Número 83, febrero 2017
UC

CRÓNICA VERDE
MED & REC
 
Un tour humeante por el mundo
de la marihuana legal de Colorado

 
Lina Britto. Fotografías por la autora

Fotografía: Lina BrittoSi no supiera que es una especie de testigo del cannabis dedicado a tocar a las puertas de los incrédulos para adoctrinarlos sobre el nuevo credo de la yerba panacea, juraría que está volando en perico. Habla de sí mismo y de su compañía sin pausa y a los gritos por un micrófono que tiene enganchado en su oído derecho y conectado a un parlante que cuelga de su pecho como crucifijo de arzobispo en procesión. Despotricando de las farmacéuticas, licoreras y tabacaleras nos arrea por los pasillos hospitalarios de la inmensa bodega en donde una sofisticada infraestructura le permite cultivar miles de clones de las mejores variedades que se consiguen en Colorado, estado pionero de la legalización total de la planta. Es el Hombre Medicina, uno de los primeros empresarios de la industria legal de la marihuana en Estados Unidos.

Llegamos hasta él en un bus limusina que desde el centro de Denver trasladó a 35 adultos envueltos en nubes de humo de joints, pipes, bongs y vapes hasta las afueras de la ciudad a ritmo de hip hop, surf rock y reggae. Nos recogieron al mediodía en un restaurante de sánduches cuya misión públicamente declarada es calmar la monchis. Panama Red, Acapulco Gold, Thai Stick y otras variedades clásicas del mercado norteamericano sirven de nombres a los platos, junto a Kush, Dank, Bomb y otras denominaciones de especies hidropónicas o genéticamente modificadas. En una de las mesas, los guías del tour confirman documentos de identidad vigentes y recogen las declaraciones firmadas en las que los eximimos de cualquier responsabilidad por percances a nuestra salud o integridad.

Por el camino, los guías nos recuerdan que la altitud es traicionera y para asustarnos nos narran anécdotas de marihuaneros curtidos desplomándose como moscas muertas por pálidas inesperadas a semejantes alturas. Sentada al fondo del bus, donde el humo se acumula en volutas, me dejo interrogar por mis vecinos. A mi lado tengo a un hombre de unos cincuenta años que viaja junto a su esposa y dos hijos adolescentes. Viene desde California, estado que en las elecciones presidenciales de noviembre aprobó la legalización total de la yerba, porque están a punto de alquilar su finca a terceros para el cultivo de marihuana. Y mientras él rechaza cada bareto, pipa y vaporizador que pasa encendido por sus narices, el resto de los miembros de la familia los reciben complacidos. “Primera vez que veo a mi esposa y a mi hija trabándose”, me confiesa. “Go ahead, sweety”, le grita a su mujer y ella le sonríe traviesa.

Fotografía: Lina BrittoA mi otro lado, un hombre de unos 32 años come su sánduche para la monchis a pesar de que no ha consumido nada. No vino por placer sino por trabajo, explica entre mordiscos. Abogado de finanzas experto en asesorar a compañías de marihuana, viaja por el mundo desde Canadá, donde la medicinal es legal pero pronto lo será también la recreativa, estudiando casos específicos. “Denver es pionero”, me dice, y “Uruguay es lo más raro”, agrega sin darme detalles, más interesado en su roast beef que en la conversación.

A las puertas del cultivo, el Hombre Medicina grita “med & rec” por su parlante portátil. Una vez más está chicaneando con su dinero, explicando atropelladamente cómo tanto con la marihuana medicinal como con la recreativa se ha hecho a una fortuna que parece salida de una traba delirante. La prueba de su éxito es que ahora se puede dedicar exclusivamente a jugar en casa con simuladores de vuelo y de combate, y de vez en cuando realizar su “verdadera vocación” que no es otra que “educar al público” —como le llama a darse pantalla en los grandes medios y en las redes sociales, cual Kardashian del Hollywood canábico—. El estrés diario de administrar una de las más grandes productoras y dispensarios de Estados Unidos, afirma, se lo deja a los nueve miembros de su familia con los que preside la compañía.

Su personalidad grita “nuevo rico” en todos los tonos, pero es su trayectoria la que lo confirma. Obrero de construcción que en 2008 olfateó una mina de oro en la naciente industria legal de la marihuana medicinal y se aventuró a hacer una serie de micropréstamos para montar un pequeño cultivo bajo techo y abastecer Denver, la capital del estado. Le bastaron un par de años para que la creciente demanda lo llevara a posicionarse firme en el negocio hasta que la legalización de la marihuana recreacional en 2014 le permitió crecer exponencialmente.

Desde la millonaria sede en la que opera actualmente resiste los vaivenes del declive, primeras señales de que la demanda alcanzó su pico máximo y ahora busca estabilizarse. “En los próximos meses veremos muchas quiebras”, advierte, porque miles se han arriesgado con grandes inversiones sin prever la saturación de la oferta. No es su caso, afirma, pues su temprana irrupción combinada con la integración vertical que la legislación exige (todo aquel que la produce debe también comercializarla al detal), lo obligó tempranamente a hacerse autosuficiente en lo financiero e innovador en lo tecnológico, abriendo un nicho propio con variedades únicas, orgánicas y altamente modificadas.

Fotografía: Lina Britto

Nos da como ejemplo las hojitas que remoja frente a nosotros. “Productividad, velocidad y sabor”, reza las tres variables de la ecuación. Durante las fases de experimentación en los años de inicio, o ahora cuando busca introducir una nueva variedad en el menú, siembra sin semillas,solo las ramitas cortadas de las mejores plantas en bagazo de coco y nutrientes controlados al milímetro. Una vez estas echan raíces y alcanzan medio metro de altura, aniquila a los machos y traslada a las hembras a las salas de florecimiento. Unas 108 matas salen a diario del vivero hacia la primavera eterna. Con luces, aires acondicionados, ventiladores y un coctel de nutrientes que varía según la finalidad y el momento de desarrollo, finge un microclima primaveral que las hace florecer más allá de sus proporciones naturales. Entre podas para preservar los moños intactos, comienza la cata en busca de las que dan más cantidad a mayor velocidad y con mejor sabor. Las seleccionadas pasan a cosecha y clonación, es decir, recoger las flores para fumar o vaporizar, procesar las hojas llenas de resina para aceites y otros productos y hacer el corte de las ramitas con las que se da inicio a un ciclo idéntico al anterior.

En sus dispensarios vende el setenta por ciento de su producción y comercializa los dulces, chocolates, ungüentos, aceites y demás productos de otras compañías, algunas de ellas trabajan con insumos salidos de su fábrica. En dos secciones custodiadas por hombres de seguridad con armas automáticas al cinto y actitud de veteranos de alguna guerra imperial en el Medio Oriente, el Hombre Medicina vende “med” a un lado y “rec” en el otro, ambas con menús diseñados, cual sommelier de restaurante francés. Sobre el límite que separa ambas secciones me advierte, con el micrófono apagado pero el parlante aún en el pecho, que transportar yerba o comestibles por fuera del estado de Colorado es delito federal. “En el equipaje de mano te cogen inmediatamente”, y me mata el ojo, “you know what I mean”. Como creo saber exactamente qué quiere decir, le doy las gracias y me dirijo a la zona “rec”.

En el bus limusina, el humo y los ánimos se han asentado. Los guías, advirtiendo el descenso del vuelo, van por el corredor del medio con bolsas de gomitas en forma de ositos en las manos: “regular sweets, regular sweets, regular sweets”, van repitiendo. Nos devoramos los dulces animalitos entre bostezos y bajo el sol poniente sobre las Rocosas nevadas. UC

 
blog comments powered by Disqus