El centro de todas las meadas. El mapa de los cruces tenebrosos. El ejemplo del aire imposible. El parque de
los indeseables. El terror de los desprevenidos. El hogar de los desocupados. El dilema de los habitantes.
El coco de quienes viven y duermen en las orillas.
El Centro lleva años de intervenciones, diagnósticos y reanimaciones. Y siglos de rutas obligadas. La parrilla
de este valle estrecho que pasó de los cantares de la ciudad modosa en los cuarenta a los raudales de nuestro
tiempo.
Casi siempre se mira el Centro desde arriba. Sus locales muertos, sus crímenes, las rutas de buses y colectivos.
Se busca a los urbanistas y a los policías. Se propone una gran intervención o un gran operativo. Más amplitud
y menos jíbaros es la consigna. Tal vez sea más útil poner tres o cuatro alfileres atractivos sobre el mapa.
Sin las vallas de la policía ni las demoliciones.
Algunos expertos proponen una revolución tan grande como la que empujó al Centro a ser la simple Comuna 10. Un
número inspirador al menos. Desde aquí desconfiamos de las soluciones solemnes, de las maquetas, de los sueños
de los reformadores. Se puede trabajar con lo que hay.
El Parque Bolívar, centro de ideas graves desde hace cien años largos, puede ser un buen ejemplo de puntadas
sencillas para agitar un poco el corral sin verja que hoy lo habita. En la esquina suroccidental está la
casa que fue de Pastor Restrepo. Fachada de las primeras fotos. En 1858 Pastor fundó con su hermano el laboratorio
fotográfico Wills i Restrepo y se convirtió en una especie de mago en el pueblo que acataba el ver para creer.
Esa casa, ese hermoso palacete de buhardillas, es ahora un fantasma detrás de un caucho gigante y un CAI
diminuto. Sería un hermoso museo de memoria visual de la ciudad. Un perfecto cuarto oscuro para que se hiciera
la luz en el Parque Bolívar.
Al frente, en la esquina suroriental, está el Teatro Lido luciendo sus 72 años. Ahora es una envidiable sala
de ensayo. Fue gran teatro de variedades y elegante teatro de estrenos en el cine. Vive de puertas para adentro.
No lo acompaña la retreta porque los músicos se sindicalizaron y no trabajan fin de semana. Solo la Dany
sigue trabajando domingos y festivos. Un parque de fachadas y emboscadas.
Bolívar muerto bajo el megáfono de los evangélicos desganados, las crispetas de siempre, un tambor que busca
unas monedas y cuatro hombres de biblia que discuten como si se fuera a acabar el mundo.
Una casa venerable con la historia de Medellín en imágenes, un teatro que programen tres o cuatro organizaciones
que hayan mostrado una escena y una idea. Una fuente que no parezca cultivo de algas y deje oír su viejo
silbido que refresca desde 1968. Una puerta de la Catedral Metropolitana que ha querido mostrar sus tesoros
con la ayuda del municipio. Los policías dejan de cuidar el CAI y cuidan los copones venerables. Casa de
fotos, teatro al público, fuente cristalina, tesoros eclesiásticos, el Girabar, La Polonesa y la promesa
de Barbacoas en la culata de la Catedral. Lo que podría lograr algún movimiento en el antiguo feudo de Tyrrel
Moore.
Menos taladros, menos policías.