus vidas
en el odio,
arrojando sus vidas
al pozo ciego
y
gritando
enloquecidos.

Charles Bukowski


Sé que se me ha acusado

Sé que se me ha acusado de intentar destruir las instituciones,
pero realmente, yo no estoy a favor ni en contra de las instituciones,
(en efecto, ¿qué tengo de común con ellas?, ¿qué puede interesarme su destrucción?)
Solo quiero establecer en el Manhattan y en cada ciudad
de los Estados Unidos, en el interior como en las costas,
y en los campos y bosques y sobre cada quilla grande o
pequeña que muerde el agua,
fuera de las enseñanzas, o preceptos, o probidades, o cualquier otra argumentación,
la institución del dilecto amor de los camaradas.

Walt Whitman


 

Los vagabundos del Dharma

“Tengo la mochila preparada y es primavera, voy a ir al sudoeste, a las tierras secas, a la extensa y solitaria región de Texas y Chihuahua y a las alegres calles nocturnas de México, con música saliendo por las puertas, chicas, vino, yerba, grandes sombreros, ¡viva! ¿Qué importa? Como las hormigas, que no tienen nada que hacer y se pasan el día entero atareadas, yo no tengo que hacer nada más que lo que quiera y ser amable y, con todo, mantenerme sin influencias de las consideraciones imaginarias y rezar por la luz”.

Jack Kerouak


Desocupado

Los que eran mejores que nosotros
vivían cómodamente en casas recién pintadas
con inodoros a botón en todos los baños.
Manejaban autos de modelo y marca
reconocibles.
Los que no tenían trabajo, estaban apenados,
no les iba bien.
Sus autos extraños estaban estacionados
sobre cajones, ‘al fondo’ de casas polvorientas,
donde se amontonaban infinidad de objetos inútiles.
Los años pasan y todo y todos son reemplazados.
Existen siempre, es lo que dicen, nuevas oportunidades.
Pero, para decir la verdad,
a mí nunca me gustó el trabajo.
Mi objetivo era permanecer desocupado.
Ese era mi mérito.
Me gustaba la idea de sentarme en una silla,
hora tras hora, frente a la casa, sin hacer nada
con un sombrero sobre mi cabeza y tomando una gaseosa.
¿Qué hay de malo en eso?
Fumar, escupir de vez en cuando.
Tallar madera con mi cuchillo.
¿Hay daño o maldad en esto?
En ocasiones salgo con mi perro a perseguir conejos.
Tenés que hacerlo alguna vez.
A veces levanto a un chico gordo y rubio como yo,
diciéndole: ‘‘¿De dónde te conozco?’’.
Nunca digas: ‘‘¿Qué querés ser cuando seas grande?’’.

Raymond Carver


Estos son tiempos excitantes

Estos son tiempos excitantes para los directores de periódicos:
la Historia se está haciendo; la humanidad está en marcha.
El acueducto más largo del mundo está ya
en construcción; los Comités de Drenaje de Aguas
y Preservación de Suelos van pronto a publicar
un informe mixto; aun los problemas de los Ciclos de Comercio
y los Precios en Espiral son considerados por los expertos
como prácticamente resueltos; y las recientes restricciones
a los judíos extranjeros y librepensadores comienzan a tener
un efecto saludable en la opinión pública.
Cierto, los mares occidentales aún están infestados de piratas,
Y el creciente poder de los bárbaros del Norte
no deja de inquietarnos un poco; pero ya nos hemos puesto
activos ante esos peligros; estamos rápidamente armándonos;
a ambos trataremos con los métodos convenientes; y unidos después
en razón de la ganancia común y el derecho común,
nuestro gran imperio estará seguro por mil años.

Si nunca estuviéramos solos o siempre demasiado ocupados
tal vez aun llegaríamos a creer lo que sabemos que no es cierto:
pero nadie es embaucado, al menos todo el tiempo;
en el baño, en el metro, o a mitad de la noche,
sabemos muy bien que no somos torcidos sino malos,
que el sueño del Estado Perfecto o no Estado del todo
al cual huimos a refugiarnos, es una parte del castigo.
Estemos, por tanto, contritos pero sin angustia,
Porque el Poder y el Tiempo no son Dioses, sino regalos mortales de Dios;
Reconozcamos nuestras derrotas, pero sin desesperación,
porque todas las sociedades y épocas son detalles transitorios,
transmitiendo una oportunidad eterna
para que el Reino de los Cielos pueda vivir no en nuestro presente
y no en nuestro futuro, sino en la Plenitud de los Tiempos.
Oremos.

H. Auden


Impresiones mexicanas

I
A través de una ventana en movimiento
veo un atisbo de burros
un puesto de Pepsi Cola
un viejo indio sentado
con una sonrisa sin dientes junto a una choza.
II
Nos detenemos en Guaymas,
una camioneta Ford nueva
llena de jornaleros melancólicos;
en el asiento del piloto, un jovencito
(condenado por su sombrero).
III
Molino, madera plateada, sin reja, inmóvil en México:
Incongruente molino como un pájaro, como una grulla rota,
Cojo, rígido, arbitrario, con vista amplia y vigilante,
¿Cómo sucediste aquí? ¿Todo solo, ajeno, desamparado,
¿Aquí donde no hay viento?
Demacrada estructura viviente, resignada, ¿estás satisfecha
con esta contradicción seca y sin viento?
Más suave, el cactus vive más que tú.
IV
Te digo, México:
Pienso en millas y millas de corpulentos caballos muertos;
Caballos pura sangre y de tiro, planos, recostados,
Rígidos con piernas rectas y bocas sin labios.
Es la pata tiesa, México, el diente salido,
Los que destrozan mis sueños ecuestres de pesadilla.
V
En el zoológico mexicano
tienen vacas ordinarias
de los Estados Unidos.

Gregory Corso


Retrato proletario

Una joven alta sin sombrero
con delantal

Su pelo recogido atrás parada
en la calle

Un pie en calcetín la punta
en la acera

Su zapato en la mano. Mirando
atentamente adentro

Le saca la plantilla de papel
para dar con el clavo

Que la ha estado lastimando.

William Carlos Williams


Chicago

Carnicero del Mundo
Fabricante de Herramientas, Estibador de Trigo,
Jugador de Ferrocarriles y Faquín de la
Nación…
¡Tempestuosa, robusta, vocinglera
iudad de Anchos Hombros!
Me dicen que eres perversa y lo creo, porque he
visto, bajo los faroles de gas, a tus mujeres
pintadas al acecho de jóvenes granjeros.
Me dicen que eres falsa, y yo contesto:
Sí, es verdad, porque he visto a los pistoleros
matar y luego ser puestos en libertad
para que sigan matando.
Me dicen que eres brutal, y yo contesto:
He visto el estigma del hambre
en rostros de mujeres y niños.
Y una vez contestado esto, me vuelvo
hacia aquellos que se mofan de mi ciudad y,
después de devolverles la mofa, les digo:
Acercaos y mostradme alguna otra ciudad que
cante, con la cabeza tan erguida, su orgullo de
vivir, y que sea tan soez, fuerte y graciosa.
Lanzando magnéticas blasfemias mientras se
entrega a sus faenas, he aquí un alto y audaz
muchacho asentado vívidamente
contra las blandas y pequeñas ciudades;
fiero y sacando la lengua como un perro
acometedor, astuto como un salvaje en lucha
contra el desierto,
destocado,
paleando,
demoliendo,
planeando,
construyendo, hundiendo, reconstruyendo.
Bajo el humo, con polvo en la boca, riendo
con sus blancos dientes,
bajo el terrible fardo del destino, riendo
como ríe un muchacho,
riendo como ríe un ignorante luchador
que no ha perdido nunca un combate,
fanfarroneando y riendo porque en su muñeca
late el pulso y bajo sus costillas se mueve
el corazón del pueblo.
¡Riendo!
Riendo con la tempestuosa, ruda y fuerte risa de la Juventud,
medio desnudo y sudando, orgulloso de ser el Carnicero del Mundo,
el Fabricante de Herramientas, el Estibador de Trigo, el Jugador
de Ferrocarriles y el Faquín de la Nación.

Carl Sandburg


 
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